DÍA 12
A partir de Anglesea, el paisaje se vuelve más abrupto, y los pueblos aparecen encajonados entre el mar y boscosas montañas surcadas por barrancos. Nuestro destino esta mañana se encuentra a 50 kilómetros y es Kennett River, uno de los mejores sitios -según dicen- para ver koalas en libertad. De modo que llegamos, aparcamos entre microbuses y tiramos monte arriba por una pista forestal. Tras un rato andando, ni rastro de los koalas. Delante de nosotros iba un grupo de orientales que de golpe y porrazo han desaparecido: luego, viendo el satélite, comprendí que se habían apartado de la pista siguiendo un cortafuegos, donde supongo que sería más fácil avistarlos. Decepcionados, volvemos sobre nuestros pasos y, ya casi llegando al punto de partida, descubrimos uno encaramado en un árbol al lado de la pista. Por desgracia para él, no somos los únicos que lo han visto y de inmediato se ve rodeado de gente empeñada en inmortalizarle con su móvil. Ahora comprendo por qué se refugian en la espesura del bosque.
La masificación que debe de sufrir este sitio en verano ha llevado a
un vecino a poner un cartel avisando de una supuesta serpiente
venenosa que habita en la alcantarilla delante de su casa. Quienes en
cambio están encantadas con la afluencia de gente son unas pequeñas
cacatúas que, literalmente, se te suben encima, supongo que están
acostumbradas a que las alimenten.
La carretera de la selva |
Continuamos camino. 17 kilómetros después, en Skenes Creek, giramos
hacia el norte y nos separamos de la costa. Nuestro objetivo se
encuentra en el Parque Nacional Gran Otway, y es un lugar llamado
Triplet Falls. Todo va bien hasta la pequeña localidad de
Tanybryn: aquí nos metemos por una carretera tan estrecha que parece
tuviera un solo carril. Y el bosque alrededor es tan denso que vamos
rozando ramas -por fortuna finas- con el techo de la autocaravana. Se
diría que por aquí no pasan vehículos, pero sí que nos cruzamos
con algunos. Cuando creemos que la cosa no puede empeorar,
encontramos avisos de que nos hallamos en una explotación maderera,
y que cabe la posibilidad de encontrarse con tráilers de doble
remolque acarreando troncos. En fin, son trece kilómetros agónicos,
hasta que por fin salimos a zona de prados y la carretera vuelve a su
ser.
Los árboles |
La ruta |
Lo mejor de Triplet Falls no son las cascadas, sino el impresionante
bosque que las rodea, con vegetación tupida y árboles altísimos.
Realizamos una ruta circular, y la sensación de encontrarnos en
medio de la selva es completa. Como es de esperar, nos cruzamos con
poca gente, y por eso resulta aún más insólito oír hablar nuestra
lengua. Son dos chilenos y una argentina, jóvenes los tres y
afincados en Australia. A ellos lo que les sorprende no es que
hablemos castellano, sino que seamos españoles. Y, al igual que a
muchos australianos, que estemos aquí por viaje y no por trabajo.
Triplet Falls |
Antigua vagoneta perteneciente a un aserradero de vapor |
Altos, ¿eh? |
Regresamos a la auto contentos de haber visitado este lugar tan impactante. Empieza a atardecer, así que exploramos las opciones: descartado un lugar en el cruce de Ferguson por cutre, a 45 kilómetros y al lado de la costa tenemos el Princetown Recreation Reserve. Nos ponemos en carretera y simultáneamente iniciamos negociaciones por el móvil, algo dificultosas porque la cobertura va y viene. Aunque le decimos al tipo que estaremos allí en menos de una hora, insiste en hacer el check-in por teléfono, alegando que va a cerrar en breves minutos. Sin embargo, cuando llegamos la oficina todavía se encuentra abierta. Supongo que le habrá tocado más de una vez esperar de brazos cruzados a los clientes: que ya llegamos, que ya llegamos...
El lugar es, por varias razones, impresionante: a orillas del Gellibrand River y a 700 metros de la costa, se oye el fragor de las olas batir contra el acantilado. Sin embargo, y como suele ocurrir, sin amenaza no hay paraíso: hay maquinaria pesada en el camino de acceso, y dos carteles: uno que muestra el desacuerdo de la comunidad local con la construcción de un resort, y el segundo prohibiendo a trabajadores y maquinaria rebasar determinado punto por ser private property.
En cuanto al cámping, tiene una estructura extraña, porque las
plazas para tiendas y vehículos se ubican en torno a un enorme
círculo vallado cuya finalidad ignoramos.
Empieza a anochecer, y en el prado contiguo se reúne la mayor manada (también se les denomina corte, turba o tropa) de canguros que hemos visto hasta la fecha. Cuando oscurece del todo, algunos se aventuran en las instalaciones del cámping.
Distancia parcial: 168 km.
Distancia total: 1.760 km
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