lunes, 23 de diciembre de 2024

DÍA 13

La sensación de nostalgia por no disfrutar de sitios que apenas has conocido creo que no tiene nombre en castellano, de modo que debería inventarse. Ese sentimiento es el que se apodera de nosotros cuando nos marchamos del cámping y dejamos atrás el imponente rugido del mar que no vemos y la obra que amenaza con jeringar el sitio. 

Este cartel lo conocía mucho antes de venir a Australia

Este no

Pero el disgusto se nos pasa a los 6 kilómetros cuando, tras estacionar, descendemos hasta Gibson Beach mediante unas escaleras adosadas a un acantilado tan vertical que parece cortado a cuchillo. Al ser temprano, abajo todavía da la sombra y hace un frío del copón, pero la vista compensa: desde aquí se ven los primeros de Los Doce Apóstoles, que es el nombre con el que se designa a este agrupamiento de agujas de piedra caliza que sobresale del mar. Originalmente el sitio era llamado Sow and Piglets (La cerda y los cerdos): la isla Muttonbird, cerca de Loch Ard Gorge, era la «cerda» y las agujas de roca más pequeñas los «lechones». El nombre fue cambiado en la década de 1950 por el actual, y el motivo no fue otro que atraer más visitantes al estado. Y eso que solo hay nueve agujas.

Primera vista de Los Doce Apóstoles

Según Wikipedia, el proceso de formación de estas estructuras es el siguiente:

1. La acción de las olas erosiona el acantilado, dejando la roca más dura como cabos.

2. Las olas van desgastando la roca a nivel del mar, formando cuevas a cada lado de la península.

3. Las cuevas finalmente se unen, formando un arco.

4. El arco se derrumba, dejando agujas de roca.

5. Más destrucción por parte de las olas y la apertura de grietas verticales en la roca causadas por la lluvia y el agua salada llevan a la reducción progresiva de las agujas a una plataforma baja o arrecife.

Desde Gibson Beach

Desde el mirador

Desde el aire

    Paseamos por la playa hasta la primera aguja, con un ojo puesto en el mar, pues la arena lisa indica que con la pleamar no queda un metro libre de playa. Después volvemos a subir, y con el vehículo vamos un poco más allá, hasta el aparcamiento de Los Doce Apóstoles. Al igual que en Stonehenge, lo han construido al otro lado de la carretera, la cual se salva mediante un paso peatonal subterráneo. Aquí ya hay más gente, aunque tampoco mucha. La vista es, como dicen por aquí, overwhelming.

Seguimos camino y efectuamos alguna parada más en sitios emblemáticos, pero ninguno se puede comparar a lo que acabamos de ver, así que abreviamos y nos estiramos hasta la localidad de Warrnambool, que con ese nombre parece la onomatopeya de un buga petardeante. Venimos con un objetivo concreto: comer en un Hungry Jack, cuyo logo es idéntico al de una famosa multinacional de hamburguesas. Pero cuál no será nuestra sorpresa cuando nos encontramos que la parte del comedor se encuentra cerrada por obras. En cambio, el Drive-thru sigue abierto pero, claro, no es para un vehículo de las dimensiones del nuestro. Se nos ocurre esperar a que despeje la cola de los coches y a continuación nos acercamos a la ventanilla de pedidos, pero allí nos dicen educada pero firmemente que si no vamos sentados en un coche no nos pueden atender.

El establecimiento en cuestión comparte aparcamiento con un gran centro comercial. Como nos falta comida me acerco, y nada más entrar me doy de narices con una hamburguesería. Manda narices, la chica que nos rechazó podía habernos indicado que aquí había otra. Supongo que no le pagan por pensar.

El segundo motivo por el que hemos parado aquí es visitar la Logans Beach Whale Watching Platform, un lugar desde donde, al parecer, es posible avistar ballenas muy cerca de la costa. Y digo al parecer, porque no solo no vimos ninguna, sino que en las fotos que sube la gente a Google Maps tampoco aparecen. Pero me estoy adelantando, porque de camino a la plataforma estuvimos a punto de sufrir el mayor percance de todo el viaje, y todo por un desfase de diez centímetros.

El puente de marras

Para llegar a la costa desde el centro comercial donde hemos comido hay que cruzar primero la A1 y a continuación enfilar por Simpson Street. Pues bien, quién nos iba a decir que en esta calle -amplia y de viviendas bajas- nos íbamos a encontrar de buenas a primeras con un túnel. Bueno, un túnel no, pero sí el paso bajo un puente ferroviario de tan solo 3,4 metros de altura. Tardo un segundo en recordar que nosotros medimos 3,5 metros, En España, donde somos de manga ancha, seguro que pasábamos. Pero estos son anglosajones, y si dice 3,4 seguro que es 3,4. Para cerciorarnos se baja la copiloto y constata que, efectivamente, si sigo adelante hago de la autocaravana un descapotable.

Aún con los sudores fríos del golpe que hemos estado a punto de tener, buscamos un paso alternativo y después cruzamos el río Hopkins y llegamos adonde las ballenas aunque, como he comentado antes, lo de ballenas es un decir. Eso sí, el sitio es muy bonito. Resulta gracioso el cartel que, bajo severas multas, prohíbe estrictamente los drones ya que, por lo visto, su ruido puede molestar a tan sensibles animales: después de aguantar las pobres el ruido de toda la flota mundial y van a reparar en el zumbido de un dron de 250 gramos.

Hay en este pueblo un balneario y habíamos pensado en, como hacemos en todos los viajes, darnos un chapuzón mañana. Pero el sistema de entrada a hora fija no nos convence, de manera que decidimos prescindir por esta vez e irnos a dormir al cámping de Port Fairy, 30 kilómetros más adelante.

Distancia parcial: 121 km.

Distancia total: 1.881 km.


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