20 de julio, día 7.
En el Robson River Campground |
Anoche preguntamos por el lugar de llenado y vaciado, y nos dijeron que en el camping no había, pero sí en cambio en el centro de visitantes del Monte Robson, un kilómetro más allá. No lo
encontramos a la primera y toca volver a preguntar. Finalmente
averiguamos que se halla en Kinney Lake Road, que es la
carretera que conduce hasta el aparcamiento donde empieza el sendero
del mismo nombre. Al parecer, esta ruta quedó completamente
destruida a causa de unas inundaciones en 2021, y ha permanecido
cerrado al público hasta el pasado invierno. La verdad es que el
lago tiene muy buena pinta, pero la ruta son 10 kilómetros entre ida
y vuelta y un desnivel de 180 metros, y la verdad es que no estamos
por la labor: hemos salido del fresquito de las Rocosas y, por
primera vez desde que llegamos a Canadá, estamos pasando calor (hoy
da una máxima de 31 grados, que experimentamos como sofocantes), de
manera que caminamos un kilómetro acompañando el impetuoso torrente
y volvemos al parking, donde nos aprovecharemos (seguimos sin
cobertura) del wifi del centro de visitantes con vistas al monte
Robson, que con sus apabullantes 3.954 metros es el más alto de
las Rocosas canadienses. Los primeros habitantes lo llamaron
Yuh-hai-ha-kun, que significa “La Montaña de la carretera en
espiral”.
Monte Robson |
Robson River |
Monte Robson |
Si uno observa desde el satélite, comprobará que ahora mismo nos encontramos en una amplia pradera en mitad del bosque, evidentemente artificial. Unos carteles explican que aquí existió un campo de internamiento durante la Segunda Guerra Mundial, y su historia merece la pena ser contada:
A los 29.000 inmigrantes nipones que residían en Canadá -de los que
el 80 por ciento tenían nacionalidad canadiense- les llegaría
también la onda expansiva del ataque a Pearl Harbour. El 24 de
febrero de 1942, el gobierno de Ottawa declaró a sus ciudadanos de
origen nipón una “amenaza para la seguridad nacional”,
privándoles de sus derechos civiles y dictando su internamiento. De
nada les sirvió a algunos haber sido combatientes -incluso
condecorados- a favor de Canadá durante la Primera Guerra Mundial.
El plan también supuso la separación de las familias, lo que
provocó intensas protestas, hasta que a mediados de 1942 el Gobierno
anuló dicha orden. Sin embargo, sí que les confiscaron todos sus
bienes, desde casas a negocios o barcos de pesca, y los periódicos
en lengua japonesa fueron clausurados. Al finalizar la guerra, el
gobierno canadiense les obligó a escoger entre la deportación hacia
Japón –un país que había sido destruido, y que muchos de ellos
ni siquiera conocían- o ir a vivir al este de las Rocosas, en las
provincias de Ontario y Quebec. Hasta 1949 se les prohibió residir
en la Columbia Británica. Ese mismo año, recobraron sus derechos de
ciudadanos, entre ellos el derecho al voto.
(Fotografía: Tak Toyota / Biblioteca y Archivos de Canadá / C-047396) |
Durante las décadas siguientes, la comunidad nipona-canadiense
intentó obtener una reparación de parte del Gobierno federal.
Finalmente, en 1988, más de 40 años después, el Primer Ministro
presentó excusas a los sobrevivientes en nombre del Gobierno, y
ofreció una indemnización de 21 000 dólares a cada uno de los
afectados.
Overlander Falls |
Río Fraser |
Por la tarde nos acercamos a visitar las Overlander Falls, que no es nada espectaculares, pero sí muy fresquitas. Como no hay mucho más que ver por la zona, volvemos sobre nuestros pasos hasta el Moose Lake situado, al igual que las cascadas, sobre el río Fraser. Pese a medir 11 kilómetros de longitud, solo existe un lugar en el que es posible acercarse al agua, y es una rampa de botes situada en el extremo este. Nos sorprende que aquí, al igual que en las cascadas y en muchos sitios al aire libre, está prohibido fumar.
Prohibido fumar (cualquier cosa) |
En el arcén de enfrente se detiene uno de los camiones diabólicos,
y de él se bajan dos tipos con aspecto de recién escapados de la
cárcel. Menudo peligro. A partir de ahora, haré todo lo que esté
en mi mano para que esos engendros me adelanten.
El camión |
El tren |
El lago |
La luz es estupenda, y por primera vez desde que empezó el viaje tengo la posibilidad de grabar con el dron (en los parques nacionales hace falta permiso). Mi alegría dura poco, porque tras unos minutos de vuelo se nos echa encima una tormenta, y el viento y las primeras gotas me disuaden de seguir. Finalmente no nos descarga encima, pero para entonces ya he hecho volver a mi cámara con alas y nos vamos en busca del camping. Pero al menos he obtenido las tomas suficientes como para montar un vídeo decente.
Distancia parcial: 67 kilómetros.
Distancia total: 826 kilómetros.
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