lunes, 27 de febrero de 2023

Día 9

 16 julio

La primeras visitas de hoy giran en torno al lago Mývatn, nombre que se traduce por la poca romántica denominación de lago de las moscas. De hecho los insectos suelen ser aquí tan atosigantes que la gente usa redecillas para la proteger la cara. Veníamos muertos de miedo porque se nos habían olvidado en casa. Pero, por un azar del destino, hoy nos dejan en paz.

Antes de movernos vamos al súper del pueblo, pequeño y caro incluso para los estándares islandeses. El aparcamiento está de lo más concurrido. Se ven muchos vehículos todoterreno aprovisionándose para adentrarse en las Tierras Altas. Dejo la auto en un hueco que encuentro y, cuando voy hacia la tienda, percibo que alguien me observa. Luego descubriré que se trata del dueño del establecimiento y que he estacionado justo donde almacenan el propano (y hay un cartel diminuto que prohíbe el aparcamiento). El tipo tiene una pinta de usurero que te caes, pero como se da cuenta de que voy a hacer gasto en su tienda pues no dice nada.

Skútustadir
Skútustadir

Después nos dirigimos hacia el sur siguiendo la orilla este del lago. Allí se encuentran los pseudocráteres de Skútustadir. Esa palabra, pseudocráter, no la había oído en mi vida. Ahora ya sé que se trata de un cráter fake, es decir, un relieve volcánico idéntico a un cráter volcánico pero con la diferencia de que nunca ha tenido una chimenea de lava, sino que se ha formado por explosiones de vapor al fluir a través del lodo. En la Tierra son raros. Sin embargo al parecer hay muchos... ¡en Marte!

La segunda visita, a pocos kilómetros de allí, es el cráter del Hverfjall. Se puede subir hasta el borde por una senda que asciende cerca de 100 metros. Una vez arriba, tienes el apabullante espectáculo de una abertura de un kilómetro de diámetro. Además, se divisa todo el paisaje del lago Mývatn y las llanuras circundantes, sin que falte el omnipresente monte Herðubreið. Es posible contornear el perímetro (3 km.), pero a estas alturas la tripulación se siente derrengada y manifiesta no estar por la labor. Como desahogo, cuando regreso abajo saco el dron y grabo unos vídeos.

Hverfjall


El lago Mývatn desde lo alto del Hverfjall

Comemos en el aparcamiento y después hacemos 20 kilómetros hasta Krafla, una zona volcánica muy activa situada, cómo no, en la junta de placas. Se han documentado aquí veintinueve erupciones, la última en 1984 (a simple vista se aprecian, negrísimas, las coladas recientes). En 1977 se construyó en las inmediaciones una planta geotérmica de 60 Mw (durante la perforación encontraron magma a solo dos kilómetros de profundidad). Las tuberías pasan sobre la carretera construyendo una especie de pórtico que, unido al paisaje, le da al sitio un aire de lo más surrealista. Visitamos el cráter Víti (infierno, en islandés) con sus aguas de un azul profundo. También allí cerca están los campos de Leirhnjúkur, pero desistimos porque hay que caminar un trecho largo. En lugar de eso, volvemos hacia Mývatn y paramos en Hverir, una de las mayores solfataras de Islandia. Con este término se designa una formación geológica resultado de varios fenómenos: fisuras por las que ascienden y surgen vapores de agua con gases sulfurosos a presión; depósitos de azufre, fumarolas y pozos de lodo hirviente. El vapor se forma, por lo general, a partir del agua que previamente se ha filtrado en el terreno y que, al llegar al magma,, se volatiliza y sale a superficie a alta presión cargado de gases, particularmente sulfurosos. De ahí viene el característico olor a huevos podridos que impregna el entorno.

Solfatara de Hverir
Solfatara de Hverir

Aprovechando que no hay carteles de prohibido, me alejo de la turbamulta y saco el dron. Aunque siento tentaciones de bajar, vuelo a unos 80 metros, para que nadie se siente acosado/vigilado/grabado. Aun así, las tomas son espectaculares, con una gama de colores ocres y turquesas que ni sospechas cuando miras a ras de suelo.


Estoy recogiendo mis bártulos cuando se acerca una chica, y me pregunta que si he hecho buenas fotos. Le respondo que sí. La zona tiene todas las papeletas de ser privada (hay un sistema de pago online que casi nadie usa, y se hallan en fase de instalar un pórtico con cámaras). De ahí a prohibir los vuelos de dron (o cobrar por ellos) va un paso. Dado que me hallaba en un lugar sin interés ninguno y que detecté un matiz de autoridad en la pregunta, sospecho que puede ser hija o empleada del propietario, así que me largo de allí a toda prisa.

Visto Hverir, para rematar el día ya solo nos queda la visita a los Mývatn Nature Baths, que son la versión nórdica de la Laguna Azul, que se encuentra al lado de la capital. Más baratos, eso sí, y menos masificados. En los vestuarios te exigen el lavado polaco, esto es, los pies, el culo y el sobaco. Luego sales a la heladora atmósfera y corres hacia el agua como un desesperado.

Mývatn Nature Baths
Mývatn Nature Baths

El agua la extraen hirviendo del subsuelo, la mezclan con fría y la distribuyen por las piscinas, de manera que, si buscas, puedes encontrar la zona donde la temperatura sea más de tu gusto.

La hora que pasamos aquí da para mucho, especialmente para observar a la gente cuando sale del agua: mientras conservan el calor en el cuerpo caminan muy tiesos, pero transcurridos unos metros emprenden una carrerilla nada digna hacia los vestuarios o la sauna. Los hombres, eso sí, tratan de mantener más el tipo que las mujeres.

Mývatn Nature Baths
Mývatn Nature Baths

No todo es divertido, sin embargo. Por ejemplo no comprendo el afán de algunos por beber alcohol en los baños termales (no lo he probado, a lo mejor es la leche). Tampoco la ausencia de educación de otros: estoy meditando en mis cosas cuando dos parejas, presumiblemente polacas, me rodean y hacen mesa camilla conmigo en el centro. La situación es tan incómoda que no me queda otra que largarme. Por cambiar de aires me meto en un pilón largo y estrecho donde la gente se acomoda como piojos en costura y donde debes tener cuidado de no dar una patada al de enfrente. Pero los 42 grados son demasiado para mi cuerpo, así que me salgo enseguida.

Sin embargo, el paisaje infinito, el horizonte inmenso y la matizada luz de la tarde (hay nubes, e incluso se ve llover a lo lejos) compensan los sinsabores.

Terminado el baño, regresamos al vestuario, a la auto, al cámping y a nuestros queridos romplones.

Kilómetros recorridos

Parcial: 72 km.

Total: 1.452 km.


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