15 de julio, día 2.
La noche ha sido de lo más tranquila, parece que en los campings de
Canadá se respeta el silencio. De hecho, existe prohibición expresa
de consumir alcohol y/o cannabis a partir de cierta hora (lo del
cannabis puede sorprender, pero ya nos hemos enterado de que en
Canadá su consumo recreativo es legal desde 2018, y no hay pueblo
que no disponga de su pequeña tienda).
Nuestra casita |
Salón extendido |
Arrancamos con una cierta prisa, ya que tenemos reservado pasaje en una lanzadera para que nos suba a Moraine Lake a las 11, y antes tenemos que parar en un súper de Canmore para comprar algunos artículos que nos faltan. La calima enturbia la visión, apenas se intuyen las imponentes montañas, y nos tememos que esto sea así durante todas nuestras vacaciones. Efectúo la compra a la velocidad el rayo. A continuación nos topamos con la cola para comprar la entrada que necesitas si quieres visitar los parques nacionales. Como vamos a estar bastantes días, nos sale a cuenta comprar el pase anual, aunque en estos casos siempre acabas con la sensación de que te están tangando. Cuando más adelante el tráfico se ralentiza a causa de obras en la calzada sabemos que no vamos a llegar. Llamamos entonces a la empresa. La chica que nos atiende, muy amable, nos cambia la hora a la una, pero nos avisa de que el lugar de recogida no será el Samsom Mall, sino la entrada del Post Hotel. Tomamos nota.
La verdad es que, si existe un lugar masificado en las Rocosas, es precisamente este. El aparcamiento de Lake Louise lo cierran en cuanto se llena, lo que suele ocurrir sobre las seis de la mañana. Existe un servicio gratuito de lanzaderas cuyas reservas se agotan con meses de antelación. La única posibilidad por tanto de subir es alquilar por tu cuenta, y no sale precisamente barato.
Después de lo que hemos corrido, ahora tenemos tiempo de sobra.
Aparcamos donde nos aconsejó la chica, detrás de la gasolinera, y
nos vamos para el Post Hotel. Como el concepto “entrada del hotel”
resulta ambiguo, ante la duda de esperar en la puerta del edificio o
bien en la salida a la carretera nos decantamos por esta última, no
sea que el autobús pase y no entre. A la una y cinco aparece un
vehículo procedente del hotel: el caso es que no lo hemos visto,
debe de haber entrado durante el rato que hemos estado a la orilla
del río. Hacemos señas al conductor, quien abre la puerta con aire
de tan pocos amigos que por un momento pienso que nos hemos
equivocado. En tono super-grosero nos espeta que este no es el lugar
acordado porque NO es la puerta del hotel. En nuestro descargo trato
de explicarle que su empresa nos ha cambiado el sitio hace tan solo
tres horas, y además por correo electrónico, pero mi inglés no da
para tanto. De todos modos, no entiendo el cabreo porque el autobús
tendrá unas veinticinco plazas, y solo van ocupadas cuatro. Si
después de pagar una pasta te tratan así, no me extraña que les
falte clientela.
Lake Moraine |
Lake Moraine |
Aunque se sube por la misma carretera, había que elegir la ruta de
Lake Louise o la de Lake Moraine. A la hora de la reserva me decidí
por el segundo porque se halla más alejado y porque está vetado a
vehículos particulares. Aún así, cuando llegamos aquello parece
una romería. Mi idea era realizar una ruta relativamente corta hasta
Consolation Valley, pero como solo disponemos de tres horas
desistimos y nos conformamos con ascender, como casi todo el mundo, a
la antigua morrena glaciar, llamada Rockpiles. Tenemos la mala
ocurrencia de comernos los sandwichs en el mirador, y así no nos
queda otra que asistir al típico compendio de estupideces y
frivolidades del turismo de masas. Puede sonar elitista o
presuntuoso, pero lo cierto es que dan grima todas esas poses y el
postureo asociado, esas sonrisas de eterna felicidad pensando
exclusivamente en las redes sociales: “¿Has visto dónde estoy y
lo feliz que soy?”. La cosa mejora a poco que te apartas (los
turistas, en virtud de una ley universal, tienen una marcada
tendencia a arracimarse), pero cuando regresamos a la orilla del lago
no funciona igual: encuentras un trozo de orilla donde no hay NADIE y
te instalas. De repente llega alguien por el camino, te ve y piensa
que si estás allí será por algo, y se te coloca al lado. Y cuando
digo al lado quiero decir al lado, porque para los asiáticos la
distancia personal es un concepto inexistente.
Palillos a la mar |
Toda precaución es poca |
Amaga una tormenta pero no llega a generalizarse. Sin embargo, el agua caída allí cerca tiene la virtud de limpiar el aire, y a la vuelta apreciamos las montañas con más claridad. En el bus viajan otra vez cuatro mujeres, aunque tengo la sensación de que no son las mismas. Nuestro angelical chófer nos deja junto a la gasolinera. Tras descansar un poco nos vamos a buscar la dump station, que pese a encontrarse dentro del camping es gratis, este camping donde no ha habido narices a encontrar una plaza libre en los dos últimos meses. El motivo por el que queremos llenar y vaciar hoy es que el lugar donde vamos a dormir esta noche solo dispone de parcelas peladas. El área de vaciado está muy bien, con cinco carriles y sus respectivos servicios. El único problema es que tenemos el vaciado por un sitio y el llenado de limpias por el otro, y grifo y desagüe se encuentran en el mismo lado. Más adelante descubriremos que, si colocas la auto en la posición adecuada y pasas la manguera por debajo del voladizo, puedes llenar si tener que maniobrar para dar la vuelta al vehículo. Experimento por primera vez la descarga de grises y negras mediante manguera, rezando para que no me ocurra lo que a Robin Williams en ¡Vaya vacaciones!
Aquí en Lake Louise se separan la Transcanadian 1 y la carretera 93, conocida también como la Icefields Parkway, y considerada una de las carreteras panorámicas más bellas del mundo. Pasamos de cuatro a dos carriles, pero sigue siendo tan ancha y las rectas tan largas que es como si flotaras en ella. Los autonautas de la cosmopista.
Fastidia, y mucho, el tema de la pernocta, pues nos gustaría recorrer este paisaje a nuestro ritmo y dormir donde nos apeteciera. En fin, para eso habría que venir en mayo o septiembre, que es privilegio de jubilados. Además, debe de ser chulo todo esto con algo más de nieve.
Pero si hay un detalle que nos indica que nos estamos adentrando en la wilderness y que nos devuelve a la época pre-móvil es el cartel que avisa de que no hay cobertura de celular en los próximos 230 kilómetros (!)
Seguimos remontando el río Bow hasta el lago del mismo nombre donde
nace. 36 kilómetros después de Lake Louise paramos en el Crowfoot
Glacier Viewpoint para sacar fotos y admirar el agua, las
montañas y el hielo que tenemos a nuestra izquierda, muy cerca ya
del límite con la Columbia Británica.
Crowfoot Glacier Viewpoint |
Peyto Lake |
8 kilómetros más adelante se encuentra el acceso al aparcamiento de Peyto Lake. La hora tardía es sin duda nuestra mejor aliada, porque he leído testimonios de gente que no pudo acceder ya que, como en Lake Louise, cierran el aparcamiento en cuanto se llena. Estacionamos y nos vamos sendero adelante, hasta un mirador de acero y cristal que está hasta la bandera de selfistas. Pero para esto ya conocemos el remedio: nos alejamos siguiendo un sendero entre los árboles con la única compañía de unos jóvenes aguerridos para poder disfrutar del silencio y la soledad. Está claro que hemos cambiado la divisoria de aguas, porque si el río Bow fluía hacia el sur, el desaguadero de este lago enfila ya hacia el norte.
De regreso a la auto atajamos para intentar evitar el mirador y salimos a un aparcamiento de autobuses, de modo que toca ir por asfalto. Sabemos que caminamos paralelos al sendero original (se oyen las voces de la gente), pero la vegetación es tan densa que ni nos planteamos atravesarla. El miedo a los osos también hace lo suyo; es la primera vez en mi vida que miro al bosque como si lo que encierra supusiera un peligro potencial.
Ahora sí que nos vamos hasta el Silverhorn Creek Campground, 11 kilómetros más allá. Como ya dije, el lugar en cuestión tan solo dispone de los espacios de acampada, un enorme montón de leña y unos sanitarios. Todas las ubicaciones se hallan ocupadas, salvo la nuestra. Lo malo de llegar a última hora es que nunca falta gente que la considere espacio público: un tipo la atraviesa un par de veces. Cuando cruza una tercera vez, ahora con toda su familia, termino por mosquearme y me siento fuera. No vuelven a aparecer. Me intriga qué puede haber de interesante al otro lado del montículo y los matorrales, y lo que me encuentro es una rambla arenosa. ¿Qué pasa, que con lo grande que es Canadá el único sendero posible discurre por aquí?
Distancia parcial: 173 kilómetros.
Distancia total: 305 kilómetros.
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