31 de julio, día 18.
Hoy no es que hayamos remoloneado excesivamente, pero para cuando queremos salir del cámping ya son las diez de la mañana, y volvemos a experimentar el estado de gracia que supone el turismo masivo: los dos aparcamientos del Johnston Canyon están llenos hasta la bandera. Cabreo máximo: hay turismos ocupando el espacio destinado a autocaravanas. Y en lo que respecta al cámping, ya podían habilitar un espacio destinado a pre o post clientes. En fin, ajo y agua. Decidimos irnos a pasar el día a Banff y volver por la tarde, cuando todos estos hayan regresado a sus hoteles. Circulamos por la antigua carretera, que va paralela al río Bow pero lejos del humo y de las prisas de la autopista.
Por el camino nos encontramos cabras salvajes, de las de los cuernos
girados sobre sí mismos, en dos ocasiones. En la primera hay un
coche parado en mitad de la carretera, y ya sabemos lo que eso
significa. Esperamos pacientemente nuestro turno, pero un tipo con
autocaravana no puede resistirse e intenta saltarse su turno adelantándonos a nosotros y al primer vehículo.
Resultado: las cabras se asustan y salen huyendo. Eso por ansia.
La segunda vez nos topamos con el rebaño al salir de una curva. Están en la cuneta, comiendo no sé qué porque allí no hay ni una brizna de hierba. Es relajante su tranquilidad y su ausencia de temor.
Al llegar a Banff, vuelta al agobio: no encontramos aparcamiento, ni
siquiera en el lugar habilitado para autos, que es la estación de
tren. Decidimos investigar por nuestra cuenta y damos con muchísimo
sitio en The Fenlands Banff Recreation Centre, casi
enfrente de donde empieza un sendero circular por zona
pantanosa. Nuestra idea era prolongarlo hasta los Vermilion Lakes,
pero hay que caminar por una antipática carretera a pleno sol, de
modo que al cabo de un rato nos damos la vuelta.
Vermilion Lakes |
Fenland Trailhead |
De regreso a la auto nos encontramos con un montón de turistas asiáticos haciendo cola... para hacerse una foto junto a las letras en 3D de Banff. Ver para creer.
Tras la comida y el repostaje de gasolina (ahora sí, a precios de Alberta), vamos a echar un vistazo al cámping, por si regresamos tarde. Nuestro alojamiento para las tres próximas noches es el Tunnel Mountain Village I Campground, uno de las tres enormes instalaciones de este tipo que hay en Banff, a su vez dividido en diez secciones con forma de parrilla.
Confieso que esto del Tunnel Mountain me tenía intrigado, ya que por más que examinaba el mapa no encontraba ningún túnel (el pueblo Stoney llamaba a esta elevación Búfalo Durmiente, por su forma). Hasta que, ya de vuelta en casa, Wikipedia desentrañó el misterio: resulta que en 1882, cuando los trabajos topográficos previos a la construcción del ferrocarril, el ingeniero al cargo sugirió la construcción de un túnel que atravesara la montaña. Finalmente, la idea se descartó por cara y poco práctica y se eligió otro trazado, pero el nombre permaneció.
Una vez realizado el check-in y localizada la parcela, nos vamos para
el Mount Norquay Lookout, al que se asciende a través de una
zizagueante carretera. Desde aquí, las vistas de Banff y las
montañas circundantes son, en verdad, impresionantes.
Mount Norquay Lookout |
A continuación, y ahora sí, regresamos al Johnston Canyon,
adonde llegamos sobre las seis de la tarde. Como era de esperar, el
aparcamiento se halla prácticamente vacío de las hordas turísticas
que lo ocupaban esta mañana. La ruta se puede hacer bien hasta las
Lower Falls (1,6 kilómetros) o hasta las Upper Falls
(5 kilómetros), en ambos casos ida y vuelta). Elegimos subir hasta
las segundas, porque tanto la distancia como el desnivel (150 metros)
nos parecen asequibles. El sistema de pasarelas me recuerda al del
Wolfsklamm, en el Tirol austríaco. Llegamos a las Lower Falls
y prácticamente hay que guardar cola para sacarse una foto. Me
pregunto cómo sería esta mañana.
Camino de las Lower Falls |
Upper Falls |
Últimos rayos en las Upper Falls |
Seguimos hasta las Upper. Por el camino vamos coincidiendo con una pareja y sus tres hijos pequeños. Evidentemente son amerindios o, como dicen por aquí, gente de las Primeras Naciones. Cuando les saludamos, la mujer se muestra agradablemente sorprendida: tal vez no estén acostumbrados a que los turistas blancos les digan nada. Por otro lado, y aunque jóvenes, llama la atención su terrible obesidad. Trato de imaginarme su nada fácil existencia, confinados en la reserva, extraños en la tierra que un día fue suya, malviviendo con las ayudas del Gobierno y sin expectativas ni proyectos de futuro. En esas condiciones, ¿cómo extrañarse de que la pésima alimentación, el alcoholismo y la desesperación hagan presa en ellos?
Distancia parcial: 110 kilómetros.
Distancia total: 3.559 kilómetros.
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