domingo, 4 de mayo de 2025

DÍA 27

Lo primero que hago nada más levantarme es salir y grabar con el dron, estas extensísimas cordilleras paralelas y lo adusto del terreno me tienen cautivado. Una vez terminado el desayuno, regresamos al Hole, ahora desierto y tranquilo.

Las McDonnell al amanecer. Abajo y en el centro, la auto y el lugar donde dormimos

El Big Hole por la mañana

Carretera. La primera parada es Serpentine Gorge, a 15 kilómetros. En el aparcamiento no hay nadie, y enseguida entendemos por qué: en primer lugar, porque hasta la garganta es preciso caminar algo más de un kilómetro. En segundo, porque es una versión reducida de lo que hemos visto hasta ahora, y por tanto mucho menos espectacular.

La segunda parada del día, prácticamente a pie de carretera, es en Ochre Pits, una cantera con arcillas de colores que los aborígenes usaban (y usan todavía) para sus pinturas rituales. A esta hora el sol ya casca de lo lindo. Los diarios se están haciendo eco de esta anomalía, a la que denominan “Ola de calor de invierno” (!)

Ochre Pits

Tercera parada: Ormiston Gorge. Dejamos la auto en el aparcamiento, y como tenemos alguna dificultad para encontrar el camino, atrochamos por una vereda en busca de la vía principal. Entonces nos damos de narices con un varano gigante australiano de aproximadamente un metro (pequeñito, si se tiene en cuenta que llegan a medir 2,5-3 metros y pueden tragarse entero un canguro). Al principio el animal se queda quieto, pero está claro que no quiere líos porque, tras contemplarnos un rato, lentamente se aparta y nos deja pasar.

El varano gigante

El sitio en cuestión es estupendo, y recuerda mucho a Simpson Gap, la primera de las gargantas que vimos ayer. Buscamos sitio a la sombra y nos refrescamos en el agua. Vuelvo a la auto a por provisiones y comemos aquí.

Al igual que ayer, a medida que pasa el tiempo empieza a llegar gente. A nuestro lado se instala una pareja de chicas; y cuando digo pareja me refiero al sentido estricto, porque al rato las veo besuquearse. Me pongo a mirar para otro lado, por aquello del respeto a la intimidad y tal.

Ormiston Gorge

Esperamos a que baje un poco el sol y continuamos camino. El objetivo es otra garganta, la Glen Helen, quizá la más espectacular de todas. Salvando la diferencia de la piedra, recuerda mucho al Salto del Gitano, allá en las tierras altas, por Monfragüe.

Camino de Glen Helen Gorge

Camino de Glen Helen Gorge

Desde el aparcamiento caminamos primero hasta el lecho seco, y siguiendo este hasta los promontorios rocosos. Es poco más de un kilómetro, pero las moscas y el calor se ceban con nosotros. Nos cruzamos con una sola persona. Desde la otra orilla, bandadas de aves nos observan curiosas.

Glen Helen Gorge desde los cielos

Glen Helen Gorge desde los cielos

Glen Helen Gorge desde los cielos

Hay en este lugar un cámping estupendo que, inexplicablemente, se encuentra cerrado. Decidimos entonces desplazarnos hasta el Woodlands Redbank Gorge Campground. Tras 20 kilómetros, a la derecha de la carretera se separa una pista de tierra, en buen estado al principio, pero que se vuelve pésimo al cruzar un vado seco. Lo atravieso como puedo, pero al llegar al segundo, con mucha piedra suelta, ya no me atrevo. Bajo a inspeccionar, y en ese momento llegan las dos chicas de Ormiston en un pickup. Por gestos me preguntan que si necesitamos ayuda, les respondo que no: lo que toca hacer es irnos por donde hemos venido. Damos la vuelta con dificultad, volvemos a cruzar el primer vado con el ánimo encogido y llegamos sin novedad a la carretera. Por primera vez en el viaje, nuestras posibilidades de pernocta han quedado reducidas a cero.

Pensábamos que nos tocaría estacionar sobre la propia pista. Por fortuna, en el cruce descubrimos un apartadero, y ahí que nos colocamos. Salimos para ver una puesta de sol acongojante, pero hay que volver a entrar rápidamente porque las moscas pedorras han sido sustituidas por los mosquitos chupasangre.

Puesta de sol en mitad de la nada

Cuando duermes en la wilderness uno lo hace siempre con un ojo abierto. Por eso me despierto enseguida cuando, a las dos o las tres de la mañana, pasan unos cuantos coches. No por la carretera, como cabría esperar, sino entrando por la pista. Si fueran trasnochadores y/o juerguistas pitarían o gritarían, que es lo que indefectiblemente uno espera. Sin embargo, extrañamente, pasan de largo y no dicen ni mu.


Distancia parcial: 90 km.

Distancia total: 5.427 km.


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