lunes, 21 de abril de 2025

DÍA 22

Toca aprovechar el día, así que tempranito y sin despedirnos salimos a la carretera y en 80 kilómetros nos plantamos en Yulara, que es el resort montado en 2006 al rebufo de Uluru, y que además de cámping cuenta con hoteles y varios complejos de apartamentos. La parcela nos parece cara y cuesta un poco dar con ella. Una vez localizada, salimos cagando leches (es la emoción, discúlpeseme lo abrupto del lenguaje).

Por fin, Uluru

Uluru se encuentra a 20 kilómetros de Yulara, dentro del parque nacional Uluru-Kata Tjuta, y para acceder es preciso pagar religiosamente. Nosotros hemos sacado por Internet la entrada para dos días, y la llevamos en el móvil. Enseguida vemos en la distancia ese, como diría Gerardo Diego, prodigio isleño: se trata de unos de los monolitos más grandes del mundo: 348 metros emergidos y 2,5 kilómetros bajo tierra. Su perímetro es de 9,4 kilómetros, aunque si lo contorneas por el sendero autorizado la vuelta son algo más de 12 kilómetros. Si tuviera que describirlo de alguna forma, desde arriba parece la garra de algún animal, con los gigantescos dedos clavados en la tierra, apuntando hacia el sur.


Dejamos la auto en el aparcamiento, bastante concurrido por cierto. Mucha gente se acerca a ver la roca y sacarse selfies, pero muy pocos los que se animan a darle la vuelta, al menos caminando. La piedra no es compacta, sino que su base cuenta con un sinfín de recovecos, en algunas de los cuales se almacena el agua que cae desde arriba. Mi pregunta: si es una sola roca compacta, ¿cómo pueden brotar de ella manantiales? Con razón los nativos la consideran un sitio mágico y sagrado, uno se esos de lugares que invitan a la meditación y el silencio, aunque solo sea por las miles de generaciones que han pasado por aquí.



Nos entretenemos mucho con todas estas particularidades al principio de la ruta, lo que hará que luego se nos vuelva pesada, sobre todo cuando levante el sol y lleguemos a la cara sur, que además es donde el camino se aleja más de la piedra. Según la previsión meteorológica, hoy no pasaremos de 23 grados, pero la sensación de calor es mucho mayor, supongo que por la radiación que refractan la piedra y la arena. Colocados estratégicamente hay sombrajos provistos de teléfono de emergencias, por si a alguien le da un jamacuco. Precisamente en uno de ellos nos encontramos con un grupo que realiza su particular tour en segway. Menos mal que veníamos avisados.


La roca no solo varía de color según la hora del día, sino también de forma según desde el ángulo que la contemples: en ocasiones parece una descomunal nave extraterrestre; en otras, un dormido animal prehistórico. Al parecer, hace varias eras, el suelo de Australia estaba aun por encima de Uluru. Como estaba constituido por materiales muy blandos, la erosión los fue puliendo y rellenando con el sobrante valles y barrancas, lo cual explica por qué hoy en día este es un continente tan sobrecogedoramente llano.


El sol empieza a bajar, y la cara oeste se hace más llevadera, pues pasamos por sitios de sombra. Pero estamos hechos polvo, y prácticamente nos hemos quedado sin agua. Al llegar de nuevo al aparcamiento descubrimos la senda por donde se ascendía al monolito, hasta que lo prohibieron en 2019. En mi caso creo que subir habría subido, el problema habría sido para bajar: la visión de la roca pelada, donde no hay agarradero posible y parece que si tropiezas o caes vas a llegar hasta el fondo, me nubla el entendimiento. Todavía conservo el aterrador recuerdo de cuando, en Gredos, me quedé paralizado caminando sobre un bolo de granito del tamaño de un asteroide y de donde creo que no hubiera sido capaz salir si mis compañeros de excursión no me hubieran tranquilizado y dado instrucciones.

Antes de irnos al cámping queda el penúltimo acto: a tres kilómetros de la roca se encuentra el Uluṟu Coach Sunset Viewing Area que, como es lógico, a esta hora se encuentra abarrotado: gente con cámaras, con telescopios, subidos a los coches... Todos en un silencio expectante contemplando el milagro diario del sol poniéndose sobre Uluru.


Distancia parcial: 135 km.

Distancia total: 4.250 km.


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