sábado, 24 de septiembre de 2016

Haere mai. Un viaje a Nueva Zelanda (14)

4 de agosto
Temperatura al amanecer: 2º C
Si algo diferencia esta vertiente de las montañas de la del otro lado es la vegetación. Allá por la zona de Queenstown esta era bastante monocolor, con un claro predominio de las coníferas. Aquí en cambio el bosque tiene un aire tropical, y luce todos los matices del verde. La atmósfera está en calma, y no se oye un solo ruido. El sol luce en un cielo despejado; con respecto a ayer, menudo cambio.

Bosque primigenio en Pleasant Flat Campsite
Bosque primigenio en Pleasant Flat Campsite
Antes de partir repostamos en un grifo donde pone Agua no tratada. Imagino que procede de un aljibe como tantos otros que hemos visto durante el viaje. Son tanques verdes, de planta redonda y con capacidad para veinte o treinta mil litros. Prácticamente todas las casas aisladas los tienen, y muchas veces los vemos también en edificios públicos. Suelen estar pegados a la pared de la vivienda, conectados a los canalones mediante una tubería; pero también los hay separados, y entonces el tubo va enterrado por el suelo, después asciende y llena el depósito en virtud del sistema de los vasos comunicantes.

Hacia la costa
Hacia la costa
Continuamos el descenso hacia la costa. Al llegar a Haast Junction torcemos hacia la izquierda, dirección Sur. Desde aquí hasta Jackson´s Bay, el final de la carretera, hay 46 kilómetros, y en todo el camino solo nos cruzamos con un par de coches. No en vano nos encontramos en la zona más remota y menos poblada de la isla, que ya es decir.
La carretera está formada por una interminable recta que sigue la costa a través de un denso pasillo de árboles. La vegetación es tan densa que parece la selva de Sumatra o de Borneo. Pasan tan poco vehículos que si exceptuamos el espacio dejado por las roderas de los neumáticos, una pátina verde cubre el asfalto. Es musgo.

Jackson´s Bay
Jackson´s Bay
Jackson´s Bay
Jackson´s Bay, apenas cuatro casas. En 1875 hubo un intento de asentar cuatrocientos colonos, pero las condiciones eran tan duras que tres años después la mayoría se marchó. Como testimonio de aquellos años heroicos quedan algunas fotos y el cementerio de los pioneros. También una tienda de recuerdos. En la puerta, un cartel reza que se encuentra cerrada por el aviso de lluvias torrenciales, no sabemos si pasadas o por venir. A la entrada del pueblo, en la carretera, hay maquinaria pesada limpiando las piedras y las rocas que han caído con los desprendimientos. Estos parecen habituales, pues hay carteles que advierten a los conductores que no se detengan.
Este es el punto más cercano al Milford Sound por esta zona (apenas 95 kilómetros en línea recta). Nos duele no haber ido, pero las cosas vienen como vienen. Volvemos sobre nuestros pasos hasta el puente sobre el río Arawhata. Queremos hacer una ruta a pie hasta el Lago Ellery, pero la pista forestal que conduce hasta él me disuade: no existe ningún cartel que haga referencia al paseo, y sí en cambio una señal naranja con el texto SLOW LONG NARROW ROAD. Así que nos conformamos con bajar al inmenso pedregal del río. La estupenda temperatura nos hace olvidar las penurias pasadas. Si, como hemos leído, esta zona alcanza una precipitación de cinco mil litros anuales, está claro que hoy hemos tenido una suerte bárbara.

Río Arawhata
Río Arawhata
The long and narrow road
Tanto al ir como al venir se nos arrima un pájaro. Se trata del fantail o cola de abanico, que evoluciona muy cerca sin mostrar ningún miedo: danza, despliega su cola, vuela en línea recta hacia nosotros y en el último momento nos evita con una acrobacia. Resulta tierno y terriblemente encantador.
Desandamos camino hasta Haast Junction rodeados de la misma y obsesiva soledad. Esta misma soledad en el campo uno la asume, pero en carretera resulta raro, como si te estuvieras metiendo en algún sitio peligroso del que todos han huido. Además, desde ayer no tenemos cobertura de móvil, y junto a las escasas viviendas que hay al borde de la ruta vemos unas pequeñas antenas circulares, supongo que será la forma que tienen de acceder al teléfono y tal vez a Internet.

Haast Junction
Pese a su reducido tamaño, Haast tiene dos gasolineras. Paro en la más alejada de la carretera principal, pero cuando veo el precio (1,55 dólares) salgo corriendo. Qué morro tienen algunos, hasta ahora hemos pagado 1,14 de media. Por si fuera poco tienen un cartel asegurando que es la última gasolinera en los siguientes 160 kilómetros, lo cual es mentira (Fox está a 123 kilómetros). Quinientos metros más allá está la otra. Aunque el precio es más decente (1,33) desistimos de llenar porque aún tenemos gasoil. Intentamos comprar pan, pero se les ha acabado. Andamos necesitados de productos frescos y no vemos la posibilidad de adquirirlos en ningún sitio; la verdad, no sabíamos que nos adentrábamos en un espacio tan deshabitado.
Atravesamos el río Haast muy cerca de su desembocadura por un larguísimo puente de un solo carril. Tan largo es que tiene un par de passing-bay para que los vehículos puedan cruzarse. Comemos en un merendero a la orilla, y el resto de la tarde lo dedicamos a recorrer en completa soledad los kilómetros que quedan hasta el Glaciar Fox. La carretera bordea la costa y después, a partir del Lago Moeraki, serpentea hacia el interior. Sobre el mapa aparecen puntos que presumiblemente son pueblos, pero cuando llegas al sitio a los sumo hay dos o tres casas, o la escuela, o el Community Center.

Puente sobre el río Haast
Costa Oeste
Llegamos a destino a las cuatro y media de la tarde. Entramos en el pueblo para echar gasoil (de nuevo a 1,33) y comprar comida en un General Store, que yo pensé que solo salían en las películas de vaqueros. Llevamos todo el día sin encontrar un sitio donde depositar nuestra basura (este asunto en Nueva Zelanda es tema aparte, y da para escribir otro libro). Como en la puerta de la tienda hay un contenedor, pues aprovechamos.
Nos damos tanta prisa en estos menesteres que a las cinco estamos en el aparcamiento del glaciar. Según los paneles, hasta el mirador se tarda una hora solo ida, de manera que nos llevamos agua, comida y las linternas.

Puente monocarril llegando a Fox
Camino del glaciar
El primer tramo de la ruta nos lleva por el gigantesco cañón que cavó el hielo durante milenios. Hemos visto los indicadores de hasta donde llegaba el glaciar en 1750, en 1935 e incluso en 2008, y el retroceso es abrumador. Por todas partes hay advertencias conminándote a que no abandones el camino por el riesgo cierto de desprendimientos.
La segunda parte del recorrido consiste en una descomunal subida por la morrena lateral. El terreno es aquí tan cambiante que vemos tramos antiguos del camino sepultados por las avalanchas. El punto de humor en lo más duro de la subida lo pone un cartel que avisa de que estás en zona de caída de piedras y que por lo tanto no te pares. Pero ¿cómo pretenden? ¿Vas con la lengua fuera y todavía tienes que hacer un sprint?

Glaciar Fox
Glaciar Fox
Atardece en las altas cumbres
Desde el mirador la vista no es gran cosa, apenas una lengua pardusca. Me producen muchísima tristeza estos glaciares en agonía. Supongo que desde el helicóptero las perspectivas serán diferentes.
El sol se ha puesto hace mucho, y regresamos al aparcamiento con los últimos vestigios de claridad. Todavía nos cruzamos con gente que sube. ¡Y nosotros pensando que era tardísimo!
Todavía nos quedan hasta Docherty Creek, nuestro lugar de pernocta, 24 kilómetros. Se nos hacen muy largos porque es de noche, y por la enorme cantidad de curvas que tiene la carretera.

Kilómetros etapa: 298
Kilómetros viaje: 2.521

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