29 de julio, día 16.
Anoche al llegar al camping pensé en la posibilidad de llenar y vaciar, aun a sabiendas de lo difícil que es localizar en total oscuridad las infraestructuras dedicadas a tal fin. Por eso, cuál no sería mi sorpresa al descubrir que cada parcela no solo dispone de grifo y toma eléctrica, sino que también cuenta con desagüe. La bomba, vamos. Pese a que se percibe que la mayoría de los clientes son habituales y resaltamos un poco, nos vamos con pena.
Por Salmon Arm vuelve a aparecer de nuevo la Highway 1, que ya
dábamos por perdida y que desde Kamloops exhibe un incomprensible
trazado de lombriz. Hoy no la abandonaremos durante todo el día,
hasta Golden.
El lugar del accidente |
Esta mañana pensábamos parar en Revelstoke para dar una vuelta,
pero el atasco provocado por un accidente nos hace perder más de una
hora y decidimos remontar el Illecillewaet River hasta la entrada del
Skunk Cabbage Trail (¡sendero del repollo apestoso!). La ruta
está bloqueada a medio camino, y toca darse la vuelta. Como en este
lugar no hay apenas sombra, nos movemos un par de kilómetros más
allá hasta el aparcamiento de los cedros gigantes. Aquí sí
encontramos refugio, pero curiosamente el sendero hasta los árboles
lleva por lo menos un año cerrado. Una pena. ¿De verdad que no hay
en esto una voluntad deliberada?
Illecillewaet River |
Subiendo el Roger Pass |
Tras comer, continuamos subiendo hasta el Roger Pass, que al parecer
es lugar muy importante para la mitología colonizadora. A partir de
aquí comienza el descenso. 10 kilómetros más allá está la
entrada a las Bear Creek Falls, cuyo acceso es una escalinata
en descenso interminable. La cascada no es muy grande, pero cae con
furia y levanta tal neblina que de nuevo parece que nos encontrásemos
en el corazón de la América salvaje. No debemos de ser los únicos
en pensar eso, porque al regreso nos encontramos con un grupo de
apariencia extraña que portan un aparato de música, deduzco que
para espantar a los osos. Tras ellos vienen tres chicas que dicen ser
alemanas. Quieren saber si hay osos por la zona, pero no porque los
teman sino porque quieren verlos (!). Le hacemos ver a una que sus
sandalias son poco apropiadas para el terreno húmedo y resbaladizo
que les espera más adelante. Se dan la vuelta, supongo que para
cambiarse de calzado, pero para nuestra sorpresa se montan en un
coche y se marchan.
Bajando a la Bear Creek |
Poderosa Bear Creek |
Continuamos el descenso y nos encontramos con unas aguas turquesas
que pertenecen -ahora mismo no lo sabemos- al río Columbia.
Finalmente llegamos a Golden, y nos vamos derechos al camping
municipal, donde nos aguarda una parcela a nuestro nombre. Quise
reservar una de las del fondo por hallarse arboladas y, en mi
opinión, menos a la vindicta, pero al parecer son para residentes
estables y no para nómadas de una sola noche. Así que nos toca
enfrente del instituto. Junto a este hay una autocaravana tripulada
por dos mujeres que, evidentemente, no han conseguido plaza y se han
acogido a la caridad pública.
Atardecer del río Columbia |
Mientras instalo los servicios de luz y agua, un perro de la parcela vecina (aquí no estamos tan separados) empieza a ladrarme desaforadamente. Sus amos, una pareja, intentan sin éxito hacerle callar, y esto le sirve a Bego de excusa para pegar la hebra, a la que posteriormente y con gusto me sumo yo. Resulta que, como nosotros, ambos son trabajadores del Estado (por cierto que no deben pagar aquí muy bien, si comparamos su modesta caravana con las que vemos todos los días). También, como nosotros, tienen un hijo de doce años. Nos sentimos mutuamente reconfortados al hablar de las dificultades de criar a un hijo único. Hacen salir al suyo de la caravana, los presentamos y (vergüenzísimo absoluto) les obligamos a darse un paseo. Resulta que tienen aficiones en común, como por ejemplo todas las banderas del mundo mundial. La madre nos cuenta que al suyo lo han diagnosticado como TDAH, pero nosotros sabemos que esa etiqueta tan socorrida enmascara todo tipo de realidades. Les preguntamos si en la enseñanza pública canadiense realizan cribados de altas capacidades y, oh sorpresa, responden que no.
El padre trabaja de guarda forestal, así que hablamos de incendios y de osos. Sobre los primeros nos dice que, al ser este un año extremadamente seco, en mayo ya estaban ardiendo zonas que por esas fechas suelen hallarse cubiertas de nieve; y que, según los expertos, es posible que el fuego sobreviva durante todo el invierno refugiado en el subsuelo. Respecto a los segundos, por lo visto todos los años hay en Canadá al menos cuatro o cinco incidentes graves. También nos cuenta alguna de sus experiencias con los plantígrados, como por ejemplo cuando uno le robó el bocata. O el día que otro cargó contra él pero solo fue un amago, porque tras empujarle, se marchó corriendo.
Distancia parcial: 250 kilómetros.
Distancia total: 3224 kilómetros.
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