11 de agosto
Temperatura al
amanecer: 6º C
Si por mí fuera,
esta mañana iría al Te Papa Museum, pero
una palabra es una palabra, así que visitaremos el zoo. En su página web, en la
información relativa al parking, se lee:
There is limited free car parking
around the Zoo so it’s a case of early bird catches the worm (!)
La exclamación es
mía, porque no me imaginaba una página oficial haciendo gala de semejante desenfado. En cualquier caso, siendo día laborable y tan temprano, no creo que encontremos mucha gente. El
navegador, por su parte, debe también de estar al tanto de la penuria aparcaticia, porque cuando le
pido que nos dirija al sitio de marras lo que hace es llevarnos a uno disuasorio,
a más de seiscientos metros de distancia. Toca atravesar un parque y una zona
deportiva hasta llegar a la entrada.
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Nutria pescando |
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Ahora ya sé cómo se dice ir al water en maorí |
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Chimpancés con la ciudad de fondo |
El zoo de Wellington
está muy bien enfocado a los niños, y es ameno y divertido. Tal como
esperábamos, solo hay madres con críos pequeños y algún grupo de escolares. Aunque
siempre me produce tristeza contemplar animales en cautividad, entiendo que
para los más pequeños pueda ser educativo y estimulante. Pescan las nutrias ignorándonos
olímpicamente, y juguetean los divertidos suricatos, siempre con uno de ellos
ejerciendo de vigía, incluso aquí. Observamos de nuevo a los fugaces kiwis,
admiramos una exposición de cuadros pintados por los chimpancés, y nos hace mucha
gracia la sección dedicada a la fauna australiana (Neighbours), adonde se entra por la puerta de una casa. Aquí
visitantes y animales comparten un mismo espacio: los canguros sestean junto al
camino, y los emús se nos acercan curiosos. Hay que ver lo grande que puede
llegar a ser un emú. Por último vemos a los pingüinos de ojos azules a apenas
un metro de distancia. Son tres, y a uno le falta un ojo; supongo que entre
ellos también tienen sus movidas. En fin, un zoo supongo que como cualquier
otro, solo que el hecho de hallarnos a la otra punta del mundo confiere a la
visita un sabor especial.
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Pintura realizada por primates |
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Pintura realizada por primates |
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Divertidos suricatos |
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Divertidos suricatos |
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Los vecinos |
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Piel de jirafa |
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Aljibe camuflado de piel de jirafa |
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Sección Asia |
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Pingüino de ojos azules |
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Capuchino |
Es ya pasado
mediodía cuando volvemos bastante cansados a la auto y comemos. A continuación
nos disponemos a salir de Wellington, aunque una cosa es decir y otra hacer, ya
que las afueras de la capital son una interminable sucesión de pueblos ubicados
a lo largo de la costa; recorrer 60 kilómetros nos lleva una hora, bastante estresante
y agotadora, por cierto. Paro a repostar y, como la gasolinera también tiene
LPG, pido que rellenen la bombona, pues hace ya diez días que lo hicimos en
Queenstown. Para mi sorpresa, nos dicen que esta casi a tope. Finalmente
consiguen que entren casi tres kilos. ¿Cómo es posible? Recuerdo perfectamente
que cuando nos entregaron la auto en Christchurch dijeron que teníamos propano
para diez días. Entonces resulta que nos la dieron con solo un tercio de carga.
Claro, como no gastamos gas ni en frigo ni en calefacción, con los nueve kilos
de una bombona hubiéramos tenido para todo el mes. Al final se la vamos a
devolver más llena de lo que estaba el primer día.
El dependiente, que
también parece el dueño de la gasolinera, nos ha atendido muy amable y
servicial, y no es para menos: hemos pagado el gasoil a 1,16 dólares, y a
partir de este aquí, supongo que al alejarnos de Wellington, asistimos a una
espiral descendente de precios (llegamos a verlo a 0,95). En fin, no siempre se
gana.
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Kapiti Island |
A partir de Waikanae
la densidad poblacional decae, y circular se vuelve de nuevo placentero. Vamos
hacia los grandes volcanes del centro de la isla, y podemos elegir entre
hacerlo por el Este o por el Oeste. Elegimos esta segunda opción porque nos
parece que la aproximación es mayor, así que abandonamos nuestra querida SH 1
en favor de la SH
3, que sube hacia Whanganui. Una vez aquí, evitamos la localidad rodeándola por
la orilla opuesta del río. Bueno, eso creíamos. Porque está oscureciendo, así
que me orillo y pregunto al Campermate
que dónde vamos a dormir esta noche. Para mi sorpresa descubro que no hay
ningún free camping en los próximos 75 kilómetros. En
cambio, Whanganui cuenta nada menos que con siete sitios, así que no queda otra
que volver.
En algunas ocasiones
sería preferible que la oferta fuera más reducida, como enseguida se verá.
Porque, una vez descartados los lugares excesivamente céntricos, pensamos que
una instalación deportiva estaría bien, así que nos decidimos por el Springvale Park Whanganui Sports Centre,
que además cuenta con zona de llenado y vaciado y del que nos separan 8 kilómetros. Cruzamos
la ciudad, y cuando damos con el sitio ya no estamos tan seguros de haber
elegido bien, porque el aparcamiento se halla atestado de coches, y siguen
llegando todavía más. Debe de tratarse de un acontecimiento deportivo. El
problema no es esperar a que el panorama aclare, que se aclarará, sino que una
gran parte de la parroquia es gente joven que ha visto que te vas a quedar, y el
hecho fehaciente es que los jóvenes ejercen como protagonistas en la casi
totalidad de escándalos nocturnos y hostigamientos al autocaravanista. Así que toca
probar con otro sitio. El segundo candidato de la lista es el Whanganui East Club, una especie de
restaurante, a 5
kilómetros de distancia. Pero cuando llegamos vemos que
está petado de gente, y el aparcamiento también, pese a ser jueves. ¿Acaso está
todo el pueblo en la calle? No encontramos ningún sitio libre, el terreno tiene
una molesta inclinación, y para quedarse habría además que pedir permiso.
Desbordados como estarán por la abundante clientela, no creemos que anden de
humor para hacernos caso. Comenzamos a desesperarnos. ¿Cómo es posible que la
localidad con más sitios de pernocta vaya a ser la más difícil? Probamos con el
tercer candidato, que es el parking de la Whanganui RSA, 4
kilómetros hacia el centro. Cruzamos por tercera vez el Dublin Street Bridge, que empieza a
parecerme odioso. A este paso vamos a ser la comidilla del vecindario.
La RSA es una asociación de veteranos
de guerra. Dicho así, suena bastante raro, pero los comentarios relativos a la acogida
son muy buenos. Llegamos, preguntamos y nos piden un donativo (dejamos 10
dólares). Qué alegría, ya me veía otra vez dando tumbos hasta las tantas. Por
fin nos vemos recogidos e instalados: nadie osará venir a molestar a una auto aparcada
en los terrenos de una asociación de ex-combatientes.
Kilómetros etapa:
223
Kilómetros viaje: 3.946
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