sábado, 18 de febrero de 2023

Día 5

 12 de julio

En contra de lo esperado, la noche ha sido meteorológicamente tranquila. Claro que el pueblo se halla en un lugar mucho más abrigado que las desoladas llanuras de ayer. Está dejando de llover, y eso nos anima a volver a Reynisfjiara. En línea recta la distancia desde Vík son apenas tres kilómetros, pero por carretera hasta el párking de ayer hay 12. En consonancia con la mejoría del tiempo, la playa se ha llenado de gente. Si vas a la derecha tienes la extensa lengua de arena negra que cierra una laguna. Me gustaría pasearla, pero como tiempo es escaso nos vamos hacia la izquierda, donde están las formaciones de basalto, las cuevas y unos enormes promontorios rocosos metidos en el mar que de nuevo parecen sacados de otro planeta (aquí se rodaron escenas de 'Star Trek: en la oscuridad', estrenada en 2013). Aunque hasta el final llega bastante menos gente, no falta el turista garrapata que, con todo el espacio que hay, se te pone al lado. O que cruza ante tus narices cuando estás mirando con los prismáticos. O que persigue a un frailecillo intentando hacerse una foto con él, como si fuese una mascota de zoo.


Reynisfjiara



Reynisfjiara

Pese a ello, saco el dron. No estamos en parque nacional ni he visto carteles de prohibido. Sin embargo, sopla un vientecillo que desasosiega: apenas tengo experiencia en volar sobre el mar, y me da miedo de que una ráfaga me lo voltee y adiós muy buenas. Tampoco tengo claro cómo reaccionarán las gaviotas que anidan en las agujas de piedra. Las condiciones de luz, por otro lado, son imposibles: hay una claridad borrosa debido a la neblina, y el contraste entre la espuma del mar y la playa de arena negra es tan bestial que dudo de que salga algún plano en condiciones. Cuando vuelva a casa me las veré y me las desearé con el programa de edición de vídeo para que las imágenes queden aprovechables.



A la entrada de la playa advierten seriamente de que tengas mucho cuidado con el oleaje, que esto no es Torremolinos (eso lo digo yo) y de vez en cuando el mar se traga a alguien. De hecho, acabo siendo uno de los afectados, y eso que me encuentro a por los menos cincuenta metros de los rompientes cuando, súbitamente, una ola se me echa encima. Trato de retroceder, pero es demasiado tarde y el agua me llega casi a las rodillas. Oigo alguna risita guiri. Que no os pase a vosotros, simpáticos.

Reynisfjiara
Reynisfjiara

Vuelvo a la auto a cambiarme y a restañar mi orgullo herido. Después aprovechamos para regresar a Vík. Toca ir al súper, pero antes tenemos el doble problema irresuelto del AdBlue y del propano. Por fortuna en la gasolinera disponen de ambos. Compramos una garrafa de diez litros del primero, y del segundo una bombona. Acostumbrado a las españolas color naranja, que son de hierro del de fabricar tanques, estas apenas pesan, incluso llenas: examino atentamente el envase, que parece fabricado de plástico o fibra de vidrio. Mi asombro es mayúsculo: ¿cómo puede aguantar un componente tan liviano semejante presión? Ahora bien, para los butaneros debe de ser una maravilla transportarlas. Sin embargo, mi asombro es aún mayor al ver la minuta: 95 euros entre el propano y el aditivo. Como pierdo el ticket, no sabré nunca cuál de los dos fue el responsable del sablazo.

Junto al súper hay una tienda de ropa y calzado de montaña sorprendentemente bien surtida. Me compro una camiseta y una gorra de Islandia. Lo de la gorra no es postureo: resulta que la capucha de mi cortavientos se me viene a la cara, y no veo nada. He observado que existen dos tipos de capucha: las que traen la visera incorporada y las que no. Y quienes carecen de ella la suplen con una gorra, y eso mismo voy a hacer yo a partir de ahora, porque es desesperante que te cubras cuando llueve y no veas más que la puntera de tus botas.

A la salida de Vík atravesamos unos extraños campos alfombrados de vegetación. Y digo extraños porque por ellos pululan multitud de insectos de considerable tamaño que nos dejan el parabrisas hecho unos zorros. Luego viene una recta inacabable donde el viento nos zurra de lo lindo por el costado izquierdo. Aquí las carreteras suelen construirse sobre una plataforma elevada al menos un par de metros sobre el terreno circundante, y ello contribuye al efecto fuelle. Si a ello le sumamos que lo irregular del asfalto nos hace ir dando tumbos, tenemos el paquete completo. A duras penas -y con gran riesgo- alcanzo los 80 por hora, así que cuando formo una cola muy larga busco un sitio donde pararme y dejo pasar. En una de estas nos adelantan dos coches de policía y una ambulancia. Algo más adelante nos encontramos con un vehículo de los bomberos atravesado en la carretera. Nos desvían por un camino de cabras que sirve de acceso a granjas. En la distancia vemos el accidente, nos parece distinguir dos vehículos fuera de la carretera.

Foss a Sidu

Es hora de comer y paramos en el parking de Dverghamrar. Al elegir este sitio pensé que sería una buena idea, pero como se encuentra en un pequeño collado, el viento aquí arrea todavía más. Cometemos además el error de estacionar de espaldas a donde sopla: al ser la trasera cuadrada, el aire nos menea con saña.

Dverghamrar. Cuesta creer que esas piedras no sean construcciones de origen humano

Tras la ajetreada comida no nos resistimos a una a la fuerza breve visita. Dverghamrar significa “acantilado de los enanos”, y son formaciones de basalto hexagonal que semejan algún tipo de extraña construcción. A poco más de 700 metros distinguimos la bella cascada de Foss a Sidu, y se distingue perfectamente cómo las rachas más fuertes contrarrestando la gravedad, elevan el agua e impiden que llegue al suelo.

Seguimos camino y por fortuna el viento amaina. Cuando llegamos al cámping de Skaftafell parece que no hubiera roto un plato, y eso nos anima a salir a caminar. Hay dos sitios que nos gustaría ver: la Svartifoss y el Skaftafellsjökull. Como son las seis de la tarde, es preciso elegir uno y nos decantamos por la cascada. El sendero es amplio y bien acondicionado, y subiendo pasamos hasta calor. Hasta la cascada son 2 kilómetros de distancia y 160 metros de desnivel. Como ya la tenemos muy vista en fotos, no es ningún descubrimiento. De todos modos impresiona el aspecto de órgano de iglesia que le confieren las columnas basálticas.

Svartifoss

Svartifoss
Svartifoss

Desde aquí deberíamos regresar al cámping, pero hemos visto que por la zona hay señalizada una red de senderos, y que uno de ellos podría llevarnos hasta un mirador del glaciar. Decidimos intentarlo. Desde la Svartifoss hasta el mirador son 3 kilómetros de distancia y otros 150 metros de subida; el problema es que, como no contábamos con realizar este tramo, casi enseguida nos quedamos sin agua. El que vaya cayendo la tarde (aunque nunca se haga de noche) y el no cruzarnos con nadie también impresiona. Cuando llegamos al mirador la sensación es parecida al vértigo: la lengua glaciar mide 2 kilómetros de ancho y 10 kilómetros de largo antes de desaparecer en las alturas del Vatnajökull, el segundo glaciar más grande del planeta, que además ocupa la décima parte de la superficie de Islandia. Me quedaría aquí embobado horas, pero tenemos otros tres kilómetros y medio hasta el camping. Son de bajada, pero el camino se encuentra en pésimo estado y se nos antoja inacabable. La falta de agua y comida más que por nosotros me preocupa por nuestro hijo, pero a sus once años se porta como un valiente y no le oigo ni una queja. Voy siguiendo la ruta por el móvil: aunque la orientación parece fácil, no quiero ni pensar en lo que ocurriría si nos perdemos.

Camino del Skaftafellsjökull
Camino del Skaftafellsjökull
Skaftafellsjökull
Skaftafellsjökull

Cuando por fin llegamos a la auto son las diez de la noche, doce hora española: han sido algo más de 8 kilómetros y casi 400 metros de desnivel acumulado. Antes de ponernos a cenar nos bebemos una botella de refresco de dos litros. Y es que solo hace falta pasarlas un poco canutas para valorar el cobijo, la bebida y una buena cena.

El regreso
El Skaftafellsjökull, un poco más abajo
El desaguadero
Kilómetros recorridos

Parcial: 165

Total: 795


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