Último día. Antes de que recojamos los bártulos, dos caravanas
vecinas han hecho lo propio y continuado viaje. Antes de venir a
Canadá pensé que quienes petaban los cámpings serían extranjeros,
pero no: en su mayoría se trata de personal local. A juzgar por el
enorme número de autocaravanas y sobre todo caravanas que hemos
visto, a los canadienses les mola la vida nómada. Por mi parte, les
envidio el que dispongan de un país tan vasto para perderse.
Marca de garras de oso
Johnson Lake
A poca distancia de aquí se encuentra el Johnson Lake, tan pequeñito
que lo rodeamos dando un paseo. Aquí tampoco nada de guiris, todos
gente de la zona.
Es la despedida. Paramos por tercera vez en el súper de Canmore y
después invertimos en gasolina los billetes de dólar restantes.
Calgary está a solo cien kilómetros así que, por alargar un poco
la cosa, en lugar de irnos por la autopista elegimos la carretera
antigua, que circula por la ribera opuesta del río Bow. Paramos a
comer junto al lago Gap. Por la otra orilla vemos circular uno de
estos trenes kilométricos que tanto nos fascinan. Número de
vagones: 200. Tiempo de paso: 4 minutos 28 segundos (grabado en
vídeo).
A partir de aquí la carretera panorámica deja de serlo, ya que se
estrecha y deforma tanto que vuelve la conducción cualquier cosa
menos placentera. Es tan cansado que, con 45 kilómetros recorridos
desde la comida, hacemos un alto junto al Ghost Reservoir
Provincial Recreation Area. Faltan 60 kilómetros hasta Airdrie,
y a lo largo del día hemos intentado por teléfono,
infructuosamente, encontrar sitio en algún cámping de las
inmediaciones. Decidimos echar aquí un vistazo, pero: a) No tienen
sanidump, y la auto hay que devolverla mañana con los
depósitos vacíos. b) Dormir cuesta 31 dólares que se dejan en
efectivo en una hucha, y nosotros ya hemos agotado nuestro cash.
Por último, c) Bego descubre un cartel donde se avisa de que las
armas deben permanecer guardadas dentro de los vehículos, y que está
terminantemente prohibido disparar dentro del campamento (!). La
sensación, además, de que unos cuantos habituales se han apropiado
del recinto es muy fuerte.
Pese a mis dudas, Bego insiste en que nos vayamos, y ahora sé que es
la mejor decisión que pudimos tomar: mientras escribo estas líneas
leo en Google las reseñas del sitio, y no pueden ser peores:
borracheras, música a todo volumen hasta las tantas, motos a toda
pastilla circulando sin luces por el recinto, fuegos artificiales (¿o
serían tiros?)... Vamos, un recuerdo imborrable para nuestra última
noche en Canadá.
A partir de Cochrane las carreteras están como trazadas con
tiralíneas, y forman una especie de retícula que obliga a subir y a
bajar. Hacia el norte el cielo lleva horas oscureciéndose
ominosamente. Entre Calgary y Airdrie está Balzac, donde existe un
Campground RV Park & Storage, tambiéncon muy mala puntuación y que
para colmo no ha respondido al teléfono en todo el día. Si está
cerrado o lleno, tocará dormir junto a algún centro comercial.
Tenemos suerte. El sitio está abierto, y pillamos al dueño o
recepcionista a punto de cerrar. El lugar es una extraña mezcla de
chatarrería y párking, pero tiene agua y vaciado, y a nosotros nos
vale. Encajamos nuestro vehículo entre dos enormes caravanas, una
recién estrenada y otra del año de la polka.
Nuestra intención hoy era ir al lago Esmeralda, pero al estar
etiquetado como lugar hipermegaturístico, lo dejamos para la tarde y
elegimos el lago Sherbrooke. Enfilamos la Highway 1, pasamos de nuevo
junto a Lake Louise y cruzamos otra vez a la Columbia Británica tras
subir un impresionante puerto. Este habría sido nuestro camino desde
Vancouver de no habernos desviado hacia Radium Hot Springs.
Lago Sherbrooke
En el aparcamiento de Sherbrooke los coches no llegan a la veintena,
cuando a estas horas en Emerald deben de estar hasta la bandera.
¿Motivo? Lo primero es el nombre, dónde va a parar mucho más
atractivo. Lo segundo, sin duda más importante, es que desde el
aparcamiento hasta Sherbrooke son 6 kilómetros ida y vuelta, por no
hablar de los 223 metros de desnivel y ambos son argumentos de peso.
Donde haya un lugar atractivo a pie de automóvil, que se quiten los
demás.
Lago Sherbrooke
El sendero asciende por la ladera arbolada. Al principio el ruido de
la autopista es bien patente, pero conforme ascendemos disminuye.
Como de costumbre, ansiamos y tememos encontrarnos con un oso. Tras
la subida, llaneamos y llegamos a la orilla. Estamos solos.
Lago Sherbrooke
Lago Sherbrooke
El color del lago, rodeado de montañas, no tiene que envidiar a
ningún otro esmeraldiano. El desaguadero está orientado hacia el
sur, y se halla parcialmente bloqueado por un amasijo de troncos
flotantes, aunque no parece obra de castores. A unos centenares de
metros, en la orilla opuesta, se distingue una especie de chapoteo.
Las salpicaduras son demasiado grandes como para que pueda causarlas
el viento. Tal vez sea nuestro ansiado oso bañándose, pero como no
hemos traído los prismáticos nos quedamos con las ganas.
Camino de regreso con bastante calor. Las pocas personas con las que
nos cruzamos saludan, algo impensable en los destinos saturados. Tras
comer y descansar en la auto, continuamos hasta la siguiente parada,
el Lower Spiral Tunnel. Como su nombre indica, consiste en una
singular obra de ingeniería que salva el considerable desnivel del
puerto mediante un túnel que cruza sobre sí mismo a diferentes
alturas. Por la primitiva vía solo podían circular trenes de cinco
vagones, y la pendiente era tal que las ruedas del último coche
quedaban por encima del techo de la locomotora.
Nuestros amigos, los camiones
No hemos terminado de aparcar cuando vemos a los ocupantes de un
autobús descender y apresurarse hacia el mirador. No me creo que
hayamos tenido tanta suerte como para coincidir con un tren pero
resulta que sí: menuda sensación, como si de una maqueta se
tratara, ver al gigantesco gusano entrar y salir simultáneamente del
túnel y, como añadidura, pasar también por delante y debajo de
nosotros.
Extasiado, me apoyo en el pretil del mirador, donde han instalado
unos paneles explicativos. Entonces oigo a una de las miembras del
autobús decirme, en el español más desabrido posible, que me
aparte para que pueda leer. Sin contestar, hago lo que me pide y
cuando vuelvo a mirar, treinta segundos más tarde, ella y su cohorte
han desaparecido.
Natural Bridge
Aquí, el Kicking Horse River
Y aquí, a la derecha, el gilipollas de las chanclas que casi se cae al agua.
Son ya muchos días de viaje y el cuerpo y el ánimo pesan como el
plomo, pero hay que terminar. Bajamos otros 11 kilómetros más (a
este paso llegamos a Golden) hasta el Natural Bridge, que no
es exactamente un puente, sino el lugar donde el río Kicking Horse
se ha abierto paso perforando la roca. Ignorando lo accidentado del
piso, los turistas -incluso madres con hijos pequeños- saltan
alegremente las barandillas y se aproximan a la corriente para
obtener los mejores selfies. Un idiota con chanclas trastabilla y
está a punto de caer a la corriente. El sitio es precioso, pero tal
grado de estupidez nos pone de los nervios, de manera que regresamos
a la auto y recorremos los 7 kilómetros que faltan hasta el lago
Esmeralda. El aparcamiento es enorme y a esta hora se encuentra
semivacío, no quiero ni imaginármelo en hora punta. La verdad es
que es un lugar muy bonito, qué pena de masificación.
Emerald Lake
Emerald Lake
Emerald Lake
Emerald Lake
Hoy toca cambiar de cámping por el follón de las reservas. Para la
última noche en la zona de Banff, nos hemos tenido que mudar al de
al lado, que es el Tunnel Mountain Trailer Court. Como su
nombre indica, está dedicado exclusivamente a caravanas y
autocaranas. El acceso a las parcelas es comodísimo, pues se hallan
dispuestas en batería, a ambos lados de las calles, tal y como si
fuera un aparcamiento, pero a suficiente distancia unas de otras.
Además, cada una cuenta con toma de agua, de electricidad y desagüe
para vaciado de sucias. Justo antes de acostarnos, oímos un ligero
golpe y una especie de siseo. Salgo a investigar y me encuentro con
que la manguera del agua corriente se ha salido del enganche. Como no
me apetece pelearme a estas horas con la rosca, cierro el grifo y
mañana se verá. Menos mal que el incidente no ha ocurrido de
madrugada, porque nos habríamos encontrado por la mañana encima de
un vergonzoso charco.
Esta mañana hemos encendido el generador lo justo para hacer las
tostadas, apenas cinco minutos, y de inmediato el vecino ha puesto en
marcha el suyo.
La cosa podría ser casual, pero es que ayer ocurrió exactamente
igual. Luego no lo para enseguida, sino que lo deja funcionando un
par de horas (más otras dos de propina por la tarde). Este señor es
el mismo que ha instalado sus placas solares justo en límite las dos
parcelas, pero orientadas hacia nosotros. Y ayer le oímos decir en
voz alta y con tono despectivo la palabra Outsiders. Ignoramos
qué habremos hecho para merecer su ira, pero tenemos la impresión
de que no le caemos muy bien. O tal vez es uno de esos tipos que
consideran que todo el cámping es suyo. Aprovecho su ausencia y me
aproximo a su autocaravana para leerle la matrícula. Dice pertenecer
a un país famoso por sus tiroteos masivos, esperemos que no guarde
un AR-15 en el interior del vehículo.
Canmore está a 24 kilómetros del cámping, pero preferimos darnos
el paseo a tener que cargar con la compra por Banff casi un
kilómetro. Hasta ahora hemos ido esquivando los trenes, pero a la
entrada de la localidad pillamos uno y toca esperar. Es tan largo y
tarda tanto en pasar que los accesos al pueblo se colapsan por
completo.
Canmore
Volver al súper del primer día otorga al viaje un aura de
veteranía, pero también supone el anuncio de que esto se está
terminando. Bullen dentro todas las vivencias y los kilómetros
recorridos. Y también, cómo no, un cansancio descomunal.
Con la nevera llena volvemos sobre nuestros pasos, pero no a Banff
sino al lago Minnewanka, que como el Okanagan tiene forma de
serpiente o de dragón, aunque mucho más pequeño.
Minnewanka
Minnewanka
Minnewanka es siux significa “Agua de los Espíritus”, y
fue recrecido en 1941 mediante una presa. Son populares los paseos en
barco, pero como creemos que superar la excursión del Maligne va a
ser muy difícil, así que optamos por la ruta a pie que bordea el
lago. Hace tanto calor que mucha gente se baña. La chica de
información nos ha recomendado no pasar del puente del Stewart
Canyon por la posibilidad de encontrarnos con osos (ni somos grupo de
cuatro ni traemos spray), pero como vemos que algunos excursionistas
continúan, nos aventuramos un poco más. A la vuelta, y de nuevo en
el puente, nos encontramos con un grupo de cabras que pretende
cruzar, pero con tantos humanos no se atreven. La gente no para de
sacarles fotos, y a los que somos un poco más de pueblo nos toca
hacerles ver que, como no se aparten, las pobres cabras no van a
pasar y sufrirán estrés.
Puente del Stewart Canyon
Lago Minnewanka
De vuelta a la auto, convenimos que el parking está tan inclinado y
hace tanto calor que mejor nos movemos a otro que vimos a unos
kilómetros de aquí, llano, casi vacío y con sombra. Al parecer,
aquí nace el sendero que lleva al pueblo minero abandonado de
Bankhead. Pero nuestros planes para esta tarde son otros, a saber: un
descenso de río en lancha neumática. Un rato antes de la hora
convenida cruzamos Banff de nuevo en busca del lugar señalado, justo
debajo del Banff Springs Hotel y enfrente el Surprise Corner. Como no
nos pidieron nada al hacer la reserva pagamos ahora, lo que nos
parece todo un detalle.
La barca
Llega la hora, nos ponemos los chalecos salvavidas y somos repartidos
entre las diferentes barcas. En la nuestra, aparte de nosotros y el
guía-remero, vienen dos hombres jóvenes con su padre, con aspecto
de ser de la India o alrededores.
Banff Springs Hotel
Los Hoodoos
Bow River
La organización tiene el acierto de soltar las barcas escalonadas,
de manera que disfrutamos en solitario de la travesía. Si alguien
busca emociones fuertes, me temo que tiene que ir a buscarlas a otro
sitio (por ejemplo en las Bow Falls, donde los dobles de Marilyn y
Robert Mitchum estuvieron a pique de ahogarse mientras rodaban la
escena de la balsa). Nuestro guía es un joven muy agradable que
bromea con los pasajeros al tiempo que nos va explicando. Mientras,
los rayos menguantes del sol arrancan destellos dorados al agua, a la
orilla boscosa, a las montañas cercanas. Resulta todo muy relajante,
y casi se puede escuchar a Marilyn cantando
If you listen you can hear it call...
There is a river called the river of no return
Sometimes it's peaceful and sometimes wild and free!
Love is a traveler on the river of no return
Swept on forever to be lost in the stormy sea
[…]
Bow Falls
El bus
El regreso a la base lo hacemos en un autobús escolar como los que
salen en las películas, y que debe suscitar muchos recuerdos y
vivencias entre algunos pasajeros, porque oímos a una mujer decir:
“¡Entonces parecía más grande!”
Hoy nuestra casa con ruedas se va a tomar un merecido descanso. El
destino de esta mañana cae tan cerca que salimos del cámping a pie.
Son los Hoodoos o chimeneas de hadas. No tienen punto de comparación
con las de Capadocia, pero las vistas del valle del río Bow sí que
son inigualables. También vemos unas lanchas neumáticas siguiendo
la plácida corriente. Tomamos nota mental por si nos animamos.
El valle del río Bow
El mirador continúa durante unos cientos de metros por el borde del
farallón. Encontramos dos de las famosas sillas rojas que hay
repartidas por todas las Rocosas y las aprovechamos, pero al cabo de
un breve espacio nuestra paz se ve alterada por un ominoso grupo de
turistas procedentes de un autobús. Trato de ignorarlos, pero en
vano: algunos se interponen entre nosotros y el sagrado paisaje (con
la de espacio que hay). Una mujer incluso se saca un selfie
con su móvil plantado a un metro de mi careto. La miro
insistentemente buscando la confrontación, pero la tipa tiene una
jeta de cemento y ni se inmuta. Finalmente se largan por donde han
venido.
Las sillas rojas
Regreso a la auto con mucho calor. Tras la comida y el descanso
reglamentarios, nos vamos hacia la parada del autobús (la empresa
municipal viene hasta aquí y te lleva a Banff gratis. La vuelta sí
que te la cobran). El centro está muy animado. Todos los edificios
tienen un máximo de dos plantas, y se ve todo muy cuidado. Me llama
la atención que corten la calle principal al tráfico mediante unas
barreras que se abren cuando llega el bus urbano (eléctrico). Los
semáforos para peatones de los cruces se ponen simultáneamente en
verde, y hay carteles que te animan a atajar en diagonal. La lista de
lugares al aire libre en los que está prohibido fumar al aire libre
es interminable: paradas de autobús; aceras y zonas peatonales;
parques municipales y senderos; exterior de mercados y eventos; a
menos de cinco metros de puertas, ventanas abiertas o tomas de aire,
así como en la cercanía de niños que no estén bajo nuestra
custodia o control. Cuando veo este tipo de cosas siento envidia,
pero de la mala.
Prohibiciones de fumar
El futuro
Cascade Mountain (2.998 m.) desde el centro de Banff
Llegamos a la orilla del río, transformada en una exposición de
arte al aire libre (¿tampoco hay aquí vandalismo?). En las vallas
de las casas junto al río juguetean las ardillas. Pasamos junto a
las cascadas, que más bien son rápidos, y llegamos a Surprise
Corner, que para nosotros supone una auténtica sorpresa por lo
difícil que resulta acceder a la orilla. Enfrente se levanta la mole
del Banff Springs Hotel, que por lo imponente recuerda a Hogwarts,
aunque en moderno. Su inquietante silueta propicia las historias de
terror que circulan sobre él, como los fantasmas de la novia y un
antiguo botones, o la de la habitación 873, donde al parecer una
familia entera fue asesinada. Según cuentan, como allí no había
quien pegara ojo, al final la tapiaron, dejando entre la 872 y la 874
un inquietante vacío.
Fuente: http://thestalkingmoon.weebly.com/
Fuente: https://www.outofthepastblog.com/
Divertida escena previa al rodaje en el plató (misma fuente)
En esta zona también se rodó River of No Return (1954), con
Marilyn Monroe y Robert Mitchum, dirigida por Otto Preminger. Tanto
este último como Monroe tuvieron que trabajar en esta película
contra su voluntad, por obligaciones de contrato. Ambos expresaron su
frustración con el guion, que consideraban superficial. Sin embargo
el film, que tuvo un notable éxito, es un popular western clásico.
Bow Falls
La protagonista
Río Bow con las últimas luces
De regreso al pueblo, buscamos algún sitio cercano al súper donde
poder aparcar mañana, pero no lo encontramos, así que si queremos
comprar comida no quedará otra que ir hasta Canmore. Fotos y vídeos
de las hipnóticas aguas turquesa del río y vuelta al autobús, que
sube hasta los topes. Primero para en una urbanización muy pija
donde se baja casi la mitad y luego de cámping en cámping, hasta el
nuestro, que es el último. El conductor, un joven barbudo, se porta
muy amable y procura que nadie se pase de parada.
Hoy no es que hayamos remoloneado excesivamente, pero para cuando
queremos salir del cámping ya son las diez de la mañana, y volvemos
a experimentar el estado de gracia que supone el turismo masivo: los
dos aparcamientos del Johnston Canyon están llenos hasta la bandera.
Cabreo máximo: hay turismos ocupando el espacio destinado a
autocaravanas. Y en lo que respecta al cámping, ya podían habilitar
un espacio destinado a pre o post clientes. En fin, ajo y agua.
Decidimos irnos a pasar el día a Banff y volver por la tarde, cuando
todos estos hayan regresado a sus hoteles. Circulamos por la antigua
carretera, que va paralela al río Bow pero lejos del humo y de las
prisas de la autopista.
Por el camino nos encontramos cabras salvajes, de las de los cuernos
girados sobre sí mismos, en dos ocasiones. En la primera hay un
coche parado en mitad de la carretera, y ya sabemos lo que eso
significa. Esperamos pacientemente nuestro turno, pero un tipo con
autocaravana no puede resistirse e intenta saltarse su turno adelantándonos a nosotros y al primer vehículo.
Resultado: las cabras se asustan y salen huyendo. Eso por ansia.
La segunda vez nos topamos con el rebaño al salir de una curva.
Están en la cuneta, comiendo no sé qué porque allí no hay ni una
brizna de hierba. Es relajante su tranquilidad y su ausencia de
temor.
Al llegar a Banff, vuelta al agobio: no encontramos aparcamiento, ni
siquiera en el lugar habilitado para autos, que es la estación de
tren. Decidimos investigar por nuestra cuenta y damos con muchísimo
sitio en The Fenlands Banff Recreation Centre, casi
enfrente de donde empieza un sendero circular por zona
pantanosa. Nuestra idea era prolongarlo hasta los Vermilion Lakes,
pero hay que caminar por una antipática carretera a pleno sol, de
modo que al cabo de un rato nos damos la vuelta.
Vermilion Lakes
Fenland Trailhead
De regreso a la auto nos encontramos con un montón de turistas
asiáticos haciendo cola... para hacerse una foto junto a las letras
en 3D de Banff. Ver para creer.
Tras la comida y el repostaje de gasolina (ahora sí, a precios de
Alberta), vamos a echar un vistazo al cámping, por si regresamos
tarde. Nuestro alojamiento para las tres próximas noches es el
Tunnel Mountain Village I Campground, uno de las tres enormes
instalaciones de este tipo que hay en Banff, a su vez dividido en
diez secciones con forma de parrilla.
Confieso que esto del Tunnel Mountain me tenía intrigado, ya que por
más que examinaba el mapa no encontraba ningún túnel (el pueblo
Stoney llamaba a esta elevación Búfalo Durmiente, por su
forma). Hasta que, ya de vuelta en casa, Wikipedia desentrañó el
misterio: resulta que en 1882, cuando los trabajos topográficos
previos a la construcción del ferrocarril, el ingeniero al cargo
sugirió la construcción de un túnel que atravesara la montaña.
Finalmente, la idea se descartó por cara y poco práctica y se
eligió otro trazado, pero el nombre permaneció.
Una vez realizado el check-in y localizada la parcela, nos vamos para
el Mount Norquay Lookout, al que se asciende a través de una
zizagueante carretera. Desde aquí, las vistas de Banff y las
montañas circundantes son, en verdad, impresionantes.
Mount Norquay Lookout
A continuación, y ahora sí, regresamos al Johnston Canyon,
adonde llegamos sobre las seis de la tarde. Como era de esperar, el
aparcamiento se halla prácticamente vacío de las hordas turísticas
que lo ocupaban esta mañana. La ruta se puede hacer bien hasta las
Lower Falls (1,6 kilómetros) o hasta las Upper Falls
(5 kilómetros), en ambos casos ida y vuelta). Elegimos subir hasta
las segundas, porque tanto la distancia como el desnivel (150 metros)
nos parecen asequibles. El sistema de pasarelas me recuerda al del
Wolfsklamm, en el Tirol austríaco. Llegamos a las Lower Falls
y prácticamente hay que guardar cola para sacarse una foto. Me
pregunto cómo sería esta mañana.
Camino de las Lower Falls
Upper Falls
Últimos rayos en las Upper Falls
Seguimos hasta las Upper. Por el camino vamos coincidiendo con una
pareja y sus tres hijos pequeños. Evidentemente son amerindios o,
como dicen por aquí, gente de las Primeras Naciones. Cuando les
saludamos, la mujer se muestra agradablemente sorprendida: tal vez no
estén acostumbrados a que los turistas blancos les digan nada. Por
otro lado, y aunque jóvenes, llama la atención su terrible
obesidad. Trato de imaginarme su nada fácil existencia, confinados
en la reserva, extraños en la tierra que un día fue suya,
malviviendo con las ayudas del Gobierno y sin expectativas ni
proyectos de futuro. En esas condiciones, ¿cómo extrañarse de
que la pésima alimentación, el alcoholismo y la desesperación
hagan presa en ellos?
Noche horrísona por culpa de los trenes que pasan al otro lado del
río. Espeluznantes chirridos metálicos en los frenos de estos
interminables convoyes. Ahora comprendo el cartel que vimos a la
entrada de un cámping. Entre las bondades enumeradas figuraba la de
No trains!
American Dream
Tal vez por eso esta mañana nos ha costado salir de la cama, y para
cuando hemos estado visibles, nuestros vecinos ya se habían
marchado, lo cual da un poco de pena. Una vez listos, nos vamos hasta
un Save-On-Foods, que es la cadena de súpers a la que
finalmente hemos tomado cariño (como su nombre indica, se centran
casi exclusivamente en alimentación, y son por tanto más manejables
que las grandes superficies). Allí compro una bolsa de cerezas
canadienses, que han sido otra de las sorpresas del viaje y que,
dicho sea de paso, están riquísimas.
Cerezas canadienses
El liquor store de al lado del super cierra los domingos, de
modo que me voy dando un paseo hasta el más cercano. La vendedora es
una mujer de mediana edad muy amable. A la vuelta y con la idea de
atajar cruzo por medio de una urbanización, y la sensación de
hallarme dentro de una película es total: casitas estándar como
salidas de los Simpson, césped y árboles en el jardín delantero
(sin vallar). Otra mujer, esta con tres chicos y un perro, pasa a mi
lado y me saluda, como si fuera uno más de la comunidad. En España
me ignoraría o me miraría con desconfianza, sopesando si soy el
ladrón que se propone desvalijarles la casa.
Ayer, a la entrada de Golden, encontramos avisos de que la Highway 1
de aquí a Lake Louise se encuentra cortada por obras. Después
averiguamos que dichos cortes tienen lugar de lunes a viernes y hoy
es sábado, pero ya hemos pensado en alargar el viaje hasta Radium
Hot Springs y remojarnos en su balneario. Para ello tomamos la
carretera 95, que sigue el curso del río Columbia, el cual forma una
llanura aluvial de más de un centenar de kilómetros. Pocos coches,
pueblos diminutos y granjas aisladas. El río se expande en múltiples
brazos, lagunas y meandros, y mi felicidad llega al máximo cuando
encuentro un lugar donde poder despegar y grabarlo. No sopla viento,
luce el sol y, que se sepa, aquí no está prohibido. Las tomas
cenitales de las lagunas, tapizadas de plantas acuáticas, parecen la
versión canadiense el Delta del Okavango.
Por fin llegamos al balneario, que se encuentra cruzando el pueblo a
la izquierda. Lo malo es que hace bastante calor, y como la piscina
de agua fría se encuentra en obras, en la caliente al sol no hay
quien aguante. Es verdad que hay una especie de jacuzzi de agua
helada, pero el contraste entre una y otra agua es incluso doloroso.
Kootenay Valley
Después de comer continuamos por la carretera 93, denominada también
Banff-Windermere Highway, que asciende hasta el valle de
Kootenay. Durante el descenso nos alcanza una tormenta. Apenas
llueve, pero el viento lateral es tan fuerte que no me queda más
remedio que circular a 70-80 kilómetros por hora. Algunos, al
adelantarme, hacen sonar su claxon indignados. Pero bueno, qué
pretenden, que me eche a la cuneta para que ellos puedan correr?
Numa Creek
Numa Creek
Nos detenemos en un área de descanso con la esperanza de que amaine
el viento, y al salir toca hacer maniobras debido a un árbol que se
ha desplomado sobre el camino. Después hacemos dos paradas más: la
primera, en Numa Creek para admirar los rápidos del río
Kootenay. La segunda es un corto paseo a pie por el Marble Canyon,
profundo y retorcido, que se puede contemplar desde infinidad de
puentes. Las laderas cercanas presentan las cicatrices de un pavoroso
incendio.
Con lo cerca que estamos de Banff, es posible que a lo largo del día
sean muchas las personas que visitan este lugar, pero a estas horas
no hay prácticamente nadie. Es verdad que con tan poca luz las fotos
desmerecen bastante, pero a cambio te llevas el regalo de la paz y la
tranquilidad del sitio.
25 kilómetros después y tras un fuerte descenso llegamos a
territorio conocido: Castle Junction y por último a nuestro destino,
el camping del Johnston Canyon. Encontramos la parcela
reservada con facilidad. Como estamos de nuevo en Alberta, aquí todo
el mundo tiene encendida su fogata, aunque no tenemos claro si la
finalidad es preparar la cena o espantar a los numerosos y
ferocísimos mosquitos.