9 de agosto
Temperatura al
amanecer: 1,5º C
Amanece sobre la Golden Bay, el lugar donde en
1642 Abel Tasman tuvo el primer encuentro -léase encontronazo- con los maoríes.
Este hombre figura en los libros de historia como el descubridor de Nueva Zelanda. Sin embargo, a día de hoy parece
probado que el primer europeo que arribó por estos lares fue el murciano Juan Fernández en 1576. Ítem más: un investigador neozelandés llamado Winston
Cowie está convencido de que fue la nao San Lesmes (desaparecida en el Pacífico
durante la expedición de El Cano de 1525 a las Molucas) el primer barco occidental en llegar a
Aotearoa. El propio Cook se encontró con algunos nativos que eran "casi
tan blancos como los europeos, y algunos pelirrojos" Y escuchó también las
historias de maoríes que explicaban que algún hombre blanco había llegado a
Wellington, donde se había casado y tenido un hijo con una mujer maorí. Incluso
hay documentadas media docena de palabras en lengua maorí que parecen calcadas
del castellano.
Dejando a un lado disquisiciones
histórico-filológicas nos desplazamos hasta Farewell
Spit, un banco de arena o restinga que constituye el punto más
septentrional de la isla. A 4 kilómetros de donde hemos dormido está el Cafe overlooking Farewell Spit, ahora
mismo cerrado. Dejamos la auto en el aparcamiento y seguimos una ruta
señalizada que atraviesa verdísimos prados. El suelo que hay debajo es todo
arena, quién lo diría. Encontramos muchas ovejas y también unos ejemplares de
anátidas muy curiosos que ya hemos visto en varias ocasiones. Van siempre en
pareja, pero el macho y la hembra son tan distintos que podrían pertenecer a
especies diferentes.
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Golden Bay al amanecer |
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Ovejitas curiosas |
El terreno se eleva
gradualmente y aparecen árboles, algunos de una talla enorme. Un sendero que
desciende entre arbustos nos lleva a la orilla Norte de la península, playa
amplísima y desierta. El sol, la calima, el sonido del mar... Inevitable no recordar
la película El Piano y la música de
Michael Nyman, que se encaja como un dardo dentro del corazón. Caminamos en
dirección Este durante unos mil metros, atentos a no pasarnos el camino que
debemos tomar. Localizado este, nos adentramos en una zona de dunas, y toca dar
un par de rodeos porque la zona se halla inundada. Luego, entre praderas y
pinos, alcanzamos la orilla de la Golden Bay y, siguiéndola
hacia el Oeste, completamos el circuito llegando hasta donde dejamos la
autocaravana. En total, unos cinco kilómetros y medio.
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"Qué claridad... |
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...de playa... |
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...al mediodía" |
Un piscolabis y nos
movemos hacia Wharariki Beach, a cuyo
aparcamiento se llega siguiendo una pista de grava de 6 kilómetros. Hoy es
día andar: hasta la playa son veinte minutos a pie. Sorteamos las alambradas
mediante unas curiosas escaleras y cresteamos por dunas cubiertas de hierba. Traíamos
leído que la playa se puede admirar un arco de piedra, pero debe de ser con la
marea baja, porque no lo vemos por ningún lado. Ídem para las crías de león
marino que se es posible ver en algunas fotos. Nos contentamos pues con el
paisaje de dunas e islotes, y los descomunales ribazos que marcan en la arena
el descenso de las grandes mareas. Paisaje del fin del mundo (no en vano está
aquí al lado el Cape Farewell) que
para nosotros es de despedida de esta maravillosa isla.
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Curioso contraste de prados con ovejas y palmeras |
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Wharakiri Beach |
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Wharakiri Beach |
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Marea alta en Wharakiri Beach |
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Dunas en Wharakiri Beach |
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Atasco ovejil |
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¡Sorpresa! |
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Escalera salvaalambradas |
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Antes dunas, ahora prados |
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Clonación |
En el aparcamiento
un pavo real sigue a la gente en busca de comida, y una pareja de jóvenes se
hace fotos con él. Comemos y, sin sobremesa ni nada, partimos rumbo a Takaka.
Una hora hasta esta localidad, y otras más hasta Motueka a través del ya
conocido y terrorífico puerto de montaña. En la primera hacemos escala para el
consabido vaciado de grises y negras, y en la segunda para llenar limpias y
echar gasoil (0,98, el precio más bajo de todo el viaje). Rodeando la estación
de servicio hay varios establecimientos, y entro a pagar en una tienda de
repuestos que no tiene nada que ver con la gasolinera. Subsanado el error, la
dependienta me pregunta que de dónde venimos y yo, abotargado como estoy por
dos horas de conducción, apenas si acierto a responderle con un inglés
encasquillado.
Para coger el agua
volvemos al puerto, donde dormimos ayer. El autobús con estufa de leña ha
desaparecido. En su lugar hay dos autocaravanas particulares de marca alemana.
De una de ellas desciende una anciana y, al ver que hemos aparcado junto a la
toma de agua, viene con una botella de agua mineral de 0,33 y la llena mientras
nos mira con cara superagria. Supongo que es su forma de reivindicar la
propiedad del grifo. Esta curiosa avaricia de los autocaravanistas por los
puntos de agua corriente la he visto con sorprendente frecuencia, sobre todo en
Francia. Será que con los grifos de sus vehículos no tienen suficiente.
Por suerte para la
señora, nuestros planes no son quedarnos, sino contornear la bahía hasta
Nelson, adonde llegamos oscureciendo. Previamente hemos localizado el Countdown en el navegador, y nos vamos a
él derechos. Me doy cuenta de que las compras están ocupando una buena porción
de horas de este viaje. O será que, como vamos a todos lados con prisas, se me
hacen más largas que de ordinario.
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Hacia Nelson |
En un primer momento
habíamos pensado en pernoctar en Nelson, pero los comentarios relativos a youngsters, pedradas y hostigamientos
varios nos hacen desistir. Valoramos algunos sitios cercanos a Picton, pero se
encuentran demasiado lejos para ir hasta allí a oscuras. Finalmente nos
decantamos por un lugar denominado Brown River, junto a la localidad de Rai Valley y a 46 kilómetros de
Nelson siguiendo la sempiterna SH 6.
A la salida de la ciudad acometemos un tortuoso puerto
de montaña aderezado por un pesao
empeñado en que nos salgamos de la carretera para que pase él. El frío, como de
costumbre, arranca helados destellos al asfalto. Finalmente llegamos sin
novedad al cruce de la estatal 6 con Opouri
Road. El lugar de pernocta se halla junto al río, y a oscuras da un poco de
calofrío bajar hasta allí. Un admonitorio
cartel avisa de que no se puede utilizar el sitio en caso de lluvias fuertes,
por el peligro de inundación. En cuanto al suelo de hierba, está tan blando y
ofrece tan poca confianza que dejamos las motrices en el camino de grava. El
silencio de la noche es roto por los grandes camiones que rugen al acometer el
puerto. Fuera está oscurísimo, y hace un frío que pela.
Kilómetros etapa:
218
Kilómetros viaje: 3.545
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