miércoles, 23 de agosto de 2023

 VIAJE AL PAÍS DE LAS ARDILLAS

Nota previa: Este viaje ha supuesto para nosotros, sobre todo al inicio, una acumulación de dificultades y problemas varios, intento de estafa incluido. Si lo que te interesa es solo la parte técnico-descriptiva, por favor empieza en el capítulo 2 donde dice El vuelo).

Podía haber sido el oso, o el lobo, o los pumas. Pero la verdad es que no vimos ninguno, y en cuanto a los alces... En fin, que ardillas encontrábamos por todos sitios: en los parques periurbanos y en lo más profundo del bosque, en los campings y en el centro de las ciudades. Nos sedujeron sus morisquetas, sus carreras y sus gestos gráciles de bailarina, y descubrimos que existen unas cuantas especies. Sé que en la India no les tienen mucho aprecio y las consideran poco menos que ratas, pero lo cierto es que conquistaron nuestros sentidos y nuestro corazón.

Casi siempre empezamos a planear un viaje apenas terminamos el anterior, aunque la idea de este era ya antigua: desde 2008 conservaba con primor el relato de un viaje a las Rocosas, sacado de Internet. Sin embargo, también he de decir que este ha sido probablemente el más laborioso y repleto de incidencias de todos los que he realizado.

Primero era preciso decidir el recorrido. Nuestra idea inicial era apearnos en Toronto para ver Niágara, pero los precios de los vuelos internos nos disuadieron (no son caros para quien viaja con equipaje de mano, pero sí para el turista, pues te clavan al facturar maletas). También incrementaba bastante el precio el que los aviones de ida y de regreso salieran de ciudades distintas, de modo que nos resignamos a sacar con Air Canadá un billete de ida y vuelta Madrid-Calgary con escala en Toronto. Bien es verdad que las reseñas que encontré de la compañía no eran muy buenas, pero siempre piensas que la china no te va a tocar a ti. En cuanto a la autocaravana, y después de mirar con lupa todas las empresas, nos decidimos por Fraserway, que parecía ser la que más contenta tenía a la gente. Sin embargo, no contratamos directamente con ellos sino a través de Camperdays, una agencia intermediaria con sede en Colonia. El motivo fue que Fraserway te exigía que abonases a tocateja, mientras que Camperdays nos permitía pagar en junio. Elegimos la Class C Motorhome-Large, un bicho de 7,67 metros de largo y casi 6.000 kilos de peso (que por cierto en Canadá puedes conducir con carnet de coche) y un depósito para gasolina de 200 litros que, aparte del vuelo y del alquiler, supondrá el mayor dispendio de todo el viaje.

Apenas habían pasado unos días cuando Camperdays se pone en contacto con nosotros para comunicarlos que, para las fechas fijadas, la empresa no dispone del vehículo en cuestión, y como alternativa nos ofrecen un pick-up con la casa a cuestas o una camper. Respondemos que no. Es un viaje de muchos días, y no queremos andar como piojos en costura. Ya nos vimos en esa tesitura en Islandia y preferimos acortar el viaje a prescindir de la autocaravana. Para asegurarnos de que no se trata de una milonga, escribimos directamente a Calgary. Nos confirman que efectivamente no disponen del vehículo de marras, pero que si estamos muy interesados podemos intentar ir en otra época (!). Vuelta a contactar con Camperdays para buscar otro rango de días dentro del verano. Y entonces, como por arte de magia, la autocaravana deseada aparece.

Resueltos el vuelo y la auto, de la pernocta no me preocupo hasta mayo. Y ya es demasiado tarde. Sabía que las Rocosas son una zona superturística, pero no imaginaba hasta qué punto: a dos meses para el viaje, los campings están hasta la bandera. Y no es que nosotros seamos fanáticos de este tipo de instalaciones, pero es que en los parques nacionales de Canadá está prohibidísimo dormir en la calle. Además, el intento de robo que sufrimos hace dos años en Austria nos ha vuelto bastante precavidos. Con lo poco amigo que soy de planificar hasta ese extremo, paso días de bastante agobio buscando parcelas libres que coincidan con nuestro itinerario. Finalmente, y en función de lo que encuentro, altero el orden de los factores: en lugar de visitar primero Banff, iremos hasta Jasper, seguiremos hasta Vancouver y por último nos alojaremos en Banff a la vuelta. No mola nada ir a toque de corneta, pero es lo que hay. Durante junio, y a base de perseverancia, encontraré algunos huecos producto de cancelaciones que evitarán la congoja de andar por las noches escondiéndonos de los rangers.

Resueltas las cuestiones previas, el nuevo tema de preocupación es el de los incendios. En Canadá todos los veranos los hay pero este año, debido a una sequía extrema, los bosques han empezado a arder antes de tiempo, cubriendo de humo gran parte del país y llegando a comprometer la calidad del aire de ciudades como Nueva York. A finales de junio, gigantescas humaredas alcanzan España, y empezamos a preguntarnos si Canadá será este año el sitio idóneo para unas vacaciones.

Dice una ley de Murphy que cualquier situación es susceptible de empeorar, y es cierto: el 7 de julio, cinco días antes del viaje, llega una notificación de la compañía aérea con el asunto ACTION REQUIRED. Desde que compré el billete ha habido varios de estos avisos, que solían ser cambios en el horario de quince minutos a media hora, de modo que no le hice mucho caso. Hasta que, observando con más atención, descubro que la salida de Madrid es, efectivamente, el día 12, pero la de Toronto ¡es el 13! Vamos, que perdemos un día de alquiler de la autocaravana y además hay que buscarse un hotel en Toronto. En el correo viene un teléfono del otro lado del charco, y tras insistir un rato nos lo cogen. Explicamos nuestro problema y nos ofrecen volar a Frankfurt con Lufthansa y desde allí, con Air Canada, directamente a Calgary. Aceptamos y nos modifican el pasaje, aunque después de colgar nos damos cuenta de que hemos cometido una estupidez, porque no supone gran diferencia llegar a las tres de la tarde o hacerlo a las seis, y que en cualquier caso la compañía alquiladora te exige que, si llegas de un vuelo intercontinental, duermas una noche en hotel.

Pero la traca definitiva llega el día 12. Personalmente, esto del checking online en las 24 horas antes del vuelo siempre me ha dado un poco de yuyu. ¿Y si no funciona el sistema? Nunca nos ha ocurrido, pero esta vez la pesadilla se materializa. Me paso toda la mañana peleándome con las páginas de las dos compañías, hasta que finalmente llamo a Lufthansa. Allí me atienden muy bien, pero no solucionan el problema. Y en cuanto al teléfono de Canadá donde nos cambiaron en vuelo, pues no lo cogen. Me pongo a buscar en Internet el teléfono de Air Canadá en España, pero no contestan o sale una voz en portugués. Agobiado, busco en Google “air canada telefono españa” y en tercera posición encuentro una página llamada Flycoair, donde aparece un teléfono de Barcelona. Aquí sí responden enseguida. Explico mi problema y el telefonista me pregunta el nombre de la compañía. Pero bueno, ¿no era este un teléfono de Air Canadá? Tras varias demoras, el pavo me dice que puede arreglarme lo del billete, pero que para ello tengo que abonar casi cuatrocientos euros por cabeza. Mosqueo. Cuelgo. Me devuelve la llamada. Insiste aunque añade que, después de pagar, no cabe ninguna reclamación por nuestra parte, y que de todos modos tendremos que ir al mostrador de facturación. Vuelvo a colgar, y ya no hago caso de su rellamada. ¿Desde cuándo el agente de una compañía aérea te llama personalmente? Justo en ese momento me doy cuenta de que uno los comportamientos más repugnantes del mundo consiste en intentar engañar a la gente desesperada.

Hotel de Barajas

Salimos para Madrid dos horas antes de lo previsto. La idea es presentarse en Barajas y tratar de deshacer el entuerto pero, pese a la aseveración del risueño telefonista de Lufthansa, en los mostradores de facturación no hay ni un alma. Eso sí, el de información nos explica que “abren a las tres de la mañana”.

Nos vamos para el hotel y, con la preocupación, pasamos una noche de perros. A las cinco estamos otra vez en el aeropuerto y, con el corazón en un puño, nos ponemos en la cola de Lufthansa. Por fortuna, la persona encargada del checking resuelve el problema en un santiamén. Y sin pedirnos un duro. Buf. Estamos salvados.

Aparcamiento Larga Estancia de AENA


El vuelo





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