28 de julio, día 15.
Uno de los aspectos que más perturba de Canadá es su descomunal tamaño: una cosa es saber que se trata del segundo país más grande de la Tierra, unas veinte veces España, y otra muy distinta pasarte un montón de horas al volante para luego descubrir en relación al mapa te has movido una insignificancia. Lo cierto es que así se siente uno muy pequeño.
Como no vino nadie a cobrar anoche, ni tampoco esta mañana, nos vamos muy contentos.
La carretera vira hacia el norte a partir de Keremeos. Nos despedimos definitivamente del Similkameen, y a partir de Penticton y del Skaha Lake entramos en un paisaje más seco, de colinas redondeadas y menos arbolado. Al parecer aquí se cultiva el viñedo (sobre la calidad de los vinos canadienses no podemos aportar información, ya que no los probamos en todo el viaje). Impresionan los más de cien kilómetros del lago Okanagan, el cual bordeamos por su orilla oeste hasta Kelowna, donde cruzamos no sin antes parar en el súper.
Cruzando el lago Okanagan |
Es esta una pequeña pero floreciente ciudad; la carretera la cruza por todo el centro, de modo que no es posible evitar el correspondiente atasco. Resulta que dos semanas después de nuestro regreso hubo aquí un incendio tan devastador que las llamas cruzaron en un punto donde el lago mide dos kilómetros de ancho. Entre unas cosas y otras, ya va haciendo hambre. Hemos localizado un área de día en Kalamalka Lake, paralelo al Okanagan pero de solo 16 kilómetros de largo. La verdad es que se trata de un sitio muy privado y muy local.
Gansos en Kalamalka Lake |
El aparcamiento no es muy grande, pero entramos con el desparpajo que nos dan quince días de conducción. Hoy pasamos de los 30 grados, así que después de comer decidimos darnos un baño. Luego saco el dron y, tras buscar un lugar de despegue discreto, doy unas pasadas. La verdad es que este lugar sí que no corresponde en absoluto con la idea que uno tiene de este país: gente bañándose, tablas de paddle surf, esquí acuático... Más que Canadá esto parece la Riviera francesa o Torremolinos.
Por cierto que hoy me toca un susto de muerte, porque cuando vuelvo con el dron echo de menos la riñonera plana que habitualmente llevo atada a la cintura. Por más que busco y rebusco por toda la auto, no la encuentro. Incluso vuelvo al lugar de despegue, por si se me hubiera caído allí. Me dan sudores fríos mientras evalúo la catástrofe: carnet de conducir, dinero en efectivo, tarjetas de crédito (todas no, que las llevo repartidas). Me voy a buscar a mi familia a la zona de baño, rogando al cielo para que sepan algo. Aleluya: Bego la vio encima de un sofá y la recogió, pero en vez de dejarla donde suelo guardar mis cosas la puso entre las suyas, donde jamás miro. Me acuerdo entonces de cuando en Islandia se me cayó la cartera dentro de la auto en un intersticio tan angosto que nos las vimos y nos las deseamos para sacarla. Menos mal que en ambas ocasiones todo acabó bien.
Cuando baja un poco el sol nos
ponemos en camino hacia Salmon Arm. Hay que desviarse unos kilómetros
de la ruta, pero lo hacemos porque a) no es zona protegida y se puede
volar el dron, y b) porque existe un parque recomendado para dormir.
Tras 74 kilómetros llegamos a destino. Este lago tiene la
particularidad de que el nivel del agua asciende o desciende
dependiendo del año, y como ahora estamos en sequía, pues se
encuentra considerablemente bajo. Para compensar los cambios de nivel
han construido un espigón de madera como los que se ven en las
películas que termina en un muelle flotante. En cuanto a los
mosquitos, su número es directamente proporcional a la cantidad de
ciénagas que hay por la zona, y no me queda más remedio que volver
a la auto a por el repelente olvidado si es que quiero pilotar en paz.
Salmon Arm |
Salmon Arm |
Salmon Arm |
La puesta de sol es bellísima. De vuelta a la auto, tenemos el mismo dilema que ayer: no hay ningún otro vehículo vivienda. ¿Nos quedamos o no? Hemos decidido hacernos los valientes cuando oímos gritos desaforados en la calle de al lado. Decidimos ignorarlos, pero un momento después se trasladan al aparcamiento. Miramos por la ventana: se trata de un energúmeno con pinta de hallarse colocado. Le acompaña una chica. Si nos hubiera pillado de novatos nos habríamos quedado con la esperanza de que se fueran, pero años de pernoctas fallidas te acaban curtiendo, y como gracias a la app deWikicamps tenemos los teléfonos de (casi) todos los campings de Canadá, llamamos al Salmon Arm Camping Resort, que es el más próximo y, pese a ser ya casi de noche, aún disponen de algún sitio libre. Por teléfono son muy amables. Sin embargo, cuando llegamos nos recibe tal jolgorio, música en directo incluida, que nos preguntamos si no habríamos hecho mejor quedarnos a dormir en compañía del gamberro. Pero esto es Canadá, y a las diez de la noche se acaba la música y cada mochuelo a su olivo.
Distancia parcial: 269 kilómetros.
Distancia total: 2.974 kilómetros.
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