viernes, 6 de julio de 2018
domingo, 10 de junio de 2018
Érase de un marinero
que hizo un jardín junto al mar,
y se metió a jardinero.
Estaba el jardín en flor,
y el jardinero se fue
por esos mares de Dios.
Cuando me preguntáis por qué me marcho del instituto suelo acordarme de estos versos de Machado. Siempre os he animado que seáis curiosos, a que arriesguéis y no os acomodéis a lo fácil. Sería necio por mi parte no practicar con el ejemplo. Me llena de orgullo y satisfacción (sic) haber ayudado a poner en marcha el IES Nº 6, actual Sierra de Santa Bárbara: saber que el verde de los árboles que plantamos con nuestras manos os saluda cuando acudís al Centro, o que os resulta útil la biblioteca que tanto costó montar son cosas que para mí no tienen precio. Sin embargo, los años huyen deprisa; durante diez cursos habéis pasado promoción tras promoción, y eso le hace a uno sentirse cansado y viejo. Necesito ser otra vez el nuevo en algún sitio, aunque eso me suponga renunciar a tantas caras conocidas y a la gente que me aprecia y valora mi trabajo.
La vida es así, unos vienen y otros se van. Sin embargo, algo queda: yo me marcho más rico de lo que llegué porque he tenido el privilegio durante estos años de ser vuestro profesor. Tened por seguro que de cada uno he aprendido algo, y que de todos me llevaré un recuerdo, aunque sea pequeñito, para el juego infinito de la existencia.
La vida es así, unos vienen y otros se van. Sin embargo, algo queda: yo me marcho más rico de lo que llegué porque he tenido el privilegio durante estos años de ser vuestro profesor. Tened por seguro que de cada uno he aprendido algo, y que de todos me llevaré un recuerdo, aunque sea pequeñito, para el juego infinito de la existencia.
Porque, sinceramente, no creo que haya ningún otro trabajo que te permita asistir al milagro inaudito de ver cómo, año tras año, los niños se transforman en jóvenes y éstos en hombres y mujeres. Se trata de un don enorme, y no lo cambiaría por nada del mundo.
La gente suele decir que esta profesión debe ser vocacional. Sé que lo que voy a decir no es para contar, pero lo hago: yo entré en ella poco menos que obligado, porque de algo había que vivir. Sin embargo, me enamoré enseguida, y ahora no la cambiaría por ninguna otra en el mundo. La culpa la tuvo el extraordinario caudal humano que descubrí en las aulas. En otras palabras: vosotros. La enseñanza me cambió la vida para bien, y si soy el que soy ahora es porque tuve la inmensa suerte de hacerme profesor.
Por todo ello quiero deciros que me alegro de haberos conocido, y que os deseo lo mejor en la amplia existencia que tenéis por delante.
Mientras tanto, mientras queráis, seguiré siendo vuestro profe.
La gente suele decir que esta profesión debe ser vocacional. Sé que lo que voy a decir no es para contar, pero lo hago: yo entré en ella poco menos que obligado, porque de algo había que vivir. Sin embargo, me enamoré enseguida, y ahora no la cambiaría por ninguna otra en el mundo. La culpa la tuvo el extraordinario caudal humano que descubrí en las aulas. En otras palabras: vosotros. La enseñanza me cambió la vida para bien, y si soy el que soy ahora es porque tuve la inmensa suerte de hacerme profesor.
Por todo ello quiero deciros que me alegro de haberos conocido, y que os deseo lo mejor en la amplia existencia que tenéis por delante.
Mientras tanto, mientras queráis, seguiré siendo vuestro profe.
viernes, 25 de mayo de 2018
Ataguía - No lo llaméis acoso
Quiero presentaros mi nuevo libro, una parte de él escrita en colaboración.
Las historias que se cuentan aquí no están inspiradas en hechos verídicos, sino que forman parte del sustrato íntimo de la realidad.
ATAGUÍA: 22 de octubre de 1965. Un río. Un poblado. Una gigantesca obra hidráulica. Doscientos niños y la mayor catástrofe laboral del franquismo, silenciada durante mucho tiempo.
NO LO LLAMÉIS ACOSO: Pese a las proclamas oficiales y la creciente conciencia social, la violencia hacia los iguales continúa dándose en los centros de enseñanza de nuestro país. Tolerada en ocasiones por quienes tienen la misión de velar por nuestros hijos. Alentada a veces por los propios padres.
Puedes conseguirlo aquí.
Puedes conseguirlo aquí.
jueves, 10 de mayo de 2018
miércoles, 2 de mayo de 2018
miércoles, 25 de abril de 2018
Extraído del blog Donde navegan los violines, de la biblioteca del IES Sierra de Santa Bárbara
JUANMA HOYAS
El pasado jueves 19 de abril fue un día realmente especial. Estuvo con nosotros Juan María Hoyas, profesor y compañero de este Centro. Durante dos horas compartió lecturas y vivencias con los alumnos de Bachillerato.
El acto, organizado por las profesoras de Lengua Amalia Sánchez, Conchi Prieto y Soledad Falero, seguía el formato de una entrevista, durante la cual el entrevistado respondió a cuantas cuestiones quisieron formularle los alumnos.
La actividad estuvo dividida en dos partes. En la primera, el autor comentó y leyó textos de su último libro, Minifundios. Se trata de su primer y único poemario hasta la fecha en el que recoge versos escritos a lo largo de treinta años. Juanma Hoyas explicó las circunstancias que estuvieron en la génesis de los textos leídos.
La segunda parte se centró en la actividad viajera en su doble vertiente de escritor y de fotógrafo. Gran parte de los periplos los ha realizado en autocaravana, la cual considera una forma óptima de moverse porque deja siempre un resquicio a la aventura.
Juanma Hoyas ha publicado hasta el momento nueve obras, entre las que se cuentan, además del citado libro de poemas, dos guías de viaje, cuatro volúmenes de relatos de expediciones, una recopilación de cuentos y una autobiografía de su infancia. Es autor asimismo de varios fotomontajes digitales y dos exposiciones fotográficas.
Toda esta información se puede ampliar en su blog Con C de Confín.
y en la página de la Asociación deEscritores Extremeños.
sábado, 21 de abril de 2018
viernes, 20 de abril de 2018
NO LO LLAMÉIS ACOSO
Juan María Hoyas Santos
Begoña Sánchez Olaya
CAPÍTULO I:
CASTIGAR A LAS VÍCTIMAS
EN UN COLEGIO de cuyo nombre no
quiero acordarme no existen protocolos para acoger nuevos estudiantes, ni
alumnos tutores, ni actividades de integración, ni juegos que permitan
adaptarse al nuevo entorno, relacionarse o mejorar la autoestima. En este
colegio se arroja a los niños al patio para que se busquen la vida, como
aquellos padres que lanzaban a sus hijos al centro de la piscina para que
aprendieran a nadar. En este colegio, cuando descubres que tu hijo sale
llorando de clase día sí y día también, tiene pesadillas por la noche y se
orina en la cama, miran para otro lado diciendo que esos son "síntomas de adaptación". Y cuando
ya no puedes más y activas el protocolo antiacoso te tachan de histérico y
sobreprotector, responden con la actitud escandalizada de que "en este colegio jamás ha ocurrido eso"
y que por lo mismo también anotarán las cosas que tu hijo haga (!).
En este colegio, que cambia de
actitud (pero solo de actitud) cuando te quejas por escrito a la Inspección , las medidas
que finalmente se toman son ineficaces, irrisorias, y abren la veda para otros
potenciales acosadores. Según dicen, todo el problema se reduce a la falta de
habilidades sociales de tu hijo y a su escasa resistencia a la fustración
(sic). Mientras tanto la madre del macarra, envalentonada, hace proselitismo
entre los demás padres, como si de una versión de "Sálvame de Luxe" se tratara: primero te hacen el vacío y a
continuación aíslan a tu hijo, que ya no consigue juntarse con nadie de clase
ni vuelve a ser invitado a un cumpleaños jamás de los jamases. Para extender y
amplificar este segundo castigo, someten a todo aquel que llega a un cursillo sistemático
de insidia y murmuración, de manera que gente con la que no has cruzado una
sola palabra te niega el saludo y te trata con desprecio, como si lo supieran
todo de ti. Luego están aquellos que no tienen nada en contra, pero que no se acercan ni se significan para
no involucrarse, para que no les salpique, porque no es su problema. Como
dijeron Einstein, o Gandhi, o Luther King, el mundo es un lugar peligroso no
por causa de los que hacen el mal, sino por aquellos que no hacen nada por
evitarlo.
A partir de aquí ya es cuestión
de tiempo, lo que tu entereza y la de tu pareja os den para aguantar: un curso,
dos cursos más. Al final (porque siempre llega el final) cambias a tu hijo de
centro, con lo cual se castiga a la víctima por tercera vez, mientras el o
los acosadores se van de rositas. Así va
este jodido planeta del revés.
Según la psicóloga que atiende a
mi hijo, este tipo de situaciones se está dando cada vez con más frecuencia.
Por eso hablo de uno concreto, pero en el fondo sé que son muchos colegios,
esas instituciones donde pretendemos que las generaciones que ahora llegan se
eduquen en conocimientos y valores y que acaban transformándose en reductos
donde triunfa el listillo, el agresivo, el cabrón, el que campa a sus anchas
porque las personas que deben velar por la integridad física y moral de
nuestros hijos no hacen nada, o miran para otro lado, o ven sin ver. Y cuando
llegan a Secundaria nos rasgamos las vestiduras, porque entonces es cuando
empiezan de veras los problemas y, oh desgracia, nadie los vio venir.
Porque, como todo el mundo sabe,
en Infantil y Primaria el acoso no existe, son solo cosas de niños.
En este mundo maldito
va la razón esquinada:
la gente buena anda sola,
y los canallas en manada.
CAPÍTULO II:
LAS MADRES DEL WHATSSAP
Aún conservo en la memoria el
día en que me disteis de alta en vuestro estupendo y colegial grupo. Es fácil
de recordar, porque celebrábamos el cumpleaños de mi hijo y allí os
presentasteis, unas invitadas y otras no, la mayoría por cierto sin avisar.
Veníais un pelín prepotentes, como a ver quiénes eran esos que habían llegado
nuevos al cole. Tomamos nota de la actitud pero hicimos la vista gorda, ya
sabéis de todo lo que uno es capaz por un hijo. Luego, cuando llegó enero y no
pudimos más y nos quejamos al Director por lo que alguno de vuestros hijos
estaba haciendo al nuestro, nos disteis la espalda. No de modo metafórico, que
también, sino físicamente, dejándonos admirar vuestras generosas derrières. Desde ese momento catorce
meses han pasado, y vuestro ninguneo y desprecio no han cedido ni un ápice,
antes al contrario: os habéis esforzado por extender la difamación a personas
que en aquel momento no estaban en el Centro y que por lo visto deben de ser de
vuestra misma calaña, pues se han sumado gustosas a la cacería.
Nuestra piel de adultos es
correosa y los gazmoños, aunque sean muchos, nos la refanfinflan. Sí nos importa, en cambio, por ese niño al
que habéis excluido y aislado como si tuviera la peste. Personalmente y a través
de vuestros hijos, en quienes habéis potenciado y legitimado actitudes de odio
y desprecio que, no nos cabe duda, los elevarán al estrellato de buenas
personas y aun mejores ciudadanos.
Debería deciros que no os deseo
a ninguna lo que nos habéis hecho a nosotros, pero no es cierto: ojalá os
veáis, como nosotros, inmersas en una situación de acoso y descubráis que casi
todo el mundo os da de lado. Que la infeliz seguridad que os proporciona la
manada desaparece del todo y quedáis a merced de las hienas. No pido más. Al fin
y al cabo, cada cual da lo que tiene, y de lo que se siembra se recoge. Tampoco
hay que ser profeta para saber que esas bestezuelas que estáis criando os
reventarán en la cara más pronto que tarde.
Por lo que a nosotros respecta,
será un consuelo y un alivio no tener que ver de nuevo vuestros tristes caretos
al salir de clase.
CAPÍTULO III:
CONVIVIR CON CANALLAS
A/A SR DIRECTOR DEL CEIP:
D.ª..., y D..., ambos con
domicilio a efectos de notificación en, padres del alumno... , que se encuentra
matriculado en 1º curso de Primaria en este centro, desean hacer constar los
siguientes hechos:
1º- Que desde el mes de octubre
vienen observando que su hijo regresa a casa con menos material escolar del que
trae al Centro, pues le han ido desapareciendo diversos objetos, como
afilalápices y gomas de borrar entre otros.
2º- Que su hijo jamás ha
regresado a casa con material escolar que no le perteneciera.
3º- Que el niño se ha quejado en
repetidas ocasiones de que en su clase hay compañeros que se quedan con sus
cosas, y este extremo se ha puesto en conocimiento de su Tutor.
4º- Que, asimismo, se queja de
que estos compañeros le agreden frecuentemente, tanto de forma verbal como
física, con insultos, empujones, ridiculización imitando su forma de hablar o
repitiendo las cosas que dice, a menudo en clase, a veces en el patio del recreo,
incluso en el pabellón deportivo y, al menos, una vez en el baño, donde fue acorralado
por cuatro de ellos y auxiliado por una de sus compañeras.
5º- Que estos hechos se han puesto
en conocimiento del Director de este centro de forma oral en una ocasión
anterior, aproximadamente en el mes de noviembre.
6º- Que el pasado viernes el
alumno regresó a casa con una mancha de rotulador verde en la frente, y al ser
preguntado dijo que un compañero le había lanzado el rotulador abierto a la
cara, entre trozos de goma y algún proyectil indeterminado (fragmentos de
papel, quizá).
7º- Que se queja en concreto de
sus compañeros de clase xxxx, xxxx y xxxxxx.
8º- Que tras el inicio de las clases,
después de las vacaciones de Navidad, el niño sufre episodios de ansiedad y
pesadillas, y que se despierta a medianoche entre lloros y gritos.
9º- Que, como profesionales de
la enseñanza familiarizados con casos semejantes y con el protocolo de actuación
del Plan Regional de Convivencia en Extremadura, ambos progenitores creen que
todos estos incidentes constituyen un cuadro típico de acoso escolar en estadio
suficientemente avanzado como para hacer necesaria la toma de medidas urgentes.
Para que estos hechos obren en
conocimiento del Director de este centro, de tal manera que pueda tomar las
medidas oportunas lo antes posible, se presenta este escrito para su registro
de entrada en la Secretaría
del mismo.
En , a 19 de enero de 2017.
CAPÍTULO IV:
NORMALIZAR LA
VIOLENCIA
A/A: SR. INSPECTOR:
A lo largo del primer trimestre
del año académico 2016-2017 se han sucedido incidentes que al parecer de los
padres del alumno constituyen un caso claro de acoso escolar, y que han llevado
a la presentación de un escrito explicando estos hechos a la dirección del
Centro, y que con anterioridad le hemos remitido a usted.
En ese escrito no se incluyen,
por omisión involuntaria, los siguientes hechos:
Observación directa en el parque
por parte del padre y de la madre, en distintas e independientes ocasiones, de
agresiones intencionadas por parte de un alumno de su clase, al que aquí vamos
a llamar Benito.
En una de esas ocasiones la
madre ve a Benito intentando bajar los pantalones a su hijo mientras los dos se
deslizan por el tobogán y luego intentan subir por la rampa.
En otra ocasión el padre ve a su
hijo venir llorando desde el tobogán con la encía superior sangrando, diciendo
que Benito le ha golpeado.
En una última ocasión la madre
ve cómo Benito se dedica a empujar y burlarse de su hijo, que todo lo que desea
es jugar en paz. En esta ocasión Benito es secundado en sus acciones por una
niña de la clase. El abuelo de aquel, que se encuentra en el parque, se acerca.
La madre le comenta las quejas de su hijo con respecto al nieto. El abuelo conmina
a Benito a portarse bien: “Que no me
entere yo”, le dice, pero el nieto ni siquiera le presta atención.
Nuestro hijo refiere además sus
dificultades para poder comer su merienda del recreo, pues Benito le persigue
por el patio diciendo “Bocata, bocata”,
por lo que el niño ha de huir y comer cuando se halla a suficiente distancia, y
luego volver a correr para alejarse de nuevo. Menciona también que al menos en
dos ocasiones le ha desaparecido el bocadillo mientras se ponía el abrigo para
salir al patio en el recreo. Otro día ha venido con el pantalón mojado de pis,
y a las preguntas de sus padres contesta que no ha ido al servicio en toda la
mañana porque entonces Benito le encierra.
El último de los incidentes
anteriores al 19 de enero no mencionado en el referido escrito es el siguiente:
El padre espera al niño a la salida del colegio delante de la puerta del
pabellón. Cuando el niño sale viene corriendo hacia su padre para abrazarle. En
ese momento Benito se le cruza por delante e interpone su mochila entre padre e
hijo con clara intención de provocar una caída. El padre de Benito se encuentra
al lado y presencia la escena con total claridad. Ambos padres se miran, pero
ninguno dice nada.
Como consecuencia de todos estos
hechos el alumno decide no invitar a este compañero a su sexto cumpleaños el
día 3 de noviembre de 2016.
Los episodios de violencia se
siguen sucediendo, y tras las vacaciones navideñas, el día 19 de enero de 2017
se presenta escrito informando sobre hechos constitutivos de un posible caso de
acoso escolar sobre el alumno arriba citado al Director del CEIP, solicitando
se le dé registro de entrada. El mencionado Director recoge el escrito sin
intención de sellarlo, pero es instado a proceder a ello por parte de la
persona que lo presenta, la madre del alumno, que pregunta también si este
escrito será puesto en conocimiento de la Inspección , a lo que responde que no tiene por qué
si no es necesario, con idea de considerarlo como simple documento interno.
Además aduce que el niño tiene un carácter difícil, que le cuesta relacionarse,
y alguna que otra excusa imprecisa.
A partir de la presentación del
escrito se han sucedido los siguientes hechos:
1-Con fecha 20/01/2017 20:05 la
madre remite el siguiente mensaje al Director del centro:
Hola, :
Soy la madre de xxxx. He encontrado este artículo sobre el tema del
que hablamos ayer jueves y creo que refleja con claridad algunas de las
circunstancias que mencionaba en el escrito que te entregué.
http://www.elmundo.es/sociedad/2015/10/28/562cd3df268e3eda3b8b464b.html
Ya sabemos que mi hijo tiene dificultades para relacionarse, pero
precisamente por eso es más vulnerable, pues los verdugos, que actúan en grupo,
se ceban siempre en el que queda aislado. Además, tener dificultades para
relacionarse no es justificación para que consintamos que el niño sea
maltratado. Ojalá pudiéramos encontrar una manera de cambiarlo.
Te pido no le dejes de tu mano, por favor. Gracias por tu ayuda.
2-Con fecha 22/01/2017 11:41 se
recibe la siguiente contestación por parte del Director:
Hola. Tienes toda la razón. Hemos tomado medidas iniciales preventivas
y de conivencia (sic). El lunes tenemos reunión de valoración con la
orientadora del EOEP y nos reuniremos con vosotros lo antes posible,
seguramente el martes. Mientras, la
Tutora , los demás maestros/as del equipo docente, personal no
docente y yo mismo, estamos comprometidos en solucionar la situación.
No obstante, ya sabeis que
podeis comunicaros con nosotros, personalmente y en cualquier momento.
Saludos
3-Con fecha 24 de enero se
celebra la reunión de los progenitores con el Director, con la
asistencia de la Orientadora
del centro, el Tutor titular, y la
Tutora suplente.
-En dicha reunión inicial el Director
resume de esta manera el escrito que se le presentó el día 19: “Bueno, os quejáis de que le han faltado
unos sacapuntas” (le llevaba desapareciendo material desde septiembre, eso
son muchos sacapuntas -teniendo en cuenta que se compraban en paquetes de seis-
y gomas de borrar, lápices rotos, rayones en el cuaderno, etc. Curiosamente a
partir de la activación del protocolo no le ha vuelto a desaparecer nada).
Resulta doloroso que alguien piense que a un padre o una madre le duelan cuatro
sacapuntas; lo que duele es el hostigamiento constante.
-Sobre el rodillazo que el niño
afirma haber recibido en sus partes propinado por uno de los presuntos
acosadores, comenta: ”Bueno, habría que
ver primero por qué fue el rodillazo”.
-A continuación hace los
siguientes comentarios: “Si pudiera
hablar..., pero es que estamos en fase inicial, me voy a callar”. “El niño
tiene un carácter muy difícil, no le gusta perder”, “y tiene mucho genio,
porque un día (bastante al principio del curso) estaba solo en el patio
diciendo en voz alta “¡ESTOY SOLO, NO TENGO AMIGOS!”.
-Asimismo tiene a bien echar en
cara al padre el haberse acercado a la valla del colegio en algún recreo a ver
si divisaba a su hijo y si éste se encontraba solo o jugando con alguien.
-Comenta que uno de los niños
mencionados en el escrito como presunto acosador preguntaba al enterarse de la
solicitud de inicio del protocolo de acoso: “¿Entonces
ya no voy a ser más amigo de xxxx?”, como dando a entender que nuestra
actitud sobreprotectora estaba dando al traste con una hermosa amistad.
-Apunta de forma velada que él
está tomando anotaciones sobre el comportamiento de la víctima todos los días
desde que se le comunicó el caso el 19 de enero.
-Refuta la autoría de la mancha
de rotulador diciendo que esos niños no estaban ese día 13 de enero, viernes,
en clase, sino que se encontraban enfermos (la madre cree haber oído que
efectivamente esos niños faltaron, pero en la semana siguiente, lunes 16).
-En esta primera reunión
aventura también cuál va a ser el final del proceso, afirmando que quedará en
nada y diciendo que al alumno (víctima) habrá que proporcionarle ayuda, bien
dentro bien fuera del Centro.
-Asegura que es el primer caso
que se da en el Centro (quizá quería decir que él supiera, o que se hubiera
llegado a comunicar).
-Preguntado por el padre: “¿Qué hago si ahí fuera en el patio los
padres de estos niños me interpelan?”, el Director responde: “Ahhh” y hace gestos de alejar cualquier
tipo de interés en el asunto con las manos, dando a entender que “eso es problema
vuestro”. Solo después de hablar la Orientadora y decir que ante una interpelación
con intimidación habría que recurrir a la Policía asume que el centro también tiene algo
que ver con ello.
-En esa reunión la madre
pregunta al Tutor titular, que acaba de pedir un mes de excedencia, si el niño
es agresivo, o si le ha visto pegar a compañeros o tratarlos mal. El Tutor
afirma que el niño es noble y bueno, que quizá se aguanta demasiado, y que no
le ha visto nunca agredir a nadie, aunque no le guste perder y se enfade
consigo mismo a menudo.
4-En la semana siguiente, la
madre y el niño acuden al centro un par de días más tarde de lo habitual, por
lo que el niño no entra en el aula matinal sino que ambos esperan el toque de
timbre en la fila. Mientras el niño juega con algunos compañeros la madre
observa cómo las otras madres le dan la espalda y no le dirigen la palabra. Una
compañera de su hijo le dedica una mirada entre asombrada y curiosa, luego mira
al niño y se acerca a jugar.
5-Durante las tres semanas
siguientes al incidente del día 13, el niño presenta un cuadro de ansiedad que
se reproduce noche tras noche, con pesadillas y gritos, e incluso incontinencia
urinaria. El escrito del día 19 recoge estos hechos referidos a los días que
median entre el 13 y el 19.
6-El día 6 de febrero el niño
trae en la mochila una invitación de cumpleaños de una compañera para el día 8.
Preguntado, afirma que le gustará mucho asistir.
7-La noche del 6 al 7 es la
primera en la que el niño no tiene pesadillas y duerme seguido. Tal extremo es
comunicado a la Tutora
en el siguiente mensaje:
Hola, :
No hemos podido ir a la reunión, pero espero nos informes con una
breve nota en la mochila como sueles hacer. Yo miro todos los días por si acaso
hay algo.
Quería comentarte que xxxx ha dormido esta noche pasada seguida y
tranquila, por primera vez desde el 13 de enero. Para mí han sido tres semanas
muy angustiosas y de muy poco dormir, como puedes imaginar.
Ojalá esto sea el comienzo de
la recuperación. Parece que está más contento. Me contaba el otro día que tiene
un amigo que se ha ofrecido a ayudarle siempre que lo necesite. No sé de qué
curso será, pero parece que empieza a formar sus propias alianzas. Es un
alivio.
Gracias por todo.
8-El niño asiste al cumpleaños
de su compañera la tarde del 8 de febrero. Cuando vuelve a casa responde de
forma evasiva a la pregunta sobre qué tal lo ha pasado. La madre, intuyendo que
algo no va bien, le vuelve a preguntar y el niño reconoce que ha ido muy mal.
Según sus palabras: ”Cada vez que me
acercaba a alguien, hala, un ataque”. Y refiere cómo sus compañeros habían
estado huyendo de él y cómo había pasado solo la mayor parte del tiempo, sin
poder jugar con ninguno. Cuenta también cómo su compañero Benito le ha dado un
empujón.
El padre recuerda que una de las
niñas se acercó a él, que se encontraba hablando con uno de los abuelos en el
cumpleaños, y dijo: “xxxx huele a caca”.
Eso hace pensar en la posibilidad de que alguien de los presentes hubiera
extendido el bulo entre los niños con el fin de que estos le evitaran.
9-Al día siguiente el niño
regresa a casa en un estado de ánimo muy similar. Preguntado dice que ninguno
de sus compañeros ha querido hablar o jugar con él, ni siquiera prestarle una
goma. Asimismo cuenta que no se ha comido la fruta que llevaba para el recreo
porque dos de sus compañeros, Benito y una niña, no han parado de seguirle todo
el rato, molestándole, y no le han dejado comer su merienda.
10-14 de febrero, martes, el
niño llega a casa con su juguete del recreo roto. Afirma que su compañero
Benito le pidió el juguete. Preguntado por qué ha dejado su juguete a este niño
contesta que el propio Benito le ha dicho que si no se lo dejaba se lo diría a
la profesora, porque ella ha dicho que los juguetes hay que compartirlos, y si
no se lo deja no lo podrá traer más. Ante esta perspectiva el niño no ha podido
negarse. Acto seguido Benito ha enterrado su juguete en la arena. Cuando xxxx
ha vuelto a tener su juguete en las manos a éste le faltaba una rueda. Sus
padres le conminan a que evite en lo posible quedarse solo con este alumno.
11-En este mismo día la familia
ha acudido a consulta en un gabinete psicológico para solicitar estudio e
informe de daños psíquicos por la sucesión de hechos, todos ellos tendentes a
minar y anular la autonomía y autoestima del alumno.
12-En esta entrevista el padre
comenta que mientras esperaba ese mediodía para recoger a su hijo a la salida
del colegio, la madre del presunto agresor se le había colocado delante,
impidiéndole ver la puerta de salida, y en un movimiento brusco inesperado se
había echado hacia atrás, empujándole. En ningún momento le miró ni se disculpó
por el empujón, sino que permaneció sin moverse formando barrera junto a
algunas otras personas que esperaban allí. Una agresión idéntica se repitió
algunas semanas después.
13-Tras una nueva reunión con la
psicóloga que se encargará del informe, y a la espera de que en sucesivas
entrevistas recabe información suficiente para emitirlo, la especialista
aprecia que la supuesta relación de “amistad”
que la Tutora
afirma que existe entre Benito y nuestro hijo es más bien una relación de
sometimiento en la que una persona, Benito, ostenta una posición dominante y se
aprovecha de ella para mantener a la víctima controlada.
CAPÍTULO V: BAILANDO CON LOBOS
(con perdón de los canis lupus)
Tras la reunión del
24 de enero, hubo un lapso de dos o tres semanas durante las que probablemente
a la madre de Benito no le llegó la camisa al cuerpo. Se la veía encogida y
contrita, supongo que ya se imaginaba a su hijo expulsado o trasladado a otro
centro. Hasta que resultó evidente que, como predijo el Director, el asunto
quedaría en nada, y entonces decidió darse un baño de multitudes con sus acólitos
de La
Manada. Había
que oír su risa histriónica y un punto histérica rebotando por las paredes del
patio a la salida de clase.
-Está muerta de
miedo -dictamino al llegar a casa.
Por nuestra parte,
tardamos un tiempo en asimilar la actitud levantisca y francamente agresiva del
Director. El día 22 contestó con un correo conciliador, y en cambio dos días
después... ¿Qué pasó entre medias? Le hemos dado muchas vueltas al asunto, y el
único motivo que se nos ocurre para un viraje tan repentino es que le dio tanto
miedo enfrentarse a un grupo de madres enfurecidas que prefirió hacernos el feo
a nosotros.
Viendo que por este
lado no adelantamos nada, nos ponemos en contacto con el Inspector que
supervisa el centro. Primero por escrito, luego telefónicamente, y más tarde en
una reunión. Le contamos nuestro problema y el cúmulo de irregularidades que, a
nuestro juicio, está cometiendo el Director, entre ellas el no haber notificado
a la Dirección Provincial
que unos padres de su Centro han activado el Protocolo contra el Acoso Escolar.
El Inspector se muestra sumamente comprensivo y nos promete solucionar el
asunto. Según dice, hará venir un Equipo de Intervención Educativa, pues
considera que el de aquí podría estar mediatizado al tratarse de una localidad
pequeña. Promete informarnos de la evolución del caso, y salimos de la reunión
esperanzados.
El curso continúa
sin grandes novedades. Bueno, salvo que el Tutor se ha dado de baja y ha venido
una chica joven, muy simpática. Esta parece que lleva mejor el grupo. Después de
Semana Santa se reincorpora el primer Tutor, pero al mes nos vuelve a dejar
colgados y mandan a otra maestra. Como cuando llamas al servicio de atención al
cliente de cualquier gran empresa, nos vemos obligados a poner en antecedentes
a las recién llegadas una y otra vez. El Tutor es la figura que da cohesión a
un grupo y favorece la convivencia. En cuatro años de sistema educativo,
nuestro hijo ya ha conocido a siete tutores, siete (tres este año, y otros
cuatro en Infantil pese a que, según la
Ley , debería haber tenido uno solo para toda la etapa).
No obstante, después
de la lata que hemos dado, parece que la intensidad del acoso ha disminuido, ya
que no cesado. De dos de los agresores nuestro hijo no vuelve a quejarse (a
estos sí parece que alguien les ha leído la cartilla), pero no es el caso de
Benito: el relato de incidentes no cesa, especialmente el robo de juguetes.
Hasta que un día de mayo, a la vuelta de una excursión escolar, van nuestro
hijo y su madre por una acera y Benito y la suya por la otra. Benito lo llama,
y mi mujer se revuelve.
-¡Benito, deja de robarle
juguetes! -le increpa.
-¿A voces? -replica
desdeñosa la madre del otro, como si fuera peor perder la compostura que la
conducta canalla su hijo. Sea como fuere, a partir de ese momento el extravío
de pertenencias cesa por completo.
El que no nos dirige
la palabra es el Director. Como le hemos puenteado y socavado su autoridad debe
de estar que trina, y cada vez que nos cruzamos (sin saludarnos) me dirige
miradas asesinas. Hasta que el último día de curso nos vemos de lejos. Él no
hace ademán de detenerse, pero no le queda más remedio cuando mi hijo corre hacia
él para despedirse. Lo encuentro más suave. A modo de disculpa me dice que en
el Centro no entienden muy bien lo que ha pasado, que el grupo de Primero se
les ha ido de las manos. Pero que todo se va a arreglar, porque dos de los
chicos que daban problemas no van a estar el curso que viene, y que el
Inspector ha prometido más apoyos. Resulta irónico que a estas alturas reconozca
los problemas que hace cinco meses se empeñaba en negar.
CAPÍTULO VI: BEGIN THE BEGUINE
El verano supone un
interludio en el que todo se olvida. O, al menos, pasa a segundo plano. Baños
en el Mediterráneo, senderismo en Asturias... El colegio y sus miserias quedan muy
lejos. Hasta que llega septiembre. Comenzamos el curso ilusionados hasta que un
viernes, dos semanas después de empezar, mi hijo sale de clase llorando. Está
tan alterado que no es capaz de decirme lo que le pasa. Después de un rato me
ha contado que justo al salir, supongo que aprovechando el tumulto, le han
insultado y pateado la mochila. Hoy por primera vez me dice que quiere cambiar
de cole "porque seguro que hay otro
mejor". Lo más hiriente de todo es que, mientras permanecemos en el
patio, él llorando y yo consolándole, la gente desfila y nadie acude a
interesarse por lo que pasaba, salvo quizá alguna madre desconocida que no sabe
nada del asunto. En cuanto al señor Director, cruzó el patio cuando ya apenas
había nadie (es imposible que no nos viera) y tampoco se dignó a acercarse.
Almas de piedra.
En esta ocasión el
que llevaba la voz cantante es un alumno al que vamos a llamar Pascasio y que
el año pasado permaneció en un discreto segundo plano, pero que por lo visto ha
decidido significarse. No es de extrañar, porque Pascasio es hijo de una de las
socias honorarias de la Manada , y si a
diario oye en casa rajar de nosotros es lógico que actúe en consecuencia. Esto
que digo no es mera suposición: días después de lo que acabo de contar, mi hijo
se quejó de que Pascasio le había robado un coche regalado por otro niño.
Aproveché que coincidimos en el comedor escolar para decírselo. Pascasio no
solo negó haberse llevado el coche de marras, sino que se permitió la crítica: "Es que tu hijo..." y añadió
dos o tres juicios de valor impropios de un crío de ocho años. Me estremeció el
desdén y la frialdad de aquellas palabras, sin duda surgidas del cacumen de los
que le han traído al mundo. Pascasio llama chino
a mi hijo, y le enseña el dedo corazón levantado hacia arriba cuando la Tutora no mira.
Nada más llegar a
casa le escribo a esta un mensaje relatándole los hechos. El lunes por la
mañana, como no he obtenido respuesta, saco el texto por la impresora y se lo entrego,
metido en un sobre, a la responsable del aula matinal. El tono de la misiva es
cuasi desesperado, pero la
Tutora como quien oye llover. Me imagino que, en el mejor de
los casos, le habrán dicho que cuidado con esos histéricos que ese niño tiene
por padres. Y, en el peor, que ni puñetero caso.
De modo que el lunes
a las dos me planto en la puerta del aula. Mala suerte: a quinta hora han
tenido Inglés y la Tutora
no se encuentra allí. Mientras espero tengo ocasión de ver cómo La Manada ,
a la que hoy se han sumado algunos padres, me señala disimuladamente como si de
un fenómeno de circo se tratase. Mientras, cuchichean.
Tres días antes de
este episodio la maestra especialista de Inglés nos hizo llegar un mensaje en
el que informaba de que nuestro hijo se dedicaba a molestar a Benito y le había
roto una hoja del libro de texto. Esta fue nuestra respuesta:
Estimada xxxx
Siento que aún no nos hayamos conocido en
persona. Le agradezco su pronta comunicación del incidente ocurrido esta
mañana. En archivo adjunto le remito los escritos presentados durante el curso
pasado por los padres del alumno ante las diversas instancias por lo que
consideramos un problema de acoso, que a tenor de los incidentes que vienen
ocurriendo en estas primeras semanas de clase parece que no está ni mucho menos
solucionado. El curso pasado nuestro hijo se quejaba continuamente de los malos
tratos, las vejaciones y los insultos de su compañero Benito entre otros. Dos
de esos "otros" hemos sabido se han trasladado a otro centro, pero el
problema persiste.
Informamos de ello en octubre de 2016 en
primer lugar al Tutor, un docente en comisión en el centro que probablemente
usted conociera. A continuación en noviembre informamos al Director. En vista
de que las incidencias continuaban presentamos escrito en el Centro con
registro de entrada, recibido y sellado por el propio Director en enero. Tras
un mes de espera, y ante la angustia de ver cómo la situación anímica de
nuestro hijo iba empeorando sin que aparentemente se estuviera tomando ninguna
medida para protegerle, nos pusimos en contacto con el Inspector del centro
para informarle de los hechos. Fue después de esta toma de contacto con la Inspección cuando el
centro inició el Protocolo de Acoso que habíamos solicitado. Lamentablemente,
el curso transcurrió sin que se llegara a solucionar el problema.
Durante todos esos largos meses nuestro hijo
no agredió a sus acosadores, y nadie le protegió de sus agresiones: libros
pintarrajeados, juguetes que volvían a casa rotos, o simplemente desaparecidos
para siempre, además de incontables sacapuntas, rotuladores, lápices de colores
partidos, en fin... En todas las ocasiones la misma respuesta a la pregunta
"¿Quién ha sido?": "Benito".
Les ruego, por favor, que no le sienten cerca
de ese niño en clase. Mi hijo no hace otra cosa sino defenderse de las
continuas agresiones, porque no aguanta más. Hagan cuanto esté en su mano para
que le dejen en paz. Ya le tienen aislado en el patio, nadie de su clase juega
con él, eso se llama "acoso social", y es tan horrible como el físico,
verbal o psicológico. Hay toda una literatura referida al tema. Está todo en el
Protocolo de Acoso Escolar. El acosador no lo hace en presencia de adultos. Y,
por favor, ayuden a ese pobre muchacho, Benito, que no sabe respetar a los
demás. Su problema es también muy grave.
Confío en que podamos hablar en persona lo
antes posible, para solucionar cuanto antes esta situación.
Gracias por su tiempo y atención.
A diferencia del
curso pasado, nuestro hijo está aprendiendo a devolver los golpes, pero nosotros
no queremos que viva en esa (in)cultura de la violencia. La respuesta de la
maestra es que "habría que matizar"
(como la célebre patada en los testículos), y que queda a nuestra disposición
en su hora de tutoría.
De modo que me pongo
de nuevo en contacto telefónico con el Inspector. Para mi sorpresa, esta vez no
se muestra en absoluto amable. En tono desabrido me dice que creía que ese asunto
estaba ya resuelto, que el Equipo de Orientación que envió no encontró nada, y
que en eso coincide con el Director. Ya sabemos lo que opina este señor, pero
¿el Equipo de Orientación? ¿Realmente vino? ¿Dónde están los informes? ¿Por qué
nadie nos ha dicho nada? Quedamos para una entrevista personal una semana
después y el señor Inspector viene más suave, pero no ofrece soluciones. Tan
solo quizá, y a propuesta nuestra, un cambio de Centro. Conocemos abundantes
casos en los que, en lugar del acosador, es la víctima la que tiene que marcharse.
¿Por qué ese castigo? ¿Por no callarse, por no aguantar?
En momentos así la
sensación de hallarte solo, abandonado a tu suerte, es cósmica. Uno cree que
por encima del común de los mortales hay personas, entidades y organismos
deseosos de intervenir ante las injusticias y las irregularidades, sitios a los
que puedes recurrir en demanda de ayuda. Y de golpe y porrazo descubres que es
mentira. Que hay un contraste hipócrita, hiriente, entre la propaganda oficial
("Estamos Luchando Contra El Acoso")
y la cruda realidad. No deja de ser parecida esta lacra a esa otra tristemente
famosa, la violencia de género: mucho acto público, mucha declaración de
intenciones pero al final las que siguen muriendo son las mujeres. Tampoco a la
prensa parece interesarle mucho el asunto, salvo que haya sangre, jueces y
denuncias de por medio: el primer capítulo de este relato lo envié a cuatro
periódicos diferentes como Carta al Director rogando que lo publicasen, y hasta
hoy.
Por otra parte, nos
deja apabullados esa ligereza a la hora de descartar un presunto caso de acoso.
Eva Romera, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de
Córdoba, en una entrevista al diario Público
(15-2-2017) explica que ha realizado un muestreo con 3.000 estudiantes de 35
centros educativos, y sus conclusiones son tajantes: Un tercio del alumnado de
los últimos cursos de Primaria es víctima de acoso. "el fenómeno conocido como bullying no es aislado. Se vive a diario de
los centros educativos de toda nuestra geografía." Damos por sentado
que estas dinámicas de acoso comienzan antes (en ocasiones en Educación Infantil)
pero, como aumentan de intensidad a medida que los niños crecen, los padres no
toman cartas en el asunto hasta que la situación se vuelve insostenible.
En cuanto a "las respuestas educativas -continúa
Romera- para paliar estos problemas no
están siendo lo suficientemente efectivas [...]. Unas veces porque no hay una
respuesta clara y contundente por parte de los centros educativos contra el
acoso escolar. Otras porque el propio profesorado no saber detectar ni cómo
actuar ante este tipo de fenómenos."
Este año ha llegado
un niño nuevo llamado Anselmo. Mi hijo, desesperado por hacer amigos, intenta
hacer migas con él (este es quien le regaló el coche que después robó
Pascasio). Pero rápidamente Benito lo atrae al lado oscuro y lo instrumentaliza
contra mi hijo, al que continuamente llama gordi.
A los pocos meses llegará otro niño y sucede lo mismo: Benito es de lo más
absorbente, y actúa como un auténtico capo
de mafia carcelaria que da protección y prebendas a cambio de sumisión
incondicional. Curiosamente -o no tanto- es la misma actitud con la que se
conduce su madre, líder indiscutida de La Manada.
Se acerca el séptimo
cumpleaños y tenemos un problema. Por descontado que no podemos invitar a los
mismos compañeros que el año pasado, pues tan solo una nos devolvió la
convocatoria. Con mucho esfuerzo repescamos a gente de otros grupos y un par de
amigos de fuera del cole. De su curso tan solo invita a tres personas. Ninguno
acude. Pascasio busca hacer sangre diciéndole que "no va a ir nadie a tu cumpleaños". Finalmente salvamos el
expediente por los pelos, una celebración justita en el burguer.
Días antes de
finalizar el trimestre, todo el colegio se desplaza hasta el auditorio público
para la Fiesta
de Navidad. Caminan en fila de a dos. Detrás de mi hijo van Benito y Pascasio,
que se dedican a darle puñetazos. Aquel le pide a la tutora que le cambie de
sitio, y esta lo lleva delante, con una niña. Y el penúltimo día de clase
todavía me da tiempo de enviar el siguiente mensaje:
21/12/2017 20:03
A/A: Sra. Tutora:
Hola:
Nos cuenta nuestro hijo que esta mañana,
durante el recreo, Benito le ha escupido. Que ha ido a quejarse a la maestra de
guardia. Que esta ha castigado a Benito.
Te lo notifico por si acaso no te lo han
contado.
Recibe un cordial saludo.
(Nótese la retranca
comercial de la fórmula de despedida. Si de entre todo el cúmulo de agresiones
decidí informar por escrito de esta fue porque de ella había sido testigo un
adulto que además creyó a mi hijo y afortunadamente adoptó medidas en
consecuencia. Digo afortunadamente, porque desde el año anterior hemos
aleccionado a nuestro vástago para que se queje las maestras presentes cuando
se metan con él. No siempre con éxito, porque una vez la que estaba de guardia
le respondió: "Anda, vete a jugar".
Y en otra ocasión la especialista de Bilingüe, que por cierto le daba clase, le
respondió no se sabe qué y se dio la vuelta para seguir charlando. Algo
insólito si tenemos en cuenta que, según del Dire, con un protocolo antiacoso
en marcha, todas las fuerzas de tierra, mar y aire del cole estaban advertidas y
pendientes de cualquier suceso.
CAPÍTULO VII: ORIENTADORA
Transcurre la tregua
de Navidad. A la vuelta preguntamos a la Tutora por la dichosa Hoja de Demanda que le
pedimos hace tres meses. Responde que la tiene la Orientadora , que por
cierto quiere vernos. Con esta señora estamos bastante mosqueados, porque la
vimos en la reunión inicial del Protocolo, hace ya un año, y no hemos vuelto a
saber de ella, de modo que conseguimos Hoja de Demanda por nuestra cuenta y le
damos registro de entrada en el CAD. Varias personas nos han subrayado la
conveniencia de que todo vaya sellado y registrado. Así, si pasa algo realmente
grave, el Centro no podrá agarrarse (como a menudo lee uno en la prensa) a que "no sabían nada" y que
"los padres no habían notificado el problema al Centro."
Cuando el Director
se entera de que hemos dado curso oficial al escrito, nos urge a que nos
reunamos con la
Orientadora , e incluso firma un volante para que podamos
justificar la ausencia en nuestros respectivos trabajos. El cinco de febrero
acudimos al Centro. La reunión dura hora y media, y la psicóloga nos pide
permiso para grabarla. Por mi parte, saco el móvil y también grabo. Ese es el motivo
por el que puedo aportar, aunque plagadas de anacolutos, extensas citas
literales de lo que allí dijo.
Noventa minutos dan para hablar de lo divino y lo humano, lo cual tampoco significa que saliéramos
satisfechos, ni que obtuviéramos nada concreto. A estas alturas de la película
ya tenemos claro, como dice Celestina, que "a las obras creo; que las palabras, de balde las venden dondequiera".
Empieza diciéndonos
que viene poco al Centro, solo un día en semana (y si le surge algo más
importante, cada quince días).
Después, que ella solo
puede intervenir a nivel escolar y no de conducta.
Que el problema de
nuestro hijo reside, aparte de ser un perfeccionista poco amigo de críticas, en
que tiene falta de habilidades sociales y una gran dificultad a la hora de
relacionarse con los demás: "la fustración
no la tiene adquirida " (sic).
Que vive en un mundo
aparte y que se puede pasar horas hablando y jugando con cualquier objeto (cosa
que a ella, personalmente, le pone de los nervios).
Que él también
sacude. Reconoce que la clase entera tiene problemas de relación y convivencia,
y en ese aspecto nos remite a la
Tutora , a la que periódicamente proporciona fotocopias con
actividades para que las trabaje con sus alumnos.
Que ella no ha visto
esa violencia de baja intensidad de la que nosotros hablamos, sino que son
"juegos de niños [...] que a esa edad no tienen malicia"
(un rato más tarde, sin embargo, dirá que "los niños son supercrueles".
En cambio ella sí ha
observado que nuestro hijo "no
acepta bromas", y que "es
un poco desastre a la hora del estuche", y que si bien Benito es un
poco lo que nosotros decimos, el nuestro también tiene lo suyo.
Cuando nos quejamos
del mal ambiente creado por el grupo de madres, propone una solución ingeniosa:
"Lo que debéis tener es habilidades
sociales para estar por encima de todo eso [...] acercándoos de vez en cuando a
una madre. Que de entrada voy a tener un rechazo y no me va a mirar. Pero la
segunda vez, pues me pongo cerca. La tercera vez me pongo más cerca. A lo mejor
sin hablarle, pero poquito a poquito voy ganando terreno, que es lo que
consiste. No me van a dar la mano, ni me van a decir hola el primer día, pero a
lo mejor al cabo de un mes sí consigo que me digan algo". Vamos, que
propone dos cosas: una, que pidamos perdón. Y otra, que apliquemos la solución
que daba José Mota para invadir Portugal sin disparar un tiro: ocuparla de a pocos, es decir, moviendo con
disimulo los hitos fronterizos hasta llegar al mar.
Y por fin, en el
minuto 38 de la entrevista, nos queda claro por qué estamos aquí: "Intentemos no utilizar tanto la palabra
acoso porque son niños y después sale a otros términos [...] El problema es que
las etiquetas salen fuera del colegio y después pasa lo que pasa". O
sea que al final era eso: lo que les preocupa es que trascienda.
Llamadlo como que
queráis, pero no lo llaméis acoso.
CAPÍTULO VIII: TUTORA
No sabemos si es que
nos dejamos engatusar cada vez que hablamos con el colegio o es que cuando
vamos están más pendientes, el caso es que cada vez que hacemos una visita las
aguas parecen volver a su cauce y nuestro hijo deja de quejarse durante un
tiempo hasta que el ciclo, de unas cuatro semanas de duración, se repite con la
precisión de un bucle. Así que el miércoles 7 de marzo solicitamos de nuevo
cita con la Tutora. Llueve
a mares cuando entramos en el colegio.
Comenzamos hablando
del aspecto académico, que es el terreno en el que los maestros parecen
sentirse más seguros pero que a nosotros nos da igual, puesto que las notas de
nuestro hijo son excelentes. Nos dice que últimamente le ve muy distraído y que
pierde mucho el tiempo "pero como
tiene tan buena cabeza, en diez minutos te saca el ejercicio adelante".
Hablando del asunto
Benito, nos dice que ella "también
le tiene un poco enfilado", y que no es que tenga algo personal con nuestro
hijo, sino que se porta así con toda la clase. Jopeta. Si lo tiene tan claro, ¿por
qué el Centro no adopta hacia él medidas más contundentes, como parece que ocurrió
con los dos hermanos que cambiaron de colegio al final del curso pasado? En el
fondo creo que, como ya dije, aquí tienen miedo a la madre, que al final de las
clases entra a hablar día sí día también. Incluso una vez estábamos la Tutora y yo tratando un
asunto, llegó el Basilisco e interrumpió la conversación, y aquella no tuvo narices
a pedirle que se esperase, que estaba hablando conmigo.
Le exponemos nuestra
preocupación por que nuestro hijo pase solo los recreos. Según ella es algo que
él elige voluntariamente, y que de todos modos a veces juega con otros niños.
Nosotros, la verdad, no estamos tan seguros. Además, esa situación le convierte
en blanco fácil para los acosadores. Un día, alentado por su madre, se llevó varias
canicas para jugar con una niña de Tercero amiga suya, pero por el motivo que
fuera ella no quiso. Entonces, mientras estaba sentado en un banco con su bolsa
de canicas, por detrás se le acercaron Benito, Pascasio, Anselmo y el otro niño
nuevo para meterse con él e insultarle. Pascasio debe haberse apuntado a
Taekwondo o algo así, porque en ocasiones intenta hacerle barridos de piernas,
y en esta ocasión, además, le golpeó el pecho con las manos.
Como esta disparidad
de versiones le vuelve a uno loco y no sabe a quién creer, dos días antes de la
reunión me he acercado al patio. Y me he encontrado con lo que temía: mi hijo
solo, sentado en un banco, como un viejecito. Los agresores, como cuatro
jinetes del Apocalipsis, pululan a sus anchas por el patio en actitud chunga.
Hoy por lo visto no la han tomado con mi hijo, sino con su amiga de Tercero. Se
acercan a ella y le gritan burlonamente: "¡Mandarina, mandarina!". La chica no se arredra y corre hacia
ellos, que entonces de dispersan. Así una y otra vez, durante quince minutos. Y
eso a la vista de las maestras de guardia, que están muy a sus cosas charlando
entre ellas y que por lo visto nunca ven lo que estoy viendo ahora mismo. Dado que
los alumnos raramente se relacionan con otros que no sean de su curso, estoy
convencido de que han elegido a esta chica como víctima exclusivamente por ser
amiga de mi hijo.
Cuando no lo soporto
más, salgo de mi escondite y le llamo. Él me ve y se acerca. Se muestra
cariñoso, pero yo lo noto serio y triste. Aunque más triste está su padre, a
quien se le acaba de partir el corazón. Su Tutora está de guardia en el patio,
me ve, pero a mí a estas alturas me da todo igual.
Hablamos de todo
esto en la reunión, y ella opone un débil "Si vienes a verle, dificultas su integración". Pero ¿qué
integración ni qué niño muerto? Si en quince meses no ha conseguido que le
acepten, poco perjuicio voy a causarle porque me pase un día para comprobar si
es verdad lo que dice él o las personas que teóricamente deben velar por su
integridad física y moral.
Cuando salimos a la
calle sigue diluviando. Corre el agua por el asfalto, por las aceras. Resulta
imposible no mojarse.
CAPÍTULO IX: END
Aún no he hablado de
la madre de Anselmo. Esta mujer tiene dos hijos, y ha llegado este año nueva
debido a que el hijo mayor, que está en Quinto, sufría acoso en otro centro
donde por lo visto tampoco había acoso. Se trata de una persona con
inquietudes, que aprobó el acceso a la universidad para mayores de 25 años y ahora
está estudiando Química en la UNED. Pronto
cogemos confianza, pero pasan semanas antes que le ponga en antecedentes de la vida
y milagros de La Manada ,
advirtiéndole que si se pone de nuestro lado la van a crucificar. Ella dice que
le da igual.
A partir de aquí
empieza una historia de apoyo mutuo que dura varios meses, con muchas mediodías
charlando en el parque mientras nuestros hijos juegan. A ella le gusta que yo
sea profesor, porque así le puedo aconsejar respecto a los estudios de sus
hijos y de los suyos propios. Se queja de que cría sola a sus hijos y que su
marida no solo no la ayuda, sino que le quita autoridad levantando castigos y
restricciones cuando le viene en gana.
A mí me viene muy
bien porque tengo a alguien dispuesto a romper el bloqueo impuesto por las otras
madres. Al salir del cole algunas nos miran con sorna, como diciendo: "¿Y sabe tu mujer que hablas con esta?"
Todo habría salido
estupendamente de no ser por el hijo pequeño, Anselmo que, como ya contamos, enseguida
se hizo acólito de Benito y que, mientras que en el recreo se metía con mi
hijo, delante de su madre disimulaba. Yo de esto no decía nada, mitad por
decoro mitad por interés. Pero la ella se daba perfecta cuenta de que el niño
estaba espabilando y que, aparte de
ir fatal en los estudios (era repetidor), últimamente había aprendido cantidad
de palabrotas.
La chispa saltó un
día que llamé a su casa para preguntar si podía recoger a mi hijo. Descolgó
Anselmo. Le pregunté si podía llamar a su madre.
-¿Y si no quiero,
gordo?
No sé qué me asombró
más, si el exabrupto o la manera macarra en que lo dijo. Cuando su madre se
puso al teléfono se lo conté.
-Sí, es que ahora
llama gordo a todo el mundo.
Yo no dije nada más.
Durante una semana viví con la ilusión de que obligaría a su hijo a pedirme
disculpas, pero en vano. De todos modos, la relación se había ido enrareciendo,
y gradualmente de personas sencillas y cultas nos transformamos en unos
tiquismiquis que si están solos es porque se lo han buscado. El punto de
inflexión vino cuando mi mujer le dijo que había cuatro niños de Segundo en el
patio acosando a una amiga de nuestro hijo. Ella preguntó:
-No sería Anselmo
uno de ellos, ¿verdad?
Dos días antes de
las vacaciones, curiosamente, es mi hijo quien destapa la caja de los truenos
sacando el tema del insulto a su padre. En ese momento noté cómo crujían los palos
de la techumbre.
-¿Y te molestó que
te llamara gordo? -se asombra ella-. A mí me lo llama todo el tiempo.
Respiro y me tomo un
segundo antes de contestar.
-¿Qué quieres, que
te diga que no?
Al ver que no hay
más que hablar, aviso a mi hijo de que nos marchamos.
-Mañana lo recoges
tú -son sus últimas palabras.
Una pena. Me caía
bien.
CAPÍTULO X: UNA NUEVA ESPERANZA
Ocurre a veces que
las cosas se precipitan. O, para ser más exactos, llegan a su conclusión lógica
después de meses de titubeos y vacilaciones. Si no habíamos cambiado de centro
era porque, en la oferta educativa de la localidad, no encontrábamos nada que
nos satisficiera. Hasta que nos enteramos de que existía un cole adscrito a la Red de Escuelas de
Inteligencia Emocional, que contaba con un premio a las Buenas Prácticas
Educativas y que además recientemente había filmado un corto contra el acoso
ideado y protagonizado por los propios alumnos. De hecho, mi mujer ya se había
entrevistado con la
Directora y habíamos decidido matricularlo allí para el curso
que viene. Sin embargo, la pérdida del único apoyo que teníamos en la clase cambia
por completo el panorama: queremos a nuestro hijo fuera de ese Centro para
después de Semana Santa.
-Trata tú de hablar
por teléfono con el Inspector y yo registro una solicitud por escrito.
Le habíamos insistido
muchas veces en que si quería que le lleváramos a otro cole, pero él siempre se
resistía, imaginando supongo de que más vale lo malo conocido. Pero ahora no sé
si es que estaba especialmente hasta el gorro de los agresores, o del
aislamiento en clase, o del tonto de Anselmo y la escenita de su madre. El caso
es que lo enfocamos de otra manera:
-¿Te gustaría ir al
colegio donde estudió mamá?
Esto no era una
mentira piadosa: mi mujer llegó a ese colegio en Tercero de EGB, con nueve
años. Responde que sí.
Quedaban tan solo
dos días para las vacaciones, así que había que actuar rápido. Tirando de
conocidos y de influencias conseguimos contactar con el Inspector y arrancarle
un compromiso verbal de cambio de colegio para el 3 de abril.
La cosa no fue
fácil, porque ese día nos presentamos allí los tres y la Directora nos dijo que
no tan deprisa, que era necesario seguir un procedimiento y que eran necesarios
muchos papeles. Que mientras tanto nuestro hijo no podía estar sin escolarizar
y tenía que volver al colegio antiguo, a lo que nos negamos. De manera que
durante dos días se quedó en casa de su abuela, presumiblemente enfermo. Por
fin el día 5 se incorporó a su nuevo curso. Al pobre le daba una vergüenza
terrible entrar en clase y yo pasé toda la mañana preocupado, pero al salir le
vi tan contento que se me iluminó el alma. Al llegar a casa lo primero que dijo
fue
-¡Mamá, me aceptan!
- Hijo, tú siempre
has sido aceptable. Los únicos inaceptables son los sinvergüenzas.
Y casi nos echamos
los tres a llorar.
CAPÍTULO XI: WISC-IV
Julia, nuestra
psicóloga, nos propuso antes de Navidades pasarle a su joven paciente un test
de inteligencia "más que nada por
descartar". Pero transcurrieron las vacaciones y nadie se acordó. Como
ese tipo de pruebas conviene realizarlas por la mañana, quedamos en realizarlo
en Carnavales, pero a ella le surgió un compromiso y tampoco pudo ser.
Finalmente en Semana Santa encontramos un hueco y le pasó las pruebas, que
completó otro día por la tarde, en sesión de consulta ordinaria.
El jueves pasado,
mientras mi hijo esperaba fuera, me dio los resultados:
- Razonamiento
perceptivo: 142.
- Comprensión
verbal: 136.
- Memoria de
trabajo: 116.
- Velocidad de
procesamiento: 88
Trasladados estos
resultados a una campana de Gauss, los resultados del test WISC-IV (el más
utilizado en todo el mundo para detectar altas capacidades y que yo no había
oído nombrar en mi vida) arrojan una puntuación de 130. Eso son 20 puntos por
encima del máximo considerado con normal (que va de 90 a 110).
- ¿Y vosotros, no os
habías dado cuenta?
Hombre, sabemos
desde que nació que nuestro hijo es especial y excepcional en algunos aspectos,
pero como suponemos que eso pensarán todos los padres, pues no le dábamos
demasiada importancia. Lo bueno de este diagnóstico es que explica muchas
cosas, como por ejemplo:
-La baja tolerancia
a la frustración.
-El elevado sentido
de la justicia.
-El ser muy sensible
a la crítica y vulnerable al rechazo de sus compañeros.
-El ser muy creativo
e imaginativo, con una gran capacidad para la observación y la concentración.
-Tener una gran
capacidad verbal (tanto en expresión como en comprensión).
-Ser muy
perfeccionista, y enfadarse cuando las cosas no salen como él quiere.
- Y el contar con un
gran sentido del humor.
Todo lo anterior es
a la vez una bendición y una maldición. Como decía Adrienne Rich en su poema
sobre Marie Curie "que sus heridas
provenían de la misma fuente que su poder": el ser percibido como
diferente por los demás puede conducir al aislamiento; su vulnerabilidad atrae
a matones y parásitos de toda laya. Por último (por fortuna y de momento esto
no se ha dado), el aburrimiento en clase y la falta de incentivos en el
aprendizaje pueden llevarle al fracaso escolar.
Lo que sí nos enfada
enormemente es que todas las características arriba reseñadas (no extraídas de
un documento secreto del Pentágono, sino de un decálogo sobre niños de altas
capacidades, Internet está lleno de ellos), pese a su evidencia, no
consiguieran iluminarle la mollera a la señora Orientadora y que no se le
hubiera ocurrido pasarle a nuestro muchacho un simple test que habría aclarado
muchas cosas. O tal vez no tenía ganas de trabajar. ¿A santo de qué, si no,
estuvo hablándonos -sin que nosotros le preguntáramos- de los inconvenientes
que supondría adelantar a nuestro niño un curso?
Es como si vas al
médico con un catarro y, en vez de prescribirte medicamentos, te reprochan que
tu sistema inmunitario sea tan débil. Tampoco a ninguno de sus numerosísimos
tutores pareció salirles de ojo salvo a una maestra de Infantil, licenciada en
Psicopedagogía, que sí que vio algo pero por desgracia se marchó a los tres
meses.
Pero, como dice
Pármeno, de nuevo en La Celestina :
"Ahora dejemos los muertos y las herencias. Hablemos en los presentes
negocios, que nos va más que en traer los pasados a la memoria." Ante
nosotros se abre un camino que, de confirmarse los resultados, aparece jalonado
de gabinetes de especialistas, talleres específicos y asociaciones de Altas
Capacidades. Camino cuya posibilidad jamás hubiéramos adivinado y sin duda
plagado de alegrías y sinsabores, pero también lleno de propósito. Porque así
es como nosotros concebimos la maternidad/paternidad: fructífera y consciente.
Somos de la creencia de que nada sucede por casualidad, y que cuando venimos al
mundo no escogemos una familia al azar, sino aquella que mejor se adapta a
nuestro proyecto de vida y la que nos va a brindar las experiencias que
necesitamos.
Por eso, hijo, de damos las gracias.
Por elegirnos a nosotros.
Por ser como eres.
Estamos tan orgullosos de ti.
Te queremos
y te querremos
siempre.
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