DÍA 18
Enfrente del área de pernocta se encuentra el Lake Knock Out, según Wikipedia un maloliente lago salado (ahora no se percibe tufo, será en verano). Pasamos junto a él anteayer, y llama la atención por su color ocre, que recuerda a las balsas mineras de Riotinto. En Google aparece rebautizado como Bird Lake, imagino que por aquello del maquillaje turístico.
Hoy tenemos la nítida sensación de que empieza de veras la
aventura: entre Port Augusta y Coober Pedy hay 540 kilómetros, y en
medio apenas algunas áreas de servicio. La verdad es que asusta un
poco, pero solo retrospectivamente. En el momento de arrancar vamos
contentos y con buen ánimo.
Comienza la aventura |
Lo de que Port Augusta es la puerta del outback no responde a ningún reclamo turístico, es la pura realidad: llevamos recorridos solo unos kilómetros cuando aparece ese paisaje terriblemente llano y quemado que tantas veces hemos visto en fotografías y películas. No es una tierra del todo desnuda, pero sí de vegetación baja. Me gustaría saber cómo esas plantas logran sobrevivir aquí.
La vía del tren va paralela a la carretera, y en ocasiones se entrecruzan.
Un poco más adelante atravesaremos la Zona Prohibida de Woomera, el campo de tiro más grande del mundo (llegó a tener una superficie similar a la del Reino Unido, aunque posteriormente se redujo a solo 127.000 kilómetros cuadrados) En él se han probado todo tipo de armas, incluidas las nucleares (siete pruebas entre 1956 y 57; hubo algunas más, en Emu Field y en el archipiélago Montebello, en la costa oeste australiana). Todo esto lo narra magistralmente una miniserie estrenada en 2020 que se llama Operación Búfalo. Fue un proyecto tan secreto que ni siquiera lo conocía el Parlamento australiano
La carretera, la vía |
Mi idea era recorrer doscientos kilómetros y luego hacer una parada,
pero como la autocaravana no es un coche y el cansancio acumulado ya
pesa, a los 150 kilómetros no puedo más y detengo el vehículo.
Estamos en un apartadero ubicado en una especie de meseta, con vistas
a un lago y a la interminable carretera que se extiende de sur a
norte. Entonces ocurre la desgracia, o el imprevisto, o como quiera
llamarse.
En este lugar tan sugerente sufrimos la avería |
Desde el día de San Remo no habíamos vuelto a tener percances con
el vehículo, excepción hecha de la ventanilla del conductor, que
sigue sin bajar. Pues bien, ahora es el turno del water. Como todo el
que alguna vez ha subido a una autocaravana, el secreto mejor
guardado (¿pero dónde hacéis...?) consiste en un receptáculo de
20 litros de capacidad encajado debajo de la taza y que se cierra
mediante una tapita circular. Pues bien, dicha tapa es el mecanismo
más frágil del mundo, y nunca se te ocurre pensar en ella mientras
funciona correctamente, pero te acuerdas de la madre del fabricante
cuando se rompe o atasca, que es justo lo que sucede ahora. Basta que
uno de los saquitos del líquido anti-olor se quede trabado en el
mecanismo para que todo se vaya al garete. Agotado todo el repertorio
de maldiciones, extraigo la arqueta, la vacío en la tierra y, con
asco infinito, trato de colocar las piezas en su sitio. Creo que al
diseñador del artilugio nunca se le ocurrió que percances así
suceden en los lugares menos propicios. De haberlo hecho, tal vez
habría previsto algún método para que la caja de marras se abriera
y facilitar así la reparación pero, como ya dijimos anteriormente,
a muchos no les pagan por pensar. Para colmo de males, la
autocaravana no dispone ni de una triste herramienta.
Glendambo |
Me lavo las manos como puedo (el aditivo químico tiene un olor super-fuerte, se impregna en la piel y de ahí no hay quien lo saque) y continuamos hasta la estación de servicio de Glendambo, 130 kilómetros más arriba. Aquí, además de echar gasoil, intentamos comprar un destornillador, pero se les han terminado. Por suerte, la dependienta nos presta uno. Desatornillamos todo lo desatornillable, pero ni por esas: para encajar de nuevo la tapa en su mecanismo habría que partir el depósito por la mitad.
Finalmente constatamos la cruda realidad: faltan diez días para terminar el viaje y nos hemos quedado sin water. Algo similar nos ocurrió en el norte de Italia, pero allí enseguida dimos con una tienda de accesorios para autocaravana y adquirimos otro. Si esto nos hubiera ocurrido antes de Melbourne, o incluso antes de Adelaida habría sido un trastorno menor, pero ¿aquí, en medio del secarral?
Comemos y después seguimos, contritos, nuestro camino. Estamos
valorando la posibilidad de quedarnos a dormir esta noche a la
intemperie, pero las paradas que encontramos están todas a la vista
de la carretera. Y, francamente, sin cobertura móvil nos parece
bastante arriesgado. Finalmente, cinco kilómetros antes de Coober
Pedy, en el Stuart Monument, encontramos una pista aceptable para
nuestro vehículo que nos conduce a un lugar no visible desde la
carretera. A unos trescientos metros hay aparcado un coche con su
caravana. Por lo demás, una soledad y un silencio como de principios
del mundo.
Puesta de sol a las afueras de Coober Pedy |
En cuanto a nuestro problema autocaravanil, pues como nos contestó el dueño de un bar en el Atlas marroquí cuando le preguntamos por la toilette.
El hombre alzó los ojos, los enfocó al horizonte y dibujó un amplio gesto con la mano:
- La montagne...
Distancia parcial: 534 km.
Distancia total: 3.423 km.