27 de julio, día 14.
Amanecemos enteros, pero con bastantes ganas de salir de aquí. Tras no mucho callejear nos incorporamos a la Highway 1 y su densísimo tráfico, tanto que al cabo de un rato y sin querer nos colocamos en un carril de salida que nos expulsa de la autopista. Constatamos, para desolación nuestra, que no hay forma inmediata de reincorporarse, de modo que toca deambular por las estrechas vías de una urbanización hasta que por fin el navegador nos dirige hacia el rumbo correcto. Cruzamos el ya conocido río Fraser y dejamos a un lado Langley, ciudad homónima de la que se encuentra en Virginia y que es famosa por albergar la sede de la CIA.
A poco más de 70 kilómetros del lugar de pernocta tenemos un punto de llenado y vaciado, y como desde la dirección que llevamos no hay acceso, toca recorrer cinco kilómetros hasta la primera salida más luego otros cinco hacia atrás. Se trata de un área de descanso bastante amplia. Al contar con desagüe y agua corriente, hay caravanas instaladas de forma permanente. Y cuando digo permanente no me refiero a que estén pasando aquí dos semanas de vacaciones. Al igual que en la calle Hastings y los alrededores del Walmart, el Canadá de la marginación enseña sus dientes aquí. Un hombre mayor, que viaja solo con su perro, ha colocado un colchón en la parte de atrás de su vehículo, exactamente como lo llevaba yo con 25 años. Dicha visión me produce ternura y tristeza a partes iguales.
Ya hemos dicho que a la altura del área no existe cambio de sentido, por eso toca seguir camino de Vancouver otros siete kilómetros, más otros doce de regreso. En total, 26 kilómetros para cambiar el agua. Algo excesivo, ¿no?
Seguimos Transcanadian adelante. A la altura de Abbotsford pasamos a solo tres kilómetros de la rectilínea frontera estadounidense. Luego, al llegar a Hope, nos desviamos por la carretera 3. Bien es cierto que, si mantuviéramos el rumbo norte, en apenas 200 kilómetros nos plantaríamos en Kamloops y retomaríamos la ruta por la que vinimos. Pero eso es justo lo que no queremos, por aquello de que la línea recta no suele ser el camino más interesante. Además, así nos libramos del intenso tráfico, especialmente de los monstruosos camiones que nos adelantan pese a que circulamos a 100-110 kilómetros por hora. El paisaje cambia para bien, y se vuelve arbolado y montañoso.
Va acercándose la hora de comer, así que nos desviamos hasta el Lightning Lake que, como veremos, enseguida hará honor a su nombre. En este sitio, viven muchas ardillas, tan grandes y orondas que parecen suricatos He visto fotos de algunas tan cerca que parecen sacadas con un potente teleobjetivo... Pero no: son ellas las que se acercan, curiosean e incluso se dejan tocar. Por todos sitios se ven carteles que insisten en que no des de comer a la fauna salvaje, pero teniendo en cuenta dónde están sus madrigueras, justo debajo del merendero, parece misión imposible. De hecho, te miran inquisitivamente, como aquel que sabe perfectamente lo que quiere.
La confraternización humano-ardillesca se ve súbitamente
interrumpida por un abundante chaparrón. Nosotros al menos tenemos
donde refugiarnos, no así algunos grupos de senderistas que pasan al
lado de nuestra auto calados como sopas. El parking, que estaba lleno
de familias comiendo y practicando piragüismo, poco a poco se vacía.
Qué buen sitio para pasar el resto de la tarde y dormir. Pero, amén
de prohibido, aún quedan kilómetros por delante.
Pasamos junto a una enorme mina a cielo abierto llamada Copper Mountain. Luego llegamos a Princeton (hoy la va cosa de nombres ilustres). Tenemos referencias de un lugar de pernocta a la salida del pueblo y al otro lado del río, pero nos da pereza ir a investigar. Optamos por seguir bordeando el río Similkameen, que nos acompaña desde el lago de las ardillas. Está oscureciendo, y un tráfico velocísimo, salido de no sabemos dónde, nos aturulla y sobrepasa. Finalmente llegamos al sitio designado, esto es, el cruce de la carretera 3 con la antigua de Hedley pero aquí, aparte de que no hay un alma, se encuentra demasiado a la vista de la carretera. Retrocedemos por la secundaria con la esperanza de dar con algún apartadero y, para sorpresa nuestra, lo que nos encontramos es el Old Hedley Road East Recreation Site, camping gestionado por el parque regional. Entramos y preguntamos a una mujer, la cual nos dice que cuesta diez dólares la noche, pero que es obligatorio situarse en una de las parcelas marcadas. Como las que están a la vista se encuentran todas ocupadas, nos vamos a dar una vuelta a pie pese a la lluvia y felizmente encontramos una libre entre los árboles del otro lado de la carretera. Bego se queda custodiando mientras yo vuelvo corriendo a por la auto. Al final ha habido suerte.
Distancia parcial: 353 kilómetros.
Distancia total: 2.705 kilómetros.
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