domingo, 23 de octubre de 2016

Haere mai. Un viaje a Nueva Zelanda (22)

12 de agosto
Temperatura al amanecer: 7º C
La previsión del tiempo da lluvia para mañana y un empeoramiento a partir de hoy. Sin embargo, cuando nos levantamos no hay ni una sola nube en el cielo. Vamos hacia la zona de los volcanes, ojalá aguante así el resto del día.
Desayunamos y regresamos hasta el centro deportivo donde pensábamos dormir. Motivo: cambio de aguas. Ni rastro de los centenares de coches que abarrotaban ayer el aparcamiento. Sí, vemos, en cambio, numerosos escolares se dirigiéndose a clase. Hemos coincidido con ellos en bastantes ocasiones a las tres y media o a las cuatro, que es cuando regresan a casa, pero nunca los habíamos visto a la hora de entrar. Van todos de uniforme, y de ello podría deducirse que estudian en un colegio privado -o concertado, como los llaman ahora en España-, pero no: en Nueva Zelanda el 97 por ciento de la enseñanza es pública, laica y gratuita. Una delicia.
A continuación buscamos el Countdown (atinar a la primera, sin tener que andar preguntando, es lo más estupendo de las nuevas tecnologías). En realidad no necesitamos comida, pero sí bebida: regresa Bego con una botella de vino y doce latas de cerveza y me cuenta que la cajera la miraba con aire reprobatorio. Por lo visto aquí también tienen sus pequeñas hipocresías, y lo esperable era que se dirigiera a una tienda de Spirits en lugar de al súper.
Cruzamos por enésima vez, y esperamos que sea la última, por el Dublin Street Bridge y enfilamos la SH 4, que sigue los meandros del Mangawhero River por un terreno abrupto y desolado. Recorremos 90 kilómetros hasta el primer lugar habitado, Raetihi, 1.100 almas. Y luego viene Horopito, que tampoco es que sea para echar las campanas al vuelo.

Ruapehu en la distancia
Las nubes cubren  el Ngauruhoe
A partir de aquí entramos en el Tongariro National Park, con sus tres grandes volcanes: el Ruapehu (2.797 m.), que es el más activo; el Ngauruhoe (2.287 m.) y el Tongariro (1.967 m.). De los tres, el único de cono volcánico tal y como nos lo solemos representar es el Ngauruhoe. Sin embargo, el Parque Nacional lleva el nombre del más bajito. Imagino que será por comodidad de dicción, a ver quién es el guapo que pronuncia el nombre del segundo sin despeinarse.
Tongariro tiene una historia curiosa. En 1887 Horonuku, el jefe maorí local, viendo el previsible destino que les aguardaba a sus tierras en manos los blancos (venta, fraccionamiento en manos privadas y subsiguiente conversión en pastizales) decidió anticiparse a la jugada y entregarlas a la Corona, convirtiéndolo así en el primer parque nacional de Nueva Zelanda y cuarto del mundo. Hoy recibe un millón de visitantes al año, por suerte no en invierno.
A medida que nos acercamos hemos ido atisbado las tres grandes moles entre las montañas. Tenemos esperanzas de poder ver el Ngauruhoe en todo su esplendor pero, cuando apenas nos faltan unos 30 kilómetros para destino, entran en acción unas pérfidas nubes que llegan por el Oeste y cubren la cima por completo. Rayos y truenos; los dioses maoríes, que impidieron la parcelación, tampoco quieren que disfrutemos de su más preciado tesoro.

Trasera de un camión de la basura
Señalización de la ruta
Un poco mohínos, torcemos a la derecha en un pueblo llamado National Park y luego nuevamente a la derecha, hasta llegar a Whakapapa. La carretera asciende durante 7 kilómetros más por la falda del Ruapehu, pero nosotros aparcamos aquí; una breve refeiçao y emprendemos a pie el camino de las Taranaki Falls, 2 horas ida y vuelta.

Camino de las Taranaki
Hielo en el arroyo
Jugando en el Wairere Stream
Habíamos escogido esta ruta porque ofrecía unas inigualables vistas del Ngauruhoe, pero eso tendrá que ser otro día. El recorrido comienza cruzando una planicie insípida; sin embargo, cuando llegamos al Wairere Stream y lo remontamos a través del bosque nos alegra sobremanera el haber venido: el torrente está semicongelado, y en las piedras y las orillas el hielo forma caprichosas figuras. Es divertido y a la vez embelesante. El camino sin embargo se las trae, ya que, aunque está muy bien preparado -pasarelas, barandillas, escaleras- hay zonas donde el hielo se acumula y, como nos ocurrió en el Monte Cook, resulta difícil pasar sin resbalarse. 

Wairere Stream
Wairere Stream
Nos encontramos con dos mujeres que bajan y que, casi sin saludar, empiezan a hablarnos. No les entendemos todo lo que dicen, pero sí nos queda claro que el terreno más adelante no es apropiado para niños pequeños ya que ellas han tenido que bajar, literalmente, con el culo. Pese a las inquietantes noticias, decidimos proseguir. Llegamos a una pequeña cascada sobre la que cruza un puente. Otros 500 metros por terreno despejado y por fin estamos en Taranaki Falls. Consiste en una caída de agua de unos 20 metros de altura originada por una falla volcánica. Lo chulo es que toda la base de la cascada, salvo la poza donde cae el agua, se halla cubierta de nieve. Realmente esta excursión es uno de los hitos del viaje. No solo por la belleza del sitio, que también sino por el estado de espíritu, tan placentero, y por la sorpresa de lo inesperado
Nos acercamos inocentemente hasta que nos damos cuenta de que estamos caminando por encima del torrente, y que la nieve no solo tapa las piedras y las rocas, sino también la corriente de agua. No creo que sea muy profunda, la verdad, pero no apetece nada volver con un tobillo torcido o con los pies congelados.

Taranaki Falls
Taranaki Falls
Hasta aquí llegamos 
Vemos que varias personas continúan camino y las seguimos. Entonces es cuando comprendemos lo que nuestra interlocutora nos dijo: para llegar a lo alto de la cascada es menester subir por una escalera y unas rampas de hielo que nos parecen bastante peligrosas. Desistimos de la ruta circular y volvemos por donde vinimos.
Tras disfrutar otra vez del embrujo helado del torrente, volvemos a la auto. La luz está declinando, y es hora de contestar la quinta pregunta, dónde vamos a dormir hoy. Elegimos Tokaanu, una pequeña localidad junto al Lago Taupo. Nos alejamos de nuestro volcán favorito conscientes de que, aunque lo veamos despejado, ya será de lejos. Hasta nuestro destino hay 47 kilómetros, la carretera es buena y el tráfico un tanto impaciente. Por el camino nos empieza a llover, la primera agua en nueve días.
Encontramos el aparcamiento junto al muelle con facilidad. Aquí al lado están las Tokaanu Thermal Pools y habíamos pensado en darnos un bañito (cierran a las nueve). Pero estamos tan bien colocados que no nos apetece que nos quiten el sitio. Cena y a dormir.

Kilómetros etapa: 187
Kilómetros viaje: 4.133

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