sábado, 9 de septiembre de 2023

25 de julio, día 12.

Ayer se cumplieron once días desde que salimos con la auto, y quedan otros once: es lo que comúnmente se llama el ecuador del viaje. Y, sinceramente, como ecuador no está nada mal esto de despertarse en la orilla occidental de América del Norte. Antes incluso de desayunar saco el vehículo del camino y me voy hasta un mirador junto a la carretera, donde han dormido otras dos autos. Aquí, a pie de Pacífico, tranquilidad y silencio. Los lugareños más madrugadores pasan a recoger la correspondencia del bloque de los buzones. Enfrente, a unos 20 kilómetros, se encuentra la costa de Estados Unidos, apenas entrevista por la lluvia. Si tuviera que elegir un solo momento del viaje entre los muchos gloriosos, sería este.


Justo al lado desemboca un río llamado Jordán. Choca un nombre de resonancias tan bíblicas que, como no podía ser de otro modo, lo pusieron unos exploradores españoles. Junto al cartel de prohibido fumar hay otro que advierte que existe una presa aguas arriba y, como nos encontramos en zona inundable, en caso de terremoto es prioritario salir de aquí por patas. Es lo que hacemos después del desayuno, aunque con menos prisas.

Seguimos por la carretera 14, la que traíamos ayer y única de la zona. La lluvia no cesa y la exuberante vegetación casi cierra la carretera. Encontramos alguna obra pero muy pocos coches. La espesura, la soledad y la lluvia nos retrotraen a Noruega o a Nueva Zelanda. Realmente aquí viajar sí que es de nuevo vivir.

Circulamos pegados a la costa hasta que cruzamos el río San Juan. A partir de aquí nos dirigimos hacia el interior por la Pacific Marine Road. todavía más desierta que la anterior, y la velocidad media es de 50 kilómetros por hora. Atravesamos varios puentes de un solo sentido. Bosque, bosque, bosque, del verde más intenso posible. Sería realmente estupendo perderse por aquí unos días y detenernos, por ejemplo, en el Fairy Lake Bonsai Tree, que sin querer nos saltamos. Sin embargo, nuestro devenir como viajeros se ve recompensado un poco más allá y prácticamente por casualidad: la señalización del Harris Creek Spruce Recreation Site me dice que debo parar a tomar un respiro. Hay un par de coches estacionados en lo que parece el inicio de una ruta de trekking, pero no: el sendero desemboca en un árbol descomunal que ni siquiera está anunciado. La verdad es que en Canadá prácticamente no hemos visto ejemplares singulares: no sé si es que no tienen, o no los valoran o, como sospecho, los ocultan de la voracidad del turismo.


Continuamos hasta la localidad de Lake Cowichan, a orillas del lago homónimo. Aquí hay una dump station, la cual aprovechamos para hacer la toilette. A partir de este punto regresamos a la civilización, a los resorts y a la carretera atestada de coches (curiosamente, hay carteles que advierten de la presencia de fauna salvaje, pero a nadie parece importarle, porque van a toda pastilla). Terminamos de cruzar la isla y subimos hasta Ladysmith, donde paramos a comer a orillas del mar. Enfrente se distinguen lo que parecen almadías o series de troncos agrupados. Salgo con el dron a ver si puedo grabar algo, pero las bruscas rachas de viento me disuaden, porque no hay cosa a la que tenga más pavor que a volar sobre el agua cuando sopla fuerte.

Continuamos hacia el norte y paramos a echar gasolina cerca de Nanaimo. La idea es ir a pasar la noche a la zona de Ucluelet o Tofino -pese a que sabemos lo cara y escasa que es la pernocta en esa zona-, con parada para comprar en Port Alberni, pero no llegamos: una obra corta la carretera y, tras media hora de espera, el ánimo de la tripulación se viene abajo: esta es la única carretera de acceso, de manera que mañana a la vuelta nos tocará otra parada interminable... Volvemos sobre nuestros pasos y buscamos un súper (y un liquor store) en Parksville. Cuando terminamos de comprar es casi de noche. Al haberse frustrado nuestro itinerario, hemos pensado en adelantar a mañana el viaje en ferry y así echar un vistazo, aunque sea pequeño, a Vancouver. No nos apetece dormir de nuevo, como el día de nuestra llegada, en el arcén, así que llamamos al Brannen Lake RV Park & Campsite, a las afueras de Nanaimo, y nos dicen que sí. Por el camino nos despistamos, y cuando llegamos ya se ha vuelto oscuro del todo. El camping parece muy agradable y familiar, pero no dispone de alumbrado, y en la maniobra para entrar en la parcela, flanqueada de enormes árboles, nos las vemos y nos las deseamos. Fin de tan ajetreado y fructífero día.


Distancia parcial: 290 kilómetros.

Distancia total: 2.247 kilómetros.


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