miércoles, 26 de agosto de 2020

 PLAYAS DEL SUROESTE ALENTEJANO


Piensa uno en el sur de la Península en verano y automáticamente lo asocia a calor y a masificación. Sin embargo, y aunque suene a anuncio, existe una zona que escapa a ambos tópicos: es el tramo de litoral que se extiende a ambos lados del épico Cabo de San Vicente, desde Sines al norte hasta Burgau al este, lo que los portugueses denominan Parque Natural del Suroeste Alentejano y Costa Vicentina. Y que es uno de los tramos de costa europeo mejor conservados. En este viaje nos centraremos en su parte sur.

A menudo me pregunto por qué la apisonadora del turismo de masas no ha llegado a esta zona. Supongo que los fuertes vientos que suelen azotar sus costas y la fría temperatura del agua han ahuyentado a turistas y promotores. Entiéndase, no es que aquí no haya veraneantes, lo que pasa es que quien viene sabe a lo que viene. En contrapartida, tenemos una cantidad enorme de playas en estado natural en las que a menudo estás solo o casi solo. Este relato sobre una región asombrosamente poco explotada está escrito pensando en los amantes de espacios infinitos y desiertos que buscan en la naturaleza la paz y la armonía que hace tiempo perdió nuestra sociedad (esto último sí que suena a tópico quepaqué, pero me apetecía escribirlo).


CÓMO LLEGAR

Pues lógicamente depende de por dónde entre uno a Portugal. Si vienes desde Galicia bajarás bordeando la costa. Si cruzas España lo harás por Fuentes de Oñoro, o Badajoz o cualquier otro punto fronterizo. El inconveniente de recorrer este país por autopista es que toca pagar peaje. El precio para un turismo considero que es asumible, pero las autocaravanas están clasificadas como vehículos Clase 2, y ahí sí que te clavan. 


Por tanto nosotros elegimos bajar por la A66, que como autovía española que es hasta la fecha sale gratis (con gratis quiero decir que no hay que pagarla dos veces). Sin embargo, atravesar Sevilla puede ser problemático: por muy circunvalada que esté, el tráfico suele ser denso, y como además  pilles uno de esos días en que todo el mundo decide marcharse a la playa, vas aviado. Por eso hace años que practicamos una ruta alternativa, que es la siguiente: tras salir de Extremadura, el primer pueblo andaluz que encontramos es Santa Olalla del Cala. Aquí abandonamos la A66 y nos vamos en dirección Zufre por la A461. Hasta Minas de Riotinto es una carretera sin apenas tráfico. Una vez en este pueblo conviene que estemos preparados para el radical cambio de panorama: la publicidad del Parque Minero lo llama Marte en la Tierra, y no es en absoluto exagerado: siglos de intensa actividad minera han dado la vuelta al paisaje y dejado sus entrañas al descubierto. Al margen del destrozo, es posible realizar interesantes actividades en la zona, como un recorrido en ferrocarril, la visita a Peña de Hierro o a la Casa 21, en el barrio inglés. Y, si no se tiene tiempo, una breve parada en el Mirador del Cerro Colorado, desde donde se puede contemplar la mina a cielo abierto de donde se extrae mineral de cobre. Es tan profunda que los enormes volquetes parecen allí abajo miniaturas.

Continuando desde Riotinto sales a la N435, pasas por Zalamea la Real y luego Por Valverde del Camino y Trigueros (ya circunvalados). En la entrada Norte de Valverde hay un área de autocaravanas municipal y gratuita. Finalmente te incorporas a la A49 (autovía Sevilla-Huelva) a la altura de San Juan del Puerto. En total son 107 kilómetros por carreteras secundarias en muy buen estado (por Sevilla son 140) y cruzando un paisaje mucho más interesante.

Tras dejar a un lado Huelva y sus playas, la entrada a Portugal es a lo grande, cruzando el Guadiana por un mastodóntico puente inaugurado en 1991. Hasta ese año (a mí me tocó) la única forma de cruzar el río era en transbordador.

Lo cierto es que cada vez que vengo a Portugal me pongo contento. Me gustan los adoquines blancos de sus aceras, los colores puros de sus casas, su sabor de otra época, y sobre todo -si lo comparamos con España-  su silencio. Tan cerca, pero sobre todo tan lejos. Hubo una época en que fantaseamos con comprarnos una casa aquí, cerquita del mar, para cuando la jubilación.

Una vez en el país vecino tenemos que valorar dos opciones, en función de la prisa que llevemos. Si vamos con tiempo, lo suyo es dejar la autopista en la primera salida, la número  18, que nos lleva a Castro Marim y a Vila Real de Santo Antonio. Si hacemos esto no es necesario pagar ningún peaje. Además, este último pueblo tiene un área de autocaravanas a la entrada, a orillas del anchuroso Guadiana.

Como decía, tenemos dos alternativas: la lenta, por la N125, que cruza todas las ciudades y pueblos. Es la forma de viajar pausado y acceder a localidades como Monte Gordo, Altura, Manta Rota o Tavira, que cuentan con playas estupendas. Más adelante tenemos Faro y, si viajamos con niños, el Zoomarine, Fiesa, el zoo de Lagos, la Praia da Rocha o la Cueva de Benagil. Si finalmente tenemos claro que nada de esto nos interesa, pues seguimos por la A22, y este es su modo de empleo: nada más cruzar el puente y entrar en Portugal hay un apartadero a la derecha. Allí hay una especie de cabinas donde te leen la matrícula y tú solo tienes que introducir en una ranura la tarjeta de crédito (ojo, de crédito). En ese momento no te cobran nada, pero cada vez que pases por un pórtico de peaje te irán sumando euros que te liquidan a los treinta días. Recientemente han habilitado una página en Internet para realizar el mismo trámite, pero aún no la he visto. Aprovecho aquí para renegar de esos compatriotas que se vanaglorian en redes sociales de no pagar el peaje “porque las multas no llegan a España”. Cuando  viajas fuera de tu país te conviertes en embajador del mismo, y por cómo te comportes serán juzgados los que vengan detrás. Dicho esto, no me sorprende que en ocasiones, viajando por Europa, me haya sentido mal considerado, o que en Noruega tengan una expresión para quien se salta las normas que se traduce como “hacer el español”.

Bueno, pues después de cantar la excelencias del Algarve clásico, a lo que vamos. 134 kilómetros después del Guadiana abandonamos la A22 en Lagos. La autopista termina apenas unos kilómetros más allá. La verdad es que en ocasiones me asombra el buen hacer de los portugueses: en España seguro que habríamos hecho terminar la autopista en Sagres, lo necesitara la zona o no. Y lo cierto es que hubiera sido una pena, porque a partir de aquí entras en un entorno rural de pequeños pueblos. Entiéndase, no es que no se vean instalaciones turísticas, pero son todo viviendas bajas o algún campo de golf, y bastante alejados entre sí.

Seguimos hacia el oeste por la N125 y nos desviamos a la izquierda hacia Burgau. Una vez en el casco urbano, seguimos los indicadores hacia la derecha dirección Salema. 2,5 kilómetros después llegamos al cruce de nuestra primera playa:


PRAIA DAS CABANAS VELHAS

La entrada es de tierra, pero perfectamente accesible a las autocaravanas. Mide unos 400 metros de extremo a extremo, y los acantilados que tiene a su espalda son de arena fósil, de ahí su color dorado. La gente se suele colocar en la zona de la derecha, supongo que para buscar protección contra el viento. Si vas hasta el extremo izquierdo encontrarás una pequeña cueva y unos cimientos de hormigón de lo que debió de ser un embarcadero. A la entrada hay restaurante, pero cuando estuvimos se encontraba cerrado.

Salimos de nuevo a la carretera local y ascendemos. De lo alto sale  a la izquierda un camino de tierra. La verdad es que se ve un poco malo, pero mejora enseguida y solo tiene 300 metros. Al final hay espacio suficiente para maniobrar. Aquí se encuentran las ruinas del fuerte de Almádena, que tenía como misión proteger la costa e impedir que los piratas atacasen las almadrabas de atún. Desde aquí las vistas son estupendas.


PRAIA DA BOCA DO RIO

Tanto si hemos entrado a ver el fuerte como si no, continuamos por la carretera, que ahora desciende a un valle amplio y llano. La playa cae a la izquierda del cruce. En este lugar no existe población de ningún tipo, tan solo las ruinas de lo que debió de ser un cuartel de guardinhas. Aquí suele haber bastantes autos y campers, y la pernocta parece tolerada. Hasta hace poco cada uno aparcaba donde le buenamente parecía, pero ahora han construido un parking central para concentrar los vehículos. 


SALEMA

Desandamos camino. A 500 metros del parking sale a la izquierda una carretera en buen estado. Es una suerte, porque la pendiente es descomunal (¡20 por ciento!). Si nos parece que nuestro vehículo no podrá con ese desnivel, siempre podemos dar un rodeo por Budens. Tanto por un camino como por otro enseguida estaremos en Salema. Al principio el pueblo agobia un poco porque no ve uno sitio donde aparcar, pero es cuestión de dar con el parking, que se halla un poco escondido (al final adjunto las coordenadas). Se trata de un lugar amplio, de tierra, con alguna sombra. A la entrada hay una señal roñosa con una caravana (sic) tachada, pero lo cierto es que durante julio de 2020 hemos visto media docena de autocaravanas pernoctando cada noche sin ningún problema. En cuanto a la playa, es urbana pero bastante amplia (1,1 kilómetros). Tiene actividad pesquera, y a menudo hay pequeños barcos varados en la arena. Desde aquí salen excursiones para visitar cuevas y realizar avistamiento de delfines.


PRAIA SANTA

A esta playa no se accede en vehículo sino a pie, desde la parte alta de Salema. Las coordenadas que proporciono corresponden al lugar donde se estaciona. Existen dos senderos, uno que bordea el acantilado y otro, interior, que da más vuelta pero que es más seguro. Se trata de una playa muy pequeñita, con unas curiosas estructuras geológicas. 


PRAIA DA FIGUEIRA

Si seguimos bordeando la costa (a pie) llegaremos a esta playa. De camino pasamos por las ruinas del fuerte de Vera Cruz, que preside el promontorio que separa ambas playas. En vehículo se accede desde la localidad de Figueira por camino de tierra, y desde el aparcamiento hay que caminar durante un kilómetro. No puedo certificar en qué condiciones se halla el acceso ya que, como digo, llegamos a pie y por la costa.



PRAIA DO ZAVIAL


A esta playa se puede acceder desde Figueira, pero recomiendo salir a la N125 y entrar desde Raposeira, porque la carreterita entre Figueira y Hortas de Tabual se las trae por lo estrecha y por algunos giros extraños. Dispone de restaurante.


PRAIA DA INGRINA

Pequeña y coqueta, con restaurante y muy cerca de la anterior. Se puede acceder desde Zavial o directamente desde Raposeira. Aquí nos las tuvimos que ver con un camión holandés enorme. Como había coches aparcados a ambos lados, no cabíamos, Naturalmente, nos tocó a nosotros dar marcha atrás.


PRAIA DO BARRANCO

Se accede nuevamente desde Raposeira. Agreste y salvaje donde las haya, desaconsejo vivamente su visita hasta que no adecenten el camino de acceso. Al principio engaña y te invita a seguir, pero enseguida el firme se hace irregular y lleno de piedras puntiagudas. El último tramo  está forrado de adoquines de hormigón, pero se hallan tan levantados y en tal mal estado que hace difícil llegar incluso para un turismo.

Aquí termina nuestro recorrido por la costa sur y comenzaremos a explorar la fachada oeste, la más pura y duramente atlántica. Nos dirigimos hacia Sagres pasando primero por Vila do Bispo, que será punto de paso obligado para muchas de nuestras rutas.



Sagres ocupa un lugar preeminente en el imaginario portugués, y no solo porque dé nombre a una famosa marca de cerveza. Aquí residió durante algunos años del siglo XV el infante Enrique, apodado El Navegante, ligado a las primeras expediciones de conquista y colonización portuguesa en África y las Azores. Es el ambiente que se respira en la fortaleza situada en la península al sur de la localidad. Aquí hay un enorme aparcamiento donde siempre se ha permitido la pernocta de autocaravanas. Por cierto que la entrada es rarísima y poco operativa: salvo que quieras saltarte un prohibido (por lo demás en absoluto peligroso), si quieres acceder por la entrada canónica tienes que ir prácticamente hasta los pies de la fortaleza.

Cada vez que vengo a Sagres me abruma la sensación de finis terrae, más incluso que en Galicia, por estas penínsulas que se adentran temerariamente en el mar y sobre todo porque en el fondo creo que en lo más profundo de su ser los portugueses siguen soñando con aquel imperio  que llegaba a todos los confines del mundo. Como leí en alguna parte, una espalda muy pequeña para una carga histórica tan grande.

Desde aquí se divisa con total nitidez el Cabo San Vicente, a solo cinco kilómetros de distancia, punto de referencia para los marinos que contorneaban la Península. Pero lo más impresionante sin duda son estas costas cortadas como a troquel. Es decir, el Cabo (y la península de Sagres igual) no se sumergen de forma gradual en el agua, sino que caen a plomo, como si de repente el Creador se hubiera quedado sin material para fabricar más tierra. Seguramente esta imagen no le habría gustado nada a Saramago, tan ateo él. Sin embargo, algo me dice que contemplando estas costas fue como se le ocurrió la idea original de A Jangada de Pedra, la novela en la que, en virtud de un extraño fenómeno, la Península Ibérica se separa (físicamente) de Europa y comienza a derivar por el Atlántico.


PRAIA DO TONEL

Desde el mismo aparcamiento de la fortaleza de Sagres se puede acceder andando a esta playa. Enseguida apreciamos que su morfología es distinta a las que hemos visitado hasta ahora, mayormente por los acantilados cortados a pico que tiene detrás, como si un gigante hubiera dado un bocado descomunal a la tierra. Las playas que vamos a visitar a partir de ahora son también muy planas, en las que la mareas bajas dejan al descubierto una extensión enorme. Por lo mismo hay que tener cuidado con la pleamar y estar al tanto de sus horarios, ya que te puedes quedar aislado o, lo que es peor, verte obligado a trepar acantilado arriba. El extremo norte de la playa del Tonel, sin ir más lejos, solo es accesible en la bajamar. Cuenta con un pequeño chiringuito.

A partir de aquí entramos en el paraíso del surf, así que durante los próximos días veremos tablas y trajes de neopreno por doquier.


PRAIA DO BELICHE

Siguiendo hacia Cabo San Vicente encontramos esta playa, algo más pequeña que la del Tonel. Eso sí, hay que pensárselo dos veces antes de bajar, porque el tramo de escaleras es morrocotudo. También tiene un pequeño restaurante.

Y así, finalmente, llegamos al Cabo, del que Estrabón dijo que no solo era el punto más occidental de Europa, sino de todo el mundo habitado. Los romanos lo conocieron como el Promontorium Sacrum, y estaba dedicado al dios Saturno. A lo largo del siglo XVIII fue escenario de tres batallas navales entre británicos y españoles. Muy cerca de aquí se encuentra la falla Azores-Gibraltar, por lo que la zona es propensa a terremotos, entre ellos el más famoso, en 1755, conocido como El terremoto de Lisboa. El último importante ocurrió en 2009, tuvo su epicentro a 100 kilómetros del cabo y su magnitud fue de 6,2.

Ni qué decir tiene que aquí está requeteprohibido pernoctar. En circunstancias normales se suele ver  bastante animación, y se monta incluso hasta un pequeño mercadillo. Pero en estos tiempos inciertos de Covid-19 apenas hay gente. El fuerte viento que sopla contra los muros añade un plus de desolación.


PRAIA DO TELHEIRO

Montamos en nuestro vehículo y desandamos camino. A 2,2 kilómetros desde el Cabo sale una pista a la izquierda. Es estrecha y está pavimentada solo el tramo central, de manera que, si te cruzas con otro vehículo, uno (o los dos) tiene que echar dos ruedas al arcén. En estas situaciones, y si veo que el otro viene muy rápido, mi táctica para conseguir un cruce seguro consiste en quedarme en el medio hasta que el sujeto reduce la velocidad. Solo entonces me aparto.

Atravesamos un terreno inhóspito, sin árboles. Realmente parece el final de la tierra. Y es que en puridad este trozo de Portugal que se adentra en el océano no deja de ser también una enorme península: si trazamos una línea recta de mar a mar que pase por Vila do Bispo, la distancia que separa ambas costas no llega a los diez kilómetros, y ese es el motivo de que los vientos campen a sus anchas, y que en el mes de julio Sagres tenga una mínima de 19 grados y una máxima de... 20.

Llevamos recorridos 2,5 kilómetros por esta pista cuando nos encontramos con un grupo de casas, la mayor parte en ruinas. Giramos a la izquierda por un camino, ahora sí, de tierra. Lo seguimos todo derecho y en un kilómetro estamos en el aparcamiento de Telheiro, en lo alto del acantilado. La bajada es algo complicada, de manera que recomiendo llevar calzado en condiciones. La playa de Telheiro es de las salvajes, lo que significa que aquí no hay ná de ná, solo olas, arena y rocas. Mide unos 400 metros, por lo que podríamos calificarla como de tamaño mediano. Telha en portugués significa teja, así que deduzco que el nombre le viene al sitio de las formaciones arcillosas que se aprecian en el acantilado, y de donde extraerían su material los alfareros de la zona.

Recorriendo estas costas olvidadas experimento la poderosa sensación de que, sin viajes, la vida carece de sentido. Nos sirve, además, para olvidarnos -un poco- de que la pandemia sigue su mortal curso, de que ya hay quince millones de casos declarados en el mundo y de que están a punto de confinar Barcelona.


PRAIA DA PUNTA RUIVA

El acceso a esta playa es algo más complicado que el de la anterior. Nosotros estuvimos vagando por caminos bastante malos para al final tener que estacionar a casi un kilómetro y realizar el resto del recorrido a pie. Luego descubrimos que existía un acceso mejor, que es el siguiente: cuando vas a la Praia do Telheiro y te desvías a la izquierda en el caserío abandonado, a doscientos metros sale un camino a la derecha que en 2,7 kilómetros te pone en Punta Ruiva. También es posible acceder desde Vila do Bispo. En el aparcamiento había había varios vehículos, algunos de ellos furgonetas grandes, pero ninguna autocaravana (En Google Maps se ve una). Los 500 metros finales son una bajada bastante pronunciada y pedregosa, de manera que no se la recomendaría a nadie con un vehículo de 3,5 toneladas. De todos modos, siempre es posible aparcar arriba y bajar andando. La playa vale la pena, a mí me gusta más que la de Telheiro por las formaciones rocosas que la flanquean. Como la anterior, es salvaje, así que la comida y la bebida te las tienes que llevar tú.


Llegamos ahora a la joya de la corona: una playa formada en realidad por tres, ya que Castelejo, Cordoama y a Praia da Barriga se comunican entre sí, al menos con marea baja. Desde el extremo sur de la primera hasta el punto más al norte de la tercera hay tres kilómetros, una gozada para los que amamos los paseos de arena.


PRAIA DO CASTELEJO

El punto de partida es el mercado municipal de Vila do Bispo, al noroeste de la localidad. La carretera se halla en su totalidad asfaltada (es la M1265), y en 3,7 kilómetros nos lleva hasta el aparcamiento de esta playa. La facilidad de acceso, lógicamente, la vuelve mucho más visitada. Sin embargo, su amplitud es tal que puedes estar totalmente a tus anchas. Dispone de restaurante. El nombre supongo que deriva de una curiosa formación rocosa que sobresale del mar y a la que solo se puede acceder con marea baja. En fin, las puestas de sol aquí son preciosas, siempre que el tiempo acompañe (hay veces, incluso en verano, cuando se mete la niebla del mar, que no se divisa un pijo e incluso orvalla).



PRAIA DA CORDOAMA

Si hemos ido a Castelejo, el acceso a Cordoama es muy fácil. Justo 1 kilómetro antes de llegar a la primera nos encontramos en un cruce donde junto a un enorme aparcamiento de tierra. Castelejo es a la izquierda, y Cordoama a la derecha, también asfaltada. Si nos apetece disfrutar de unas estupendas vistas, a  300 metros sale un camino de tierra que nos encarama a un mirador desde donde en los días claros pienso que debe de verse incluso Nueva York.

La llegada a Cordoama crea un curioso efecto de déjà vu, porque la disposición del restaurante y el aparcamiento es similar a la anterior playa. De los tres accesos este es nuestro favorito, ya que se halla en el centro y te permite caminar hacia Castelejo o hacia Barriga, según apetezca. Aparte de disfrutar del sol, el paseo y las olas va uno muy entretenido apreciando las caprichosas rocas y los increíbles pliegues anticlinales y sinclinales que forman los estratos, parece mentira que la piedra pueda doblarse de esa manera. La de aquí es de color negro, bastante frágil, y recuerda mucho al esquisto bituminoso. Cuando la bate el mar termina formando unos guijarros redondos y planos. Hace siete años, la última vez que estuvimos aquí, nos llevamos unas cuantas a casa y las decoramos simulando peces.


PRAIA DA BARRIGA

500 metros antes de llegar al aparcamiento de Cordoama sale una carretera a la derecha. Pero no nos engañemos: el asfalto se acaba enseguida y se transforma en camino de tierra puro y duro  (con razón es la menos concurrida de las tres). A los 3,5 kilómetros hemos llegado. No hay bar.


Este no es un relato de vivencias personales, pero voy a hacer una excepción por el motivo que se verá. Habíamos estacionado en Cordoama y venido hasta aquí caminando por la orilla. En el extremo norte de esta playa divisamos una pequeña cueva a la que no se podía acceder porque la marea aún no había bajado lo suficiente. Nos marchábamos ya cuando nos dimos cuenta de que se había vuelto accesible y nos animamos a investigarla, Pero entonces llegaron dos mujeres de nacionalidad polaca, según supimos después, y las dejamos pasar. Estuvieron dentro un rato, y cuando se disponían a salir la más alta resbaló en la roca húmeda. Al principio sientes pena porque siempre resulta ridículo darse un trompazo delante de extraños, pero enseguida resultó evidente que algo no iba bien: el golpe había resonado seco, la mujer parecía como ida y, al incorporarse con ayuda, sangraba tanto por la nariz que el reguero le corría piernas abajo. De inmediato quedó claro que había que avisar a una ambulancia, y nuestro pánico fue mayúsculo al descubrir que allí no había cobertura telefónica. Un portugués allí presente se ofreció a subir con su coche adonde fuera posible llamar a emergencias. Por mi parte estaba ocupado en alejar a mi hijo del sitio porque, para horror nuestro, la accidentada empezó a convulsionar. En esos momentos, supongo que avisada por el portugués, llegó una mujer que dijo ser doctora y que se fue corriendo en busca de la paciente. Nosotros, por nuestra parte, recorrimos casi a la carrera el kilómetro y medio hasta Cordoama para tratar de localizar a la familia de la herida. Por el camino nos cruzamos con dos socorristas, hombre y mujer, que trotaban por la playa con un maletón rojo enorme. Cuando llegamos a Cordoama nos dijeron que se habían presentado allí dos ambulancias, y que las habían redirigido a Barriga. Finalmente localizamos a la familia, que quería ir hasta la cueva por la playa, hasta que alguien les aconsejó que mejor se fueran a esperar a Vila do Bispo. Allí, a la entrada del pueblo, los vimos cuando nos marchábamos. El que aún no hubieran regresado las ambulancias y que nos cruzáramos con un vehículo de la policía nos hizo temer lo peor. Sin embargo, en los días siguientes no vimos nada en la prensa local, cosa impensable si el desenlace hubiera sido funesto.

El recuerdo de semejante experiencia nos persiguió durante varios días, sobre todo a mi hijo. Y de ella confirmé dos enseñanzas ya sabidas: la primera, que los seres humanos somos extraordinariamente solidarios en las situaciones difíciles. La segunda, que no se debe entrar descalzo en cuevas que cubre la marea.


PRAIA DA MURRAÇAO

Esta playa costó encontrarla por ser la señalización inexistente, lo que nos hizo dar varias   vueltas por caminos infernales. El camino cierto para llegar a ella consiste en salir de Vila do Bispo por la N268, y a unos 4 kilómetros, justo antes de pasar el parque de aerogeneradores, en las coordenadas 37° 7'9.32"N   8°53'32.60"O, coger una pista de tierra a la izquierda. La playa está a 5 kilómetros de distancia por un camino pésimo incluso para turismos. La playa, sobra decirlo, es muy bonita. Pero el interés de los que allí estábamos se centraba en contemplar las maniobras de los coches que al marcharse trataban de escalar la cuesta. Unos se quedaban atascados, otros daban bandazos. Los más pusilánimes dejaban caer el coche y lo intentaban de nuevo. Al final todo el mundo acababa saliendo, pero la intranquilidad hizo que pensáramos en adelantar la vuelta. En esas estábamos cuando, para asombro de todos, aparece cuesta abajo una capuchina. Eran portugueses, una familia de cuatro. A punto estuve de darles el pésame. Pese a estar prohibida la pernocta, les vi calzar el vehículo con idea de pasar allí la noche. Supongo que lo consultarían con la almohada, y mañana sería otro día. 

Aparte de la capuchina, solo quedábamos tres coches cuando llegó mi turno. Había observado que donde más dificultades tenía la gente era en un tramo de la rampa en el que se pegaban mucho a la derecha, de modo que decidí probar por el lado contrario. Otro problema, a mi entender, es que dejaban de acelerar en los socavones, y reanudar la marcha con aquel firme era complicado. Así que metí primera y aceleré con alegría. Mi miedo al subir por la izquierda era que estábamos del lado del barranco, y si se me iba la dirección del coche íbamos a dar unas cuantas vueltas de campana. Pasé el tramo malo bastante bien, y solo ya a punto de coronar me pareció que la primera velocidad flaqueaba un poco, pero lo conseguimos.

En esta parte de la costa he observado que la población local no se molesta en lavar mucho los coches porque siempre acaban sucios, pero la cantidad de polvo que nos trajimos de esta excursión superó con creces a todas las demás.


PRAIA DO AMADO

13 kilómetros al norte de Vila do Bispo, de nuevo por la  N268. Esta carretera recuerda al Portugal de hace treinta años ya que de nacional solo tiene el nombre, sobre todo por lo siguiente:   los pinos que la flanquean han levantando el asfalto, en ocasiones tanto que ponen en peligro la integridad del vehículo. Para colmo, las grietas o deformidades de la calzada quedan enmascaradas por la sombra de los pinos. Cuando has pasado varias veces por ella, te das cuenta de que los pinos más gordos son los que más levantan el pavimento. Pero como al mismo tiempo también son los que más sombra proyectan, las posibilidades de estropicio son también mayores. Lo bueno es que aunque lleves coches detrás ninguno intenta adelantarte: prefieren que vayas tú delante, explorando el terreno.

Justo antes de entrar en Carrapateira a la izquierda sale una carreterita asfaltada pero muy irregular que en menos de 2 kilómetros te planta en Amado. Es cierto que venimos viendo surfistas desde Cabo de San Vicente (te cruzas a menudo con coches con la tabla en la baca, como si hubieran trincado un gigantesco pez). pero en de esta playa son predominantes, hay incluso dos escuelas de surf. Recuerdo la mala noche que pasamos aquí hace algunos años porque este gremio lo forma sobre todo gente joven, muchos de ellos españoles. Y, claro, después de las olas viene la juerga.

Esta playa es grandecita, algo más de un kilómetro, y de las más concurridas que hemos visto. Los acantilados y las rocas de la zona sur son la parte que más nos gusta.


PRAIA DA BORDEIRA

Y por fin llegamos a la última de las playas de este recorrido. Se halla cerca de la anterior: solo tenemos que cruzar Carrapateira, y justo donde está el cartel que anuncia el fin de población nos desviamos a la izquierda. A 1,2 kilómetros encontramos un amplio aparcamiento de tierra. Como hay que cruzar las dunas andando, están los que prefieren aparcar en lo alto del acantilado y bajar por unas escaleras habilitadas al efecto, pero no es nuestro caso: nos gusta el recorrido por abajo porque pasas por la desembocadura de un pequeño río que no llega al mar, sino que se sumerge en la duna. Los 600 metros que hay desde el aparcamiento hasta el agua son un paseo irreal. Pasas junto al Bordeira Beach Bar, aislado en medio de un mar de arena y que inmediatamente me evoca al Krusty Krab, la hamburguesería que el señor Cangrejo regenta en Fondo de Bikini.

La playa de Bordeira, como decía Martín Gaite de Manhattan, tiene forma de jamón. La parte comestible corresponde a la arena acumulada en la desembocadura del río. Si le sumamos el hueso, entonces tenemos tres kilómetros de orilla. En algunas zonas hay carteles que advierten de la peligrosidad del baño debido a las corrientes marinas. Y, si caminamos por la orilla hacia el norte, a un kilómetro encontraremos una cueva.


Para finalizar, y si continuamos en coche, desde el aparcamiento podemos realizar un precioso recorrido circular de nueve kilómetros que nos lleva por lo alto de los acantilados hasta la Praia do Amado y una vez aquí, si lo deseamos, regresar a Carrapateira.

En esta preciosa (iba a decir paradisíaca) playa finaliza nuestro recorrido. Como dije al principio hasta la industrial Sines hay multitud de sitios interesantes donde, como decía Coll, la mano del hombre aún no ha puesto pie. Pero eso será el motivo -y el pretexto- para otro viaje.


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Archivo para imprimir (sin imágenes)

LUGARES DE INTERÉS

Mirador Cerro Colorado: 37°42'30.80"N   6°35'33.17"O

Parque Minero Riotinto https://parquemineroderiotinto.es/ 

Zoomarine https://www.zoomarine.pt/pt/ 

Fiesa, https://fiesa.org/ 

Zoo de Lagos, https://zoolagos.com/  

Praia da Rocha  37° 7'8.11"N   8°32'55.67"O

Cueva de Benagil. https://www.algarvefun.com/es/benagil

Fuerte de Almádena:  37° 4'9.54"N   8°48'21.21"O

Avistamiento de delfines  http://www.salematours.com/ 

Cabo San Vicente  37° 1'25.08"N   8°59'43.25"O


SUPERMERCADOS

Budens. Intermarché. Con gasolinera.  37° 5'11.74"N   8°49'41.71"O. Si no se va a repostar, es conveniente estacionar la auto en el aparcamiento de tierra a la derecha del súper.

Vila do Bispo. Lidl  37° 4'46.18"N   8°54'48.51"O

Sagres. Intermarché con gasolinera y servicio de llenado y vaciado.  37° 0'54.44"N   8°56'28.58"O


ÁREAS Y LUGARES DE PERNOCTA

En muchas playas y aparcamientos aparecen señales de prohibido pasar la noche. Sin embargo, también es cierto que hemos visto mucha gente durmiendo en esos mismos sitios. Para evitar disgustos, menciono únicamente los lugares donde sé con seguridad que no va a haber problemas.

Valverde del Camino:  37°34'52.47"N   6°45'6.11"O

Vila Real de Santo Antonio:  37°11'57.46"N   7°24'56.98"O

Praia da Boca do Rio  37° 4'5.42"N   8°48'43.17"O

Parking Salema  37° 4'0.36"N   8°49'31.84"O

Figueira Caravan Park  37° 4'23.71"N   8°50'40.04"O. Que sepamos, es la única área oficial de la zona. La calle de entrada impone un poco, tanto por la estrechez como por lo cerrado del giro si vienes de la N125. https://www.figueiracaravanpark.com/ 

Parking Sagres  37° 0'15.94"N   8°56'41.18"O

Praia do Amado  37°10'7.16"N   8°54'4.42"O. Tiene un aparcamiento destinado a autocaravanas, pero la juerga nocturna puede garantizar una noche movidita.

Estas son las que he podido comprobar personalmente. Pero hay muchas más, que se pueden ver en la página  https://campingcarportugal.com/areasServico 


PERROS

Por lo general, en las playas lejos de los cascos urbanos se ve a gente con perros, pese a que haya señales prohibiéndolo. Como suele haber mucho espacio, solíamos irnos a la parte más solitaria, y nunca nos llamaron la atención. Tan solo en la playa do Tonel no vimos ninguno. Y en cuanto a la de Salema, sus amos los pasean a primera hora de la mañana o ya por la tarde, cuando hay poca gente.

PLAYAS

Cabanas Velhas  37° 4'8.53"N   8°47'52.23"O

Praia Salema  37° 3'55.69"N   8°49'28.54"O

Praia Santa  37° 3'52.80"N   8°49'52.98"O

Praia da Figueira  37° 4'4.79"N   8°50'37.25"O

Praia do Zavial  37° 2'52.56"N   8°52'20.14"O

Praia da Ingrina  37° 2'49.10"N   8°52'43.66"O

Praia do Barranco  37° 2'37.00"N   8°53'47.48"O

Praia do Tonel  37° 0'23.76"N   8°56'43.98"O

Praia do Beliche  37° 1'34.55"N   8°57'44.42"O

Praia do Telheiro  37° 2'47.71"N   8°58'35.86"O

Praia da Ponta Ruiva  37° 4'1.24"N   8°57'48.80"O

Praia do Castelejo   37° 5'58.24"N   8°56'39.65"O

Praia da Cordoama  37° 6'31.96"N   8°56'8.61"O

Praia da Barriga  37° 7'4.63"N   8°55'41.20"O

Praia da Murraçao  37° 9'17.09"N   8°54'29.17"O

Praia do Amado  37°10'7.16"N   8°54'4.42"O

Praia da Bordeira  37°11'33.98"N   8°54'9.15"O